Historias muertas
Al mirar un tronco seco
se me vino al sentimiento
que su ser, ahora muerto,
antes fue vivo proyecto,
y que ya, nada le haría,
despertarse a un nuevo intento;
que su historia concluida
ya no era ni recuerdo.
Y en él sentí la
metáfora
de tantas historias muertas
que comienzan y se acaban
por no tener existencias
suficiente valoradas;
intranscendentes historias
que deben ser olvidadas.
Pues araron nuestras
vidas
para que fueran sembradas
de otros árboles nuevos:
historias esperanzadas
que aspiran a ser eternas,
y serán si son preciadas,
en cambio las que se mueren
ni deben ser recordadas.
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Si yo fuera bueno
haría lo que siento,
pero no soy tan bueno,
lo siento.
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Siempre la caridad
intenta justificar la falta de justicia social.
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Soy como un niño malhumorado con la vida
que agachando la cabeza le da la espalda
esperando que su lastima, me de consuelo.
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Soy un torpe caminante
cegado en su pesadilla
que siempre va tropezando
con alguna zancadilla.
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Aquí estoy, esperándoos:
musas aladas, luciérnagas luminosas.
Pasad por mí, que yo os dejo a vuestro aire.
Que aquí tengo yo, un hueco vacio de vosotras
para que podáis descansar, aunque sea una noche,
en la que yo pueda soñar, vuestros sueños.
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Estoy buscando una paz
en un mundo lleno de empujones.
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A muchos, la vida, no les deja más poder
que el de ser buenos.
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La verdadera justicia siempre debe de juzgar y denunciar,
aunque nunca condenar.
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Dimensión del egoísmo en la que habito y me escondo.
¿Cuándo saldré de aquí? ¿Cuándo saldré de mí?
De este miedo, de este complejo de comparación, de este
temor a no ser querido.
¿Cuándo me valoraré al margen de mi comparación con los
demás?
¿Cuándo tendré una autoestima en la que no intervenga: el
sentirme torpe, feo, débil, despistado, errado, y tantas cosas más?
No sé cuando me valorare a pesar de todos mis defectos,
aunque sé, que cuando eso sea,
tendré una inmensa paz.
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La belleza de la vida, para el pobre, es algo que puede ver
pero no tocar.
Inaccesible escaparate que nunca está al alcance de sus
posibilidades.
Sueño imposible de traer a la vida real.
La belleza y la felicidad, para el pobre, le están vetadas en
esta vida;
ya que la Iglesia de los ricos, con la condición de que
sigan siendo “pobres y honrados”,
se las prometen tan solo, en el más allá.
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Yo más que en un más allá,
quiero creer en un más acá,
ancho, en el que quepamos todos.
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