En la plomiza ciudad, un
escaso número de viandantes, caminaban ordenadamente por aceras que habían sido
marcadas longitudinalmente por líneas que señalaban las correctas separaciones
entre los que por ellas caminaban.
Mientras tanto las múltiples pantallas informativas, no paraban de anunciar con sus iluminadas recomendaciones, las estrictas normas que por el establecido, "Estado Internacional Permanente de Alarma", debían de ser minuciosamente cumplidas.
Para eso, una espesa red policial, se encargaba de vigilar y controlar a los sumisos ciudadanos para que cumplieran las severas obligaciones preestablecidas. Entre las que destacaban el trabajo y el consumo. Ya que era motivo de justificado permiso, el portar alguna compra; y prohibido pasear sin haber consumido nada.
En las superpobladas zonas nacionales de producción, vivían mayormente los obreros, conducidos por autoritarios capataces y técnicos que dirigían con severa determinación, para que el rendimiento del trabajo fuera el único interés a conseguir.
Entre tanto, una selecta élite de liberados caciques, vivían disfrutando de sus sobrados recursos, en infranqueables zonas de confort, situadas en los llamados, "paraísos capitalistas" donde normalmente residían, disfrutando de lujosas instalaciones, exclusivas para sus regalados paladares.
Desde esas blindadas naciones, estas distinguidas clases, dirigían todos sus negocios mundiales, pendientes sobre todo de sus rentabilidades, aunque menos, de la explotada mano de obra, la cual era de vez en cuando saneada a través de sendas plagas de controlados virus que estaban cuidadosamente orientados y concentrados para atacar exclusivamente a la población improductiva.
Así es como el organizado poder de una minoría capitalista, estableció un nuevo orden mundial, en el que “el estado de alarma” se hizo crónico. Consiguiendo a través del miedo y la costumbre que las mansas cabezas de un mundo pobre, mantuviera sus mentes confinadas en un pastoreado espíritu de rebaño.
Mientras tanto las múltiples pantallas informativas, no paraban de anunciar con sus iluminadas recomendaciones, las estrictas normas que por el establecido, "Estado Internacional Permanente de Alarma", debían de ser minuciosamente cumplidas.
Para eso, una espesa red policial, se encargaba de vigilar y controlar a los sumisos ciudadanos para que cumplieran las severas obligaciones preestablecidas. Entre las que destacaban el trabajo y el consumo. Ya que era motivo de justificado permiso, el portar alguna compra; y prohibido pasear sin haber consumido nada.
En las superpobladas zonas nacionales de producción, vivían mayormente los obreros, conducidos por autoritarios capataces y técnicos que dirigían con severa determinación, para que el rendimiento del trabajo fuera el único interés a conseguir.
Entre tanto, una selecta élite de liberados caciques, vivían disfrutando de sus sobrados recursos, en infranqueables zonas de confort, situadas en los llamados, "paraísos capitalistas" donde normalmente residían, disfrutando de lujosas instalaciones, exclusivas para sus regalados paladares.
Desde esas blindadas naciones, estas distinguidas clases, dirigían todos sus negocios mundiales, pendientes sobre todo de sus rentabilidades, aunque menos, de la explotada mano de obra, la cual era de vez en cuando saneada a través de sendas plagas de controlados virus que estaban cuidadosamente orientados y concentrados para atacar exclusivamente a la población improductiva.
Así es como el organizado poder de una minoría capitalista, estableció un nuevo orden mundial, en el que “el estado de alarma” se hizo crónico. Consiguiendo a través del miedo y la costumbre que las mansas cabezas de un mundo pobre, mantuviera sus mentes confinadas en un pastoreado espíritu de rebaño.
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NO
SÉ SI ES SUEÑO
Hace ya algún tiempo que despierto a un sueño
que me viene por fascículos de alteradas entregas.
Como si se tratara de hojas sueltas de un
desalmado volumen que no acierto a encuadernar en mi desordenada memoria.
Estos insistentes envíos, siempre están
precedidos por una constante recomendación que se repite, como si fuera el
encabezado título de cada página, en la que siempre figura: "que en las señales de la vida, hay un libro de
interminables respuestas".
Y yo que a veces me lo creo; leyendo en
tantos renglones negativos, de miseria, de injusticia y de maldad. He visto en
mis soñadas pesadillas; a un mundo que camina, sonámbulo, hacia el precipicio
de su desbocada autodestrucción.
Todo esto, por una absurda competición de poder, entre ahuecadas cabezas de insensibles cabestros, que torpemente seguidos por piaras de parecida testa; avanzan y se cornean entre ellos, obsesionados por una carrera sin sentido que solo valora las ganancias a través de las pérdidas ajenas.
Presintiendo en consecuencia que en un próximo futuro; esta maltratada Tierra donde vivimos, se convierta en el lamentable escenario de una desastrosa guerra entre bloques de enfrentadas economías, en la que no solo morirán los de humilde condición, sino que además serán numerosamente esquilmados, los que siempre se han sentido excluidos de padecer los resultados de sus aberrantes culpas; porque una ya, cansada naturaleza castigará severamente la lamentable actitud humana, hasta el punto de dejarla en peligro de su extinción.
Aunque en otros días de positiva visión, en los que he podido leer en la vida, sus maravillosos signos de sensibilidad, empatía, solidaridad, altruismo o hermandad. He visto en mis optimistas sueños, un esperanzado mundo en el que muchas voces de verdades escondidas; en un amanecer de alas mensajeras, fueron contaminando de evolución a una humanidad, capaz de mutar hacia una nueva especie de seres humanos, bondadosos y mansos que a través de una pacífica revolución, consiguieron poseer la Tierra; en la que unos renovados valores y sensibles paladares, dieron lugar a una nueva forma de vivir. Que cambió, la competición por cooperación, el poder se transformó en justicia, la posesión cedió toda su absurda intención en favor del compartir, la inteligencia se puso al servicio de la conciencia y aquella antigua enfermedad mental llamada egoísmo, se fue curando a través de crecientes dosis captadoras, de la belleza y el amor.
Así sigo despertando a mis diarios sueños que sufro y que gozo por culpa de mis alteradas formas de leer las señales de este mundo, y que me llevan a ignorar el final de su confusa historia; que no sé cómo acabará.
Todo esto, por una absurda competición de poder, entre ahuecadas cabezas de insensibles cabestros, que torpemente seguidos por piaras de parecida testa; avanzan y se cornean entre ellos, obsesionados por una carrera sin sentido que solo valora las ganancias a través de las pérdidas ajenas.
Presintiendo en consecuencia que en un próximo futuro; esta maltratada Tierra donde vivimos, se convierta en el lamentable escenario de una desastrosa guerra entre bloques de enfrentadas economías, en la que no solo morirán los de humilde condición, sino que además serán numerosamente esquilmados, los que siempre se han sentido excluidos de padecer los resultados de sus aberrantes culpas; porque una ya, cansada naturaleza castigará severamente la lamentable actitud humana, hasta el punto de dejarla en peligro de su extinción.
Aunque en otros días de positiva visión, en los que he podido leer en la vida, sus maravillosos signos de sensibilidad, empatía, solidaridad, altruismo o hermandad. He visto en mis optimistas sueños, un esperanzado mundo en el que muchas voces de verdades escondidas; en un amanecer de alas mensajeras, fueron contaminando de evolución a una humanidad, capaz de mutar hacia una nueva especie de seres humanos, bondadosos y mansos que a través de una pacífica revolución, consiguieron poseer la Tierra; en la que unos renovados valores y sensibles paladares, dieron lugar a una nueva forma de vivir. Que cambió, la competición por cooperación, el poder se transformó en justicia, la posesión cedió toda su absurda intención en favor del compartir, la inteligencia se puso al servicio de la conciencia y aquella antigua enfermedad mental llamada egoísmo, se fue curando a través de crecientes dosis captadoras, de la belleza y el amor.
Así sigo despertando a mis diarios sueños que sufro y que gozo por culpa de mis alteradas formas de leer las señales de este mundo, y que me llevan a ignorar el final de su confusa historia; que no sé cómo acabará.
Porque a lo mejor todo está en manos de los
ojos de todos los que sean capaces de admirar y ver, en las fantásticas señales
de este Planeta, la amorosa maternidad que quiere que se luche, aunque sea con
la palabra, para que sin tiempo que perder, los positivos sueños de esos
activos soñadores, se hagan realidad.
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