LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

martes, 7 de enero de 2020

Prohibido no tener flores





En una elevada aldea donde todos sus vecinos se conocían, su hermosa y sabia alcaldesa, concertó una extraordinaria reunión, donde todas las mujeres deberían asistir.

Llegados el día y la hora señalados, en el pequeño salón de plenos del ayuntamiento, se encontraban todas aquellas mujeres requeridas, presididas por la elegante alcaldesa que no dejaba de saludar con íntimo afecto a cada una de las asistentes.
Pronto se hizo un silencio tras una sutil señal hecha por ella y comenzó su serena y decidida exposición.

--¡Queridas vecinas! Os he convocado a vosotras y no a vuestros compañeros, porque como sabéis, todas vuestras casas tienen su huerto y sois las mujeres las que os encargáis de su cuidado. Y es por eso que quiero llamaros la atención sobre una de las principales leyes que rigen nuestra distinguida comunidad que es, como todas sabéis: la obligación de que "todos los jardines siempre tengan flores". Cuestión que voy observando que últimamente está perdiendo entusiasmo. Y os recuerdo que el cumplimiento de esta ley no se puede tomar a la ligera, ya que de todas es sabido el poder que tienen las positivas flores contra las negativas energías del mal. Las que podrían traernos: insoportables tristezas, desesperanzas de vida, desprecios existenciales, enfermedades, enemistades y hasta guerras.
Por eso no podemos olvidarnos de cuidar, con cariñoso esmero, nuestros floridos huertos. Y para que así se cumpla, en adelante se vigilará con esmerada observación cada uno de ellos--.

Muchas de las presentes, alzando sus voces, comentaron alegremente que sus jardines estaban repletos de flores. Algunas otras añadieron que sus maridos les ayudaban a cuidarlos. Aunque también había otras que no decían nada, porque se sentían aludidas por aquella llamada de atención.

Entre estas últimas, una elegante mujer de irreconocible edad, también se mantenía callada, porque sentía que su jardín se había quedado casi muerto.
La verdad es que reconocía que llevaba mucho tiempo sin cuidarlo, pues seguro que alguna alteración, genético-traumática, había debilitado progresivamente sus ganas de valorarlo. Motivo por el cual siempre sintió las cercanas amenazas de esos sombríos fantasmas que aprovechaban la escasez de flores en su olvidado huerto.

También era consciente de que por miedo a aquellas negras presencias que sobre ella siempre merodeaban, muchas veces intentó disimular la sequedad de su jardín, superponiéndole flores cortadas, en jardines ajenos.

Así vivió sin vivir, muchos años, hasta que aquella insoportable noche, el torrente de lágrimas que acariciaban sus mejillas, ablandaron su acorazada negación a recibir ayuda.
Todavía no había amanecido cuando aquella dolida mujer, huyendo de sí misma salió hacia la escasa luz que poco a poco intentaba abrirse paso, entre las tinieblas de una noche que se resistía a marcharse.

--¡Buenos días!--dijo una familiar voz, al otro lado de la valla de su baldía propiedad.
--¡Buenos días!--respondió ella, entre contrariada y agradecida a la vez. Porque la recién llegada, era una esbelta mujer llena de vida, que lucía un largo vestido color nácar, y que toda en su conjunto irradiaba una agradable luz que pareciera ser la promotora de aquél novedoso amanecer.
--¿Quién eres?-- preguntó, entre asustada y sorprendida por el resplandor de aquella visitante que casi cegaba sus ojos.
--¡Soy yo! ¿No me conoces? Soy tu alcaldesa; la que siempre ha estado cerca de ti, esperando ayudarte.
Ya sé que tú no eres la única culpable del progresivo deterioro de tu delicado jardín, aunque solo tú, eres la dueña de decidir sobre las flores que puedas tener y regalar a través de tu sonrisa.
Además de que debes saber que cada tristeza es una negativa energía que a todos resta, mientras que toda positiva alegría, es la imprescindible componente de una reacción en cadena, capaz de llevar la felicidad a todo un mundo.
También sobre todo quiero que sepas, que verdaderamente este planeta es, una nave espacial que constantemente viaja a través del universo. Y que en nuestra elevada ciudad, se encuentran las dignas viajeras, predispuestas por su nivel, a ser acogidas por otros destinos siderales, acordes con vuestras evolucionadas ondas. También debes saber que yo, realmente soy, vuestra guía de viaje. Por eso mi empeño en que vuestras vibraciones existenciales estén en perfecta armonía con la del destino que tenéis asignado--.

--Perdona señora Alcaldesa, pero es que yo me encuentro sin ganas para hacer algo que mejore mi vida en esta pasajera estancia--.

--Pues tengo que comunicarte que no debemos despreciar ningún nivel, porque la existencia universal quedaría amputada para nosotros, en uno de sus imprescindibles escalones. Así que ¡animo! Que yo sé que tú perdiste unas ganas, que yo ahora con mis palabras te las traigo.
Ya sé que un jardín abandonado no es fácil de restaurar, aunque si se quiere, todo es posible. Sabiendo además que tú, antiguamente fuiste una buena cuidadora de plantas.
Tan solo tendrías que cavar profundamente tu tierra, para borrar de ella cualquier cicatriz endurecida por el tiempo, además de voltearla para extraer de abajo, la tierra nueva; la que tendrás que desmoronar, a ser posible con tus propias manos, acariciándola y suavizándola como si se tratara de tu propia piel.
No quemes los restos secos de su pasado; tan solo, molidos finamente, úsalos como abono para tu próxima cosecha. La que será posible, sembrando la semilla que yo tengo guardada para ti--.

Una vez terminados los sabios consejos de la luminosa guía, unos esperanzados rasgos infantiles asomaron en la cara de la madura mujer.
Pocos días después, toda su amorosa labor dedicada a su íntimo huerto se encontraba terminada. Tan solo pendiente de que la lluvia, el sol y los cotidianos cuidados, dieran lugar al milagro de toda vida.

Muy pronto llegó una primavera que tenía prisa por llegar, para que aquel hermoso jardín pudiera lucir todo su florido esplendor. Entre el que paseaba la belleza de una feliz mujer que ahora sí estaba preparada para que cualquier estancia superior tuviera deseos de recibirla.


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                             UNIVERSOS  PARALELOS


Un día más, el humilde empleado, Blas, acababa su cotidiana jornada en la pequeña empresa ferroviaria, "Castulo Technology" de la ciudad de Linares.

De camino a su cercana vivienda, ya llevaba tiempo de sentir un creciente cansancio, más mental que corporal; que últimamente apenas soportaba, por lo que nada más llegar a su domicilio, después de un indiferente saludo a su atareada esposa, “un poco desaliñada por su poco valorado aspecto”; y alguna regañina a sus siempre asustados hijos, consumía con desgana su preparada cena, pasando inmediatamente después a infiltrarse en la piltra, "como decía él".

Aquella noche le costaba coger el sueño, aunque dormía solo; bueno, solo su gato se atrevía a compartir su cama con él.
En su tormentoso desvelo, no dejaba de cuestionar su desgraciada vida, tan monótona y triste; siempre trabajando para no poder disfrutar de ningún lujo ni diversión, por falta de tiempo y dinero. Aquello se decía, "no era vida".

Sin saber cómo ni cuándo, aquella noche, de pronto se encontró viajando en un subterráneo tren, desde el que al parar en una lujosa estación, decidió bajarse. Más
al pasar por unas limpias cristaleras, vio que su reflejada imagen había cambiado, pues su elegante traje y su altivo porte, le hacían pensar que era una persona distinta.

--¡Buenos días, Don Blas!--exclamo la respetuosa voz de un uniformado personaje, al que pronto reconoció como su atento conductor personal.También recordó milagrosamente que él, allí era un adinerado banquero. Dueño de un extenso capital que consiguió a fuerza de explotaciones y especulaciones de todo tipo de recursos, incluidos los humanos, para los que no tuvo miramientos en desahuciarlos y dejarlos en la miseria, con sus usureras inversiones neocapitalistas, liberadas de todo compromiso humano.
Mientras que gestionaba sus múltiples negocios y lidiaba con sus obedientes subordinados, se sentía satisfecho y poderoso; aunque después, podía ver como los ojos de muchas gentes, disparaban sus irritadas retinas sobre él, deseándole claramente sus peores deseos.
A llegar a la lujosa aunque solitaria habitación de su hotel, buscó en su imagen reflejada en los espejos, el motivo de aquellos odios, y sin poder remediarlo, sintió que él, también se odiaba. Pues había vendido el cariño que podía haber recibido a cambio de dinero; y se dijo “que aquello no era vida”.
Menos mal que el estridente sonido de un viejo despertador, lo sacó de aquella odiosa vivencia.

--¡Vamos niño, que se te hace tarde!-- dijo su sumisa mujer, temerosa de ser severamente agredida con las groseras palabras de su áspero marido.
--¡Ya voy, ya voy!—respondió el confuso Blas, todavía desintonizado.

Aquel día se le pasó rápido, seguramente distorsionado por un tiempo siempre dependiente de cualquier inclemencia sentimental. Pues no dejó de darle vueltas a lo que hubiera sido de su persona, de haber elegido un camino diferente al que de forma casi involuntaria había escogido.

Por eso la ansiada y temida noche llegó pronto. Entrando en el profundo trance de encontrarse viajando en el mismo tren. Aunque ahora dejó pasar la lujosa estación para después bajarse en otra siguiente, en la que esperaban varios medios de prensa y televisión; sintiendo una gran sorpresa al ser abordado masivamente por aquella turba de cámaras y de fans, los cuales elogiaban con estrepitoso griterío su novedosa llegada.
--¡Bienvenido Sr. Blas!!!--...--¡Guapo!!!!--,
sonaban las aclamadoras voces, repletas de admiración.
Su agradecida duda pronto pasó a saber que allí, él era un famoso actor, especializado en películas de aventuras, en las que habitualmente era el gran héroe que al final siempre acababa ganando.
De pronto sintió que esta forma de vida le gustaba, pues mucha gente al parecer lo quería y lo admiraba. Claro que todo aquello tenía un precio, pues diariamente debía de machacarse en el gimnasio para mantener en forma su musculado cuerpo, además de su cuidada alimentación, y sobretodo el márquetin de su exposición pública, que siempre tenía que estar estrictamente confeccionada.
Así que  a poco de estar a solas comprendió que con tanta actuación, apenas sabía quién era. Y que toda aquella existencia tan solo era una representada mentira, por lo que pensó que aquello, tampoco era vida.

Pasó otro día y llegó la noche, y nuevamente se sintió viajero de su soterrado tren. Pasaron las paradas anteriormente conocidas y ahora despreciadas, para decidir bajarse en una nueva, en la que también había un grupo de manifestantes que portaban pancartas con resaltados mensajes de “justicia y libertad”.
Poco después de su corto estado de duda, reconoció claramente cuál era su sintonizada identidad. Y adoptando una altiva postura, asumió que allí era un distinguido político, capaz de liderar una importante ideología nacional.
En sus destacados mítines, siempre prometía su comprometida lucha a favor de los menos favorecidos; sintiéndose animado y respaldado por el afecto de todos sus seguidores.
Aunque pronto fue visitado por unos enviados del poder mundial que con pocas palabras lo convencieron, de que si seguía con sus anómalas pretensiones, lo único que conseguiría sería su personal fracaso.
A partir de esa desagradable imposición, no tuvo más remedio que para no perder su estatus social; tan solo prometía lo que nunca ponía empeño en conseguir. Hasta que hastiado de su falsedad, decidió sentir que aquello, no era vida.

Así le siguieron noches de viajes, en las se encontró con distintas opciones de su existencia, tales como: dirigente de una gran secta religiosa o el de un poderoso mafioso. En los que siempre acababa vendiendo su felicidad a cambio de poder, triunfo o dinero.
Por eso, aquella noche, se resistía a cerrar los ojos, porque despreciaba todas sus posibles vidas. Tan solo la muerte era su deseada terminal.
Aunque no pudo remediarlo, pues otra vez se encontró viajando sobre aquel odioso tren.
Pasaron todas aquellas estaciones conocidas que para él, ahora eran simplemente nulas, pues tan solo esperaba una postrera salida que acabara con su insoportable existencia.
Aunque inesperadamente, un estridente rechinar de vías, seguido de una brusca parada, lo hizo sospechar que su destartalado tren había quedado descarrilado en el interior de aquél oscuro túnel, lejos de cualquier estación cercana.
Poco después, Intentado obtener información, descubrió que aquél tren, tan solo disponía de un vagón y una vieja máquina, absolutamente vacíos, en los que al parecer, él era, pasajero y maquinista a la vez.

Poco después, no pudiendo soportar aquella irrespirable situación, decidió buscar salida, fuera de su agotada búsqueda de bajo nivel.
--¡Menos mal!--se dijo, por poder disponer de un viejo carburo, encontrado en el desordenado interior de su humeante tren.
Pues ayudado por la temblorosa llama de su anticuado artilugio, avanzó por aquel túnel, húmedo y frío, con un desesperado sentimiento de desnuda soledad. Inesperadamente poco después, una medio derruida bocana, levantó la borrosa curiosidad de sus lagrimosos ojos. Y aunque aquella dudosa salida no le merecía ninguna confianza. Comenzó a caminar con desconfiado sigilo a través de aquel improvisado túnel que cada vez se parecía más a la galería de una mina.
Poco a poco iba avanzando por aquella alargada cueva, mientras que a sus atormentados pensamientos, llegaban recuerdos de un doloroso pasado. Ya que su padre fue un minero que murió en la mina cuando él, todavía era joven. También pensaba en su mujer y en sus hijos que seguro lamentarían su irremediable desaparición, aunque solo fuera por el necesario salario que de él recibían.

Sobre aquel irregular suelo, tropezaba con derrumbadas piedras y se hundía en embarrados charcos, hasta el punto de que no sabía si le dolía más, sus maltratados pies o la creciente presión que atormentaba su pecho.
Pues andaba sufriendo su interior, una hiriente compresión entre dos fuerzas de contrario sentido. Una que lo entristecía al sentirse culpable del egoísmo con el que trataba a su dócil mujer y a sus atemorizados hijos; lamentando su indeseable existencia, desprovista de la felicidad de amar y ser amado. Al igual que otra fuerza de parecida intensidad que lo animaba a salir hacia una nueva oportunidad de remediar su torpe pasado.

Así dudando entre rendirse a morir, o luchar por salir de aquella contradictoria situación; a punto estuvo de caer en lo que pronto reconoció como un pozo de mina, en el que se distinguían las deterioradas guías de un ausente ascensor, además de unas oxidadas escaleras que no merecían ninguna confianza.

De todas formas se dijo,--que moriría intentándolo--.
Así subió dolorosamente a través de aquellos deformados peldaños metálicos, carcomidos y resbaladizos. Aunque de pronto le pareció sentir como si una calidad fuerza, desde abajo lo ayudara a subir. Descubriendo en su ascensión, una profunda transformación en la que percibía que al igual que salía de aquél pozo, también sentía que salía de sí mismo. Como si escapara de la oscura cueva de su pasada existencia, regida por un egoísmo y una manipulada forma de ver la vida, desde la que solo percibía una reducida realidad, totalmente diferente a la que ahora iba descubriendo conforme salía a una novedosa luz exterior.

Al salir de aquél mágico pozo, se culminó su amplificada forma de ver, reconociendo que aquél era el "Pozo de San Vicente", donde su padre perdió la vida junto a otros cinco mineros, al caerse el ascensor, en su última subida, a la fatídica profundidad de sus mil metros; donde sus cuerpos se quedaron, imposibles de ser rescatados.
Aquél penoso recuerdo, ahora en cambio él lo percibió, de una forma diferente y positiva, sintiendo que su padre seguía existiendo en forma de energía de libre trasformación, y que sobretodo ocupaba los cuerpos de todas las personas que lo recordaban con cariño.
También reconoció que disponía de una nueva mentalidad receptora, capaz de captar lo que él reconoció como, "Las Ondas de Dios", a través de las cuales, toda observada existencia, ascendía hasta una sublime categoría, de dignidad, belleza, grandeza y divinidad.
Y que dicha capacidad de captación se podía reconocer, en todas esas personas que sin poder remediarlo, sacrifican felizmente sus vidas en favor de la humanidad.

Una vez fuera de aquella abandonada mina, como si fuera flotando, recorrió la corta distancia que la separaba de su nativa población, llegando a aquella conocida encrucijada, llamada: “Las ocho puertas”, donde se encontraba su ahora deseado hogar.

En un cerrar y abrir de ojos, amaneció un nuevo día, abierto a una nueva luminosidad que le hizo comprender que aquella experiencia suya, no había sido un sueño, sino un viaje por distintos universos de existencia, donde había encontrado una sublime dimensión que estaba por encima de todas.
Por eso, deseoso de gozar su nueva forma de ver, empezó acariciando a su ronroneante gato, que al parecer, durante aquel extraño viaje había  permaneció junto a él; y que ahora saltó con insistentes maullidos, como si fueran anunciadoras llamadas de atención.

--No te levantes tan pronto que hoy es domingo--, le recomendó suavemente, la que él veía ahora como una bella mujer.
--¡No te preocupes! Quiero mirarte y abrazarte para sentir el calor de tu ternura; y no perder ni un momento para recompensarte con todo el amor que antes no te he dado--.

Mientras tanto, dos caritas miraban, extrañadas, sin pasar del quicio de la puerta.
--¡Pasad hijos míos! Que también quiero abrazaros y sentir vuestras dulces inocencias, tan gustosas como los mejores almibares de mi vida--.
--¿Qué te pasa, papá?--respondieron los dos al unísono, entre asustados y felices.
--¡Qué raro te veo, diciéndonos esas cosas tan bonitas!-- prosiguió ella, creyendo que todavía no había despertado lo suficiente.

--No temáis que no me he vuelto loco, sino que he descubierto un nuevo mundo en este mundo, en el que vosotros para mí, sois mi mayor tesoro.
Así que vestiros y vayámonos fuera, a divertirnos con esa amplia y hermosa vida que solo puede ser vista, por unos ojos capaces de mirar con amor y felicidad--.


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