LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

sábado, 27 de octubre de 2018

Se me hizo viejo el pasado



 Se me hizo viejo el pasado y lo tiré a la papelera del olvido,
pues solo perdiendo la memoria seremos como niños,
capaces de vivir una autentica vida a cada momento.

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Yo no necesito que me hagas comprender
sino que tu comprendas que necesito que me quieras.

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Es curioso que las cosas más artísticas
sean patrimonio de los pueblos más pobres.

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Posiblemente ninguna religión sea verdadera
aunque en todas hay tradicionales verdades
dignas de venerar.

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Si me acerco al mar, el mar se me enerva,
si me acerco al necio, el necio se ceba en mí,
si me acerco al que se siente conocedor, su sabiduría desprestigia mi ignorancia,
¿Cuándo mi nada será la ausente presencia que pase inadvertida a cualquier acercamiento?

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Hablar sin oírme
es mi gran error,
a ver si controlo
y bajo la voz,
pues para sandeces
me callo mejor.

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Hay una fuga en la cerca.
La esclavitud mental está a punto de liberarse.

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La verdadera vida
solo se puede conjugar
en presente.
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“APRENDIENDO ROMANCES”


Velero, velero mío,
velerito de mi amor,
abre tus velas al viento,
mantén tu rumbo a babor.

Conduce bien a mi amada,
lleva su vida a mejor,
elígele rutas mansas
que su tormenta es dolor.

Velero de su destino
no olvides que somos dos
los que llevas navegando
a merced de tu favor.

Llévame siempre con  ella
hacia rutas de interior
que su destino es el mío
y naufrago sin su amor,

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 Lucerito de la tarde 
que moras junto a la luna.
¿Por qué siempre que os miro
me decís los dos aúna
la tristeza que me siento
y que traigo de mi cuna?
¿Por qué las tardes me afligen,
melancólicas y oscuras?
Tristezas de días que mueren
y se amortajan en dudas.
Desde mi edad más temprana 
preso yo fui de la luna, 
llorando mis tristes horas 
con poética amargura. 
Lucerito de la tarde 
que moras junto a la luna 
siempre fuisteis para mí 
faros guías de mi altura 
ya que siempre me sentí 
triste en mi baja andadura. 
Más ahora que mi vida 
está en tarde edad madura, 
sin alas para soñar, 
cuando mis ojos se nublan 
y no te veo lucerito 
que moras junto a la luna, 
siento tristeza infinita, 
menos mal que tengo “Aluma”.


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Soy un delta seco, abierto y dividido en múltiples pliegues vacíos 

de contenido; dudosas tendencias de mis desesperadas búsquedas 

que siempre se quedaron en nada.

A punto de desembocar y voy de vacío, ausente de mis deseos, 

extinto de ilusiones optimistas que crean encontrar algo más que 

nadas, disfrazadas de engañosa verdad, a lo que ya hace tiempo me 

rendí.

Desencontrado me siento en esta difusa existencia de mi sedienta 

vida.

Seco de ojos para ver las maravillas que ya casi mi corazón tiene 

olvidadas.

Seco de oídos, contaminados de ruidosos acufenos que interfieren 

todas las naturales armonías tan solo vagamente contenidas en mi 

desgastada memoria.

Desértico de emociones y pasiones, evaporado de ilusiones que 

posiblemente alguna vez llegaron a desembocar en un todo 

inmensamente sentido.

Agrietada, mi  piel insensible, ya solo me hace sentirme fósil de 

una búsqueda que solo de ella me quedó, un “para qué”.

No sé si algún feliz contenido, apenas recordado de mi pasado, se 

encuentre filtrado en profundas capas de mi interior, aunque por 

más que me adentro en el vacío de las oscuras cavernas de mis 

adentros, solo me siento el tétrico eco de mis fracasadas búsquedas.

Ni para el vasto cultivo de esteparios cuestionamientos vale la 

estéril materia prima de mi reseca naturaleza.

Tiempo llevo ya parado. A medias tintas me quedé, sin presente ni 

futuro, remolineando sobre una ausencia de cualquier verdad que 

me dé sentido, esperando sin esperanza que una torrencial lluvia, 

aunque sea de pedrisco, zangarree e inunde este reseco delta de mí 

vida, a la cual posiblemente tan solo le quede sobrepasar su 

cercano horizonte, para divisar el mar.