Si se quiere
disimular con banderas, la corrupción que aprovecha un poder para robarle a sus
conciudadanos.
Si se quiere tapar
con hábitos la perversión vergonzosa que abusa de la confianza de quien no sabe
que los hábitos y uniformes, tan solo sirven para disfrazar los hechos.
Si se quiere
aparentar con ceremonias, discursos, o posturas grandilocuentes: el vacío
moral, el egoísmo, y la baja calaña de elegantes delincuentes que se aprovechan
abusivamente de sus poltronas.
Si a un pueblo, tan
solo lo representan: sus banderas, sus uniformes, sus ceremonias y discursos
grandilocuentes.
Ese pueblo, no
tiene motivos de sentirse orgulloso de si mismo.
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¡Silencio!
Que se calle el
ruido, para que solo suene la música del silencio,
el que solo oye las
insignes partituras de la vida:
el murmullo de las
flores al abrirse,
el vibrar de olores
y colores,
el trinar de
corazones al sentirse,
el arrullo de una
piel necesitada de caricias,
el susurro de unos
ojos llamando compañía,
las llamadas de
atención de ternuras infantiles,
la carcajada
insonora de una mueca feliz,
la estruendosa
calidez de un abrazo de pasillo,
el tic-tac de un
tiempo que pacientemente espera,
el sonido de una
paz que invita a despertar
a una eterna
somnolencia, tan dulce y gozosa,
que para gloria, yo
no querría más.
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¿Será esta vida tan
solo subjetiva? Un estado hipnótico, al cual nos sometemos al nacer, en un
cuerpo programado, y del que quedamos liberados al morir. Un cuerpo con el cual
gozamos y sufrimos, y que su extraña y compleja química, conduce nuestras
emociones; nuestros miedos y dolores. Estamos a su merced. Como en un sueño en
el que todo es percibido a través de la imaginación, donde todo depende del
estado mental que nos rige.
Todas nuestras
percepciones, se podría decir que son mentira. Pues según la dopamina, la
oxitocina, la adrenalina o cualquiera de esos productos neuronales, hacen que
sintamos la vida de una forma diferente, y por lo tanto, irreal a ella misma.
Por eso
constantemente me pregunto: ¿Cuál es la realidad de la vida real? Si es que
existe. ¿Hay alguna verdad absoluta, a la cual agarrarse en esta existencia tan
dependiente del clima mental en el que tan variadamente me encuentro? ¿Dónde
está la verdad? ¡Por favor! Que ya estoy cansado de tantos vaivenes de duda.
¿Qué programador se empeña de que no sepamos,
de la misa la mitad?
Está cada vez más
claro que “ La Naturaleza”. La Naturaleza es la que tiene el control de mis
comportamientos, que los usa a su interés. Quizás me quiera usar para algún
cometido, superior a mis facultades, y si no le sirvo no tenga escrúpulos en
destruirme.
Primitiva y
cabrona, Naturaleza ¿ Que pollas quieres? O mejor ¿Qué cojones esperas que te
sirvan, en mí? ¿Por qué no me das lo que
me pides? No ves que mi cobardía no tiene capacidad ni de auto perdonarme; y mi
fe, no cree de que la vida, por muy feliz que nos digan que sea, yo no le veo
motivos ni para respirarla.
De todas formas, me
queda, creer saber: que esta es subjetiva, dependiente y provisional; y que ni
el miedo, el dolor o la misma muerte, no son más reales que la ficción de una
trágica comedia, mínimamente pasajera.
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¡Deshójame vida!
¡Descascaríllame Dios!
De estas capas periféricas que tanto me
estorban.
Que no me dejan ver, con su manida opacidad,
con su rancia rigidez.
Limpia mi existencia de esta superficialidad
corporal que tanto me pesa.
Déjame en mi esencia, para poder sentir tu
esencia.
Limpia de ojos mi
visión para poder ver el corazón de la verdad.
De tu verdad, que
seguramente es la mía.
En la que quiero
quedar cuando se despeje de mí, este malestar que me vive,
Y que seguramente
en mi cuerpo reside.
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La verdad se
siente.
Por eso quien dice
que siente,
o lo callan, o lo
echan,
o lo crucifican
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La mejor bandera de
un pueblo verdadero, de un pueblo que camina, sin falsedades, hacia un mundo
mejor, hacia un mundo justo, donde no haya pobres de necesidad.
La mejor bandera,
simple y sincera que nos guie a todos hacia la verdad, tan solo sería: “un gran
corazón” sobre fondo blanco; sobre blanca luz, que nos guie a todos hacia un
mundo nuevo, sin fronteras de odio, unido en justicia y solidaridad. Un mundo
carente de toda maldad, donde el compromiso esté íntimamente unido a la
libertad.
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Si existe la
música,
existe la gloria.
Si existe el amor,
existe la gloria.
Si existes tú, mi
amor,
seguro que existe
la gloria,
aunque yo me sienta
un negativo infierno.
¡Sálvame amor!
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Dime cómo te
sientes,
y te diré que ves.
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