LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

viernes, 15 de marzo de 2019

Los malos siempre ganan



Los malos siempre ganan,
aunque estén en bandos opuestos.

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Tengo tan pocas certezas,
que solo me quedan mis negaciones.

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A solas exploraré mi aislado desierto
para buscarme un paraíso,
que solo yo, podré valorarme.

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Son todos los intentos de cambiar este mundo a mejor; como las olas que siempre se rompen contra la rocosa orilla. Aunque la insistencia de tantas esperanzadas ilusiones, más allá de sus aparentes frustraciones; seguramente van consiguiendo, lentos, aunque irreversibles, desmoronamientos y filtraciones, que con un poco de fe en el tiempo, acabarán evolucionando hacia suaves inundaciones de justicia y verdad.


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Vivimos, cada uno en su mundo, observando la vida cada cual desde su particular centro, obsesionados en nuestra aislada salvación, en nuestro existencial triunfo; mirando hacia fuera desde nuestra central existencia, como si un todo de dudosa nitidez  siempre girara a nuestro alrededor.
Errónea visión que tanto nos hace sufrir, por la constante frustración de no conseguir lo que nuestra limitada naturaleza casi nunca nos permite.
Es por esto por lo que esta óptica hay que cambiarla por otra, más plural, humana y verdadera en la que nos identifiquemos como seres componentes de un ente creciente y diverso en el que todos podríamos sentirnos como escamas de  pez, como gotas de mar, como células de un cuerpo comunal, como extras de un gran espectáculo vital en el que no hay papeles principales, sino pequeñas e indispensables aportaciones a un todo que siempre se sentiría incompleto si le faltara una de ellas.
Pues al igual que los átomos, en los que en su íntima estructura existe un diminuto núcleo comparado con la distancia a la cual giran sus periféricos electrones, a la que se suman los espacios subatómicos, además de la inmensa separación existente entre ellos. Se podría decir que en la  materia, a la que  tanta lógica solidez le percibimos, existe un inmenso espacio vacío comparado con sus pequeños puntos materiales. Lo mismo los seres humanos, tan distantes unos de otros, seguramente somos; diminutos e imprescindibles componentes de un sólido universal, del que todos somos partes, con cierta libertad de opinión y movimiento.


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Yo sé que vendrá,
no sé si corcel brioso
o jamelgo de endeble andadura,
aunque seguro será de oscuro color.
De día o de noche, asomará,
con su montura preparada para mi impostergable regreso.
El bufido de su jadeante insistencia me anunciará su impaciente espera.
La neblinosa polvareda que levanten sus improntas pezuñas al llegar
me anunciarán que debo estar presto para el postrero viaje;
el que seguro me llevará sin demasiados atalajes,
al trote o al galope hacia un desconocido porvenir
que no sé si tendrá ruta de regreso ni meta de llegada.
Aunque a lo mejor, le daré libertad a mi apegada cabalgadura,
para que al escapar de mí, sin su desintegrante materia,
pueda yo quedar a solas y volar con mi esencia
a través de todas las esencias.

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