LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

martes, 15 de mayo de 2018

"El uno santo" seguido de ceros





Mirando miré y me miré, viendo la total dependencia del ser humano. Y me pregunté: ¿Qué somos, qué soy? Si no soy nada; sin el aire que respiro, sin el suelo que me sostiene, sin  el alimento que me mantiene, sin las referencias culturales que me guían o sin la imprescindible compañía que me salva de mi segura inexistencia en soledad. Y me dije: si no soy nada, individualmente, y nada es cero, y las matemáticas no me engañan. Entonces no hay duda de que los seres humanos, uno a uno, somos nadas, aisladas e in conectadas. Ceros  a la izquierda que nunca suman, en cambio si todos los ceros nos situamos a la derecha “del uno santo”. Ese sagrado aglutinante que todo lo aúna, con sagrada armonía; verbo creador que a partir de nadas lo construye todo; esencia de la existencia que siempre existió y existirá; verdad de denominación de origen que solo ella tiene derecho a su divino termino. La de muchos nombres y un solo sentimiento, expresado en infinitas formas, colores y músicas: (energía evolutiva,  vida,  Dios,  Amor).
Y es por esto que mi cociente ignorancia, sabiéndose acompañada de la inmensa multitud, interior y exterior, se atreve a decir que no somos individuos aislados e independientes, sino más bien como neuronas que no son nada si no están conectadas a través de redes armoniosamente combinadas, para así poder captar una realidad comunitaria.
Pretendemos salvarnos o reencarnarnos individualmente, y la comunidad que siento en mí, cree que esos yoes egocéntricos cometen el mayor error que nos separa, ya que si nos sintiéramos partes inseparables de un Todo, nuestros comportamientos serían totalmente diferentes. Pues más bien podría ser que hubiera un único, “Yo”, ilimitado y adaptable a encarnarse en múltiples energías, materias, formas y seres; capaz de unir a todas las partes que sin Él, no serían nada. “Un uno santo” seguido de amorosos ceros que situados positivamente a la derecha de su esencial origen, adquieren el valor de multiplicar su unidad, por una infinita diversidad de sí misma, en la que todos podemos identificarnos como partes de una íntima unión, infinitamente abierta.

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Ante la verdad de mi mente,
mi acorralado corazón
se rinde a la limitada realidad
de su tamaño.

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Todos somos como llaves, únicas en cada uno
que pueden abrir solo las puertas que nos llevan a nuestros propios destinos,
aunque a veces hay bifurcaciones que nos dan limitadas opciones
a elegir.
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Si nos regalamos por entero a la vida,
seguramente seremos para ella, un recuerdo,
que nunca dejará de existir.

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Adelantarme a la vida,
adelantarme a la muerte.
Viajar por espacios sin tiempo
hacia distancias sin espacio
para llegar al centro de todas las dimensiones.
Allí desde donde parte toda visión
extrañamente verdadera, de lo esencial.
De la música que me vuela
hacia profundas coordenadas de espíritu.
Llevadme, ángeles de lo irreal hacia ese centro.
Haced que viaje gratuitamente hacia vuestros tesoros,
donde las ondas de la vida comenzaron su partida, hacia estos deterioros corruptos de sentimiento, en los que yo no me encuentro.
¿Dónde estáis, espirales primitivas de mi origen? Yo sé que sois, y que soy vuestro.
Llevadme con vosotras para que vuele al son de vuestra celestial música que habita todo lo existente, por encima de las vagas vibraciones materiales.
Dejad que sueñe, sin sueños corporales
tan solo en un fluir de espíritu, libre y feliz.