“La
paz es horizontal”.
Como
el horizonte,
como
el remanso,
como
el mar,
como
el descanso.
Como
unos brazos
abiertos
al abrazo,
como
unas alas
que
planean libremente,
como
un amor
que
se expande sobre el todo,
como
un final
que
comienza eternamente.
“Como
la muerte”
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Al fin he llegado hasta ti,
y
he podido sentirte de cerca
más
allá de opiniones ajenas,
que
maquillan tu autentica esencia.
He
tenido que saltarme muros
de
la cárcel de mi educación
y
escapar de mi vil egoísmo
que
es mi principal prisión.
Te
he buscado cambiándome el sexo
despreciando
caminos sin nombre
que
te ataban a la dependencia
de
costillas soberbias de hombre.
Y
he negado tu imagen velada
en
excelsos versos de don juanes
que
con falsas promesas de amor,
siempre
quieren sentirte callada.
Me
orientaron los suaves aromas
que
irradiaban los frutos y flores
que
tenían en tu bello jardín,
un
diario de mil estaciones.
Y al final yo te encontré,
en
tu profunda altitud,
tan tuya, tan libre y fuerte,
desnuda de sinsabores,
bailando
con muchos sueños
al
son de tus ruiseñores.
Eras dueña de tu reino,
repleto de mil amores,
donde
nunca estabas sola.
¡Perdón
por sentirte de cerca!
“Linda
mujer escritora”.
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Micro
relato de 150 palabras
“LA OTRA”
Al despertarme, me di
cuenta de que seguía en el mismo sitio; habitación 888
de un hospital.
A mi lado, mi cariñosa esposa, con su mano me pasaba su energía,
más al fondo, una conocida figura, paseaba de lado a lado con distraída espera.
--¿Qué hace esa mujer aquí?--le susurré a mi esposa.
--¡Que despistado eres! Ha dicho que es pariente tuya, ¿no la conoces?--
Y sí, la conocía, pues era mi amante secreta, de toda la vida.
Ya de niño, recuerdo cuando flirteaba con ella en furtivas escapadas de tristeza.
Y así seguí, en mi bipolar vivencia; alternando con ella, cuando mi esposa
me mostraba algún rechazo.
Aunque ahora estaba ante las dos dueñas de mi postrera existencia.
Por eso con ahogada decisión le dije al oído a mi elegida esposa:
--¡No te vayas, vida mía, no me dejes solo con ella!
!que no me fío de sus oscuras intenciones!
de un hospital.
A mi lado, mi cariñosa esposa, con su mano me pasaba su energía,
más al fondo, una conocida figura, paseaba de lado a lado con distraída espera.
--¿Qué hace esa mujer aquí?--le susurré a mi esposa.
--¡Que despistado eres! Ha dicho que es pariente tuya, ¿no la conoces?--
Y sí, la conocía, pues era mi amante secreta, de toda la vida.
Ya de niño, recuerdo cuando flirteaba con ella en furtivas escapadas de tristeza.
Y así seguí, en mi bipolar vivencia; alternando con ella, cuando mi esposa
me mostraba algún rechazo.
Aunque ahora estaba ante las dos dueñas de mi postrera existencia.
Por eso con ahogada decisión le dije al oído a mi elegida esposa:
--¡No te vayas, vida mía, no me dejes solo con ella!
!que no me fío de sus oscuras intenciones!
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