LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Crisálidas



                                           


 Los pequeños ojos de Pablillo, se resistían a abrirse una vez más, temiendo encontrarse con su habitual mundo exterior: un plomizo e invernal campo de batalla, superpoblado por procesionarias multitudes, inconscientemente guiadas hacia no sé qué metas de máximo consumo.

Él nunca quiso formar parte de aquella competitiva turba, a la que no le importaba reptar para conseguir su engorde. Por eso anhelaba las horas de la noche, en la que siempre buscaba un mundo hecho a su imagen.

Cuando llegaba a su humilde hogar, una cálida voz, siempre repetía su insistente cantinela:
 --¡tienes que comer para crecer, hijo mío, que estás muy delgado!--
Entonces  Pablillo, comía, poco pero comía, para pasar cuanto antes a su deseada estancia. A la que tenía acceso a través de un sencillo encantamiento; el producido por  el beso de su hada madrina, el cual pronto lo trasportaba a ese mundo que él creía,  más suyo. En él veía un paisaje un poco más limpio, aunque su espesa niebla hacia casi imperceptible cualquier nitidez; y lo peor, es que aquí, Pablillo, descubrió que era una pequeña oruga, eso sí, muy brillante y saltarina; la cual sentía un gran apetito por las sabrosas hojitas, tan abundantes y nutritivas para el crecimiento.

Así Pablillo, fue creciendo y creciendo en poderes sensoriales, hasta que su contrariado interior provocó su máxima intranquilidad. No entendía por qué, esas noches pasaron a ser tormentosas pesadillas repletas de preguntas, que él no sabía contestarse.
 Por eso volvió a vivir nuevamente los días, buscando repuestas fuera de su larvada impotencia.

En sus largos paseos, Pablillo, observaba todos los detalles que pudieran dale pistas para desenredar su enmarañada incertidumbre; sintiéndose ahora, como semejante componente de un amplio fractal de seres, solitarios y meditabundos, con sus amorfas cabezas, semejantes a interrogantes crisálidas, que solo trasmitían una contaminante lluvia acida, saturada de porqués, cuyas respuestas no habían encontrado todavía una tierra apropiada para germinar.

 Y Pablillo, volvió a la noche y al día. Y el tiempo pasó en espacios de silencios y colirios. Hasta que una noche, de las suyas, observó que su aletargada ninfa, empezaba a removerse dentro de sí misma, al percibir los aromas de cercanas flores, las cuales despertaron un nuevo apetito, que lo incitaba a acercarse y saborear con amorosa admiración, a cada una de las florecidas existencias que ahora observaba en su bello jardín interior.
  Un dulce beso con olor a pasiflora, lo sacó de aquel profundo trance a un despejado día lleno de luz y color, percibiendo un gozoso deseo de sentir y admirar la hermosa vida exterior que seguro presentía.

 Al salir, respiró con voluptuoso placer, aquel aire que sentía que formaba parte de su más profunda ilusión; pues observaba desde su flotante postura, que aquel largo invierno de su pasado, se había vestido, de una primavera nunca vista anteriormente por él. Todo revoloteaba felizmente a su alrededor. Las personas que se cruzaban con él, lo saludaban afectuosamente, regalándole agradecidas sonrisas a su nueva forma de mirar.
El mundo era como una gigantesca mariposa multicolor, sobre la que él ahora volaba, felizmente identificado.

 Entonces Pablillo, se dio cuenta que estaba, soñando despierto, aunque se dijo, seguro de sí mismo; “que de su verdad, él era el legítimo dueño”.

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Al principio yo volaba
y veía desde lejos
solo lo que me inventaba:
fantasías de colores y personajes de cuento,
hadas, momos y dragones,
además de fuertes héroes
que al final siempre ganaban.

Después seguí aterrizando
a una visión diferente,
aunque seguía imaginada
por la poseedora mente
que prejuzga sin dejar
que la auténtica verdad
se nos muestre libremente.

De esta forma me creé
un mundo distorsionado
digno de desprecio y odio,
lleno de seres malvados
que lo dominaban todo.

Más ahora vida mía
que estoy viendo claramente
que cuanto más te conozco,
por verte yo diferente,
te estoy viendo más real,
libre de mi fantasía.

En tu visión reconozco
mi aterrizaje final,
pues solo veré reales
a los seres de este mundo,
si despojado de alas,
temerosas de verdad,
con humilde pretensión
voy conociendo sus vidas
con cercana admiración.

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Quiero atrapar la realidad, cual mariposa inquieta,
que no me deja definirle sus mágicas verdades.
Pues veo en su existencia un parpadeo;
de es, y no es; de es y no es; de es y no es;
siempre diferente e incomprensible.
Y mi intención se rinde a imaginar,
que a lo mejor no haya una realidad,
de simpleza acorde con mi simpleza,
sino, múltiple y diversa,
dispuesta a ser observada, tan solo,
por una multitud de infinitos ojos.

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domingo, 10 de noviembre de 2019

Cavilaciones en un humano edificio



   “SINOPSIS”:  
  Al principio, en un metafórico edificio, el principal narrador: Sr. Pencil, intentará describir la relación conflictiva entre varios personajes pertenecientes a una misma corporación, los cuales acuden a su sala de reuniones, donde discutirán de toda clase de matices personales; cada uno emitiendo su distinto enfoque mental.
 Todos estos personajes, no solamente pertenecen a la misma comunidad; sino que además representan las distintas mentalidades de un mismo ser, que discutiendo sobre sus particulares puntos de vista intentarán llegar a presidir su plural identidad.
En las últimas intervenciones de esta reunión, un pequeño grupo de mujeres situado en el bajo patio del salón, criticarán sus marginadas intervenciones, destacándose una de ellas llamada Sensíla, que será invitada a participar en la comunal polémica. También un menudo personaje, igualmente situado en la platea, intervendrá con gran convencimiento.
  Al final, el Sr. Pencil, presentará el acta de la reunión a todos los participantes para que sea leída y firmada. Aunque observará con dolida disculpa, la presencia de la dueña del edificio, la cual expondrá la ultima palabra.

Algunos de los personajes serian:
Pencil – Narrador/   Cartesio – Mayordomo /  Hubris – Presidente /
Angélico – Amoroso / Miralles – Fotógrafo /  Narciso – Expositor /
Hipólito – Astrónomo /  Hidalgo – Héroe /  Agustín – Catador /
Victimes – Abogado defensor / Market – Comercial, calculador /
Sensila – dedicada a S. L. / Y el Niño,-- principal ponente de la decisión final.
                         


            
              CAVILACIONES EN UN HUMANO EDIFICIO


  Sí, ese era el lugar, ya que sobre su alta puerta figuraba el rotulo que lo
designaba: “Salón de usos múltiples”.
 Tirando de mi maleta rodante, repleta de archivos, empujé la rechinante puerta entreabierta para pasar a su interior. Se trataba de una gran nave escasamente iluminada que no me era del todo desconocida. Allí se celebraban las reuniones corporativas que tenían lugar cuando algún cambio importante lo requería; tales como poner al día ciertos estatutos de convivencia.
  Desde el fondo observé, como se acercaba una zigzagueante figura, confusamente atareada en su laboriosa ordenación.
--¡Hola Sr. Pencil!-- me dijo, --¡Hola Sr. Cartesio!-- le respondí, y sin perder tiempo siguió con su ágil torpeza intentando poner cada cosa en su sitio.
  Cartesio es un mayordomo;  un servidor venido a más, pues no recuerda señor a quien sirviera; así que pudiera decirse que es  jefe de sus propios  quehaceres.
  Cartesio, carraspea, si, carraspea  mucho, es la música de fondo de sus dedicaciones. Normalmente comienza  muchas gestiones, aunque de unas se va  a las otras sin terminar ninguna. Tiene  problemas de memoria además de una elevada dosis de despiste. Él se tiene por mañoso y presume  de su meticulosa paciencia, mientras no haya  nadie que lo moleste, ya que si se siente observado, su delicada concentración no da pié con bola. De todas formas, según la señal que pronto me hace, indica que ha terminado; que todo está dispuesto para que comience la que se supone conflictiva reunión, por lo que delegando en su conciso permiso, me dispongo a abrir la puerta.
  Fuera, una gran muchedumbre de variada calaña, parecía tener intención de entrar, por lo que valorando; que aunque  todos pertenezcan al superpoblado edificio donde se hallan las múltiples oficinas y talleres afincados  a la misma firma; no serán todos los que deban tener voz o voto sobre lo que en esta congregación se decida. Así que informo de que solo pueden pasar los más representativos de cada zona o sección.
  De esta manera van pasando por orden jerárquica hasta llenar todos los asientos que se encuentran orientados hacia un mejor iluminado escenario, donde destacados tertulianos discutirán las decisiones a elegir.
  Pasado un prudente tiempo, suficiente para que la numerosa asistencia apacigüe su ruidosa compostura, mi poca representativa persona, situada sobre el realzado escenario, se dispone a presentarse.
--Me llamo, “Pencil”, y soy el secretario: escribiente, archivador de todos los historiales conocidos y por conocer. Siempre hablo sin parar, atropellando el escaso fluir de mis ideas. Soy aficionado a leer en sonrisas y sobre todo en lágrimas; interpretador de medias tintas, presumo con torpeza de ser adivino de pasados, heridos. Tambien pretendo coleccionar: sonrisas, silencios y soledades, repletas de sueños que siempre temen bajarse a la realidad.
  Seguidamente, intentaré narraros con mi escasa capacidad oratoria, todo lo que aquí acontezca, abriendo, “acta,” al final, para que coste y sea firmada por vuestra aprobación.
  Para tal acontecimiento, con sumo respeto y consideración, me atreveré a llamar  para que suban a esta estancia superior donde comenzará la oficiosa tertulia, a los que a continuación voy a citar.
  Primeramente llamaré al que por ahora es el actual presidente de esta comunidad: ¡el Sr. Hubris!
  Mientras sube os diré que el Sr. Hubris, en sus horas libres, trabaja de político de pacotilla. Ocupa no sé qué cargo en un no sé qué partido que lucha por no sé qué ideología, aunque eso sí, siempre que habla públicamente, convence con el imperativo de una verdad difícil de comprender, a una inconsciente minoría que alucinada, asiente con el pobre  comentario, de: ”que bien habla”.
 ¡Tome asiento Sr. Presidente! Que ahora le sumaré merecidos acompañantes a su digna señoría, que iré nombrando y presentando.
 ¡Señor Angélico! ¡Suba Vd.!
  El Sr. Angélico, es noble y pacífico. Siempre que tiene ocasión, intenta ayudar cuando lastimosamente se le requiere. De pequeño quiso ser santo aunque nadie valoraba su ingenuo comportamiento. Después quiso ser profeta, aunque no solamente desconocía el futuro sino que además, no tenía ni puta idea del presente. Al final, se quedó solamente en ser, director espiritual de esta agnóstica comunidad.
 ¡Señor Miralles! No se haga el distraído y suba.
  El Sr Miralles, trabaja de fotógrafo.  Guardador de imágenes,  colecciona un álbum  extensísimo de todas sus experiencias visuales. Siempre está pendiente con su vieja cámara  de cualquier detalle que atraiga su especial atención. Le entusiasman: los amaneceres y las doradas puestas de sol. Le gusta la naturaleza, la hierba verde y la flor. Le atraen los animales, aunque mucho más si vuelan. Le gusta el mar y los ojos que lo miran con amor. Y sobre todo quisiera poder ver el alma de toda la existencia que siente y presiente.
  ¡Señor Narciso! Vaya subiendo por estas escaleritas que fueron diseñadas por Vd.
  El Sr Narciso, es expositor. Tiene una sencilla sala de exposiciones en la que casi siempre expone sus propias obras. Ya que tan solo deja exponer en ella, a los que de antemano le firmen, ser devotos admiradores de sus incomprensibles churros artísticos. Comenzó varias artes aunque no avanzó en ninguna. De pequeño dibujaba animalitos y paisajes que desde lejos no estaban mal, también hizo esculturas de escayola que comenzaba, queriendo que fueran una cosa y terminaban siendo lo que el frágil yeso les permitía. En sus estudios profesionales se le daba bien la forja  artística, en la que ganó algún que otro concurso que nunca dejó de comentar. Después le dio por escribir las tonterías que pasaban por su cabeza; normal, el pobre engreído  siempre creyó tener dotes artísticas.
  ¡Señor Hipólito!¡Ascienda hasta aquí que Vd. está acostumbrado a las alturas!
  El Sr Hipólito, a veces se dedica a la  astronomía, o simplemente a mirar las estrellas, aunque es bastante bipolar, seguramente contagiado o mejor de nacimiento, por algún trauma mental que siempre lo ha tenido bastante dislocado, Cualquier insignificante tormenta que amenace desestabilizar su cobarde paz, lo hace hundirse en la más profunda tristeza de su ratonera, o mejor dicho, de su palomar, en el que habita: un desmantelado ático, muy desordenado interiormente, sobre todo atiborrado de libros en los que predomina el tema fantástico. Cuando amanece algún día bueno para él, se le oye cantar y bailar alocadamente en la adyacente azotea, acompañado por alguien que ahora mismo no sabría decirles quien es. En fin, ya hablando nos conoceremos mejor.
 ¡Señor Hidalgo! No corra que tenemos tiempo para todo.
  El Sr Hidalgo, tiene varias actividades; practica el montañismo, donde respira las limpias ideas de las altas cumbres, lo malo es que al bajar a la contaminada urbe, su elevada paz, se convierte en indignada rabia. También es crítico de miserables avaricias  capitalistas, que opina que son las mayores culpables de todos los males de este mundo. Le gustan las canciones protesta, los libros protesta y las películas protesta, que sobretodo tengan un buen final, porque lo que más le gusta es tener fe; fe en la vida y en las personas; fe de que algún día habrá un mundo justo y feliz, ya que a veces dice que hay que creer hasta en Dios.
 ¡Señor Agustín! Suba y perdone que le ofrezcamos solo agua.
  El Sr Agustín, se dedica al gozoso oficio de catador. Es catador de vinos, carnes, pescados, mariscos, y toda clase de manjares, sobre todo naturales, que merezcan la atención de sus papilas gustativas. Cree tener buen paladar para todos los sabores de la vida. Cuando anda por el campo o la ciudad, disfruta sintiendo el variado calidoscopio de olores y colores que a su paso va captando. Sabe degustar la música y la belleza, entre la que destaca la hermosura femenina. También dice que le gusta, respirar el aire limpio de la montaña o el mar, buscando cualquier producto que se pueda cocinar. Aunque lo que más le gusta, es que lo abracen y lo quieran, y en algunas ocasiones también le apetece amar.
 ¡Señor Victimes! Sí, a Vd. le digo, levante la cabeza y suba.
  El Sr victimes, trabaja de abogado defensor, aunque siempre, de sí mismo. Se cataloga sufridor de todo acontecimiento que le fuerce, lo más mínimo, a tener que sacrificar su vaga capacidad para actuar. Defiende su estática paz, como un sagrado derecho sobre cualquier necesidad ajena que atente contra su egocentrismo. Y en fin, siempre culpa de sus males, a los demás; a la sociedad, y sobre todo a la vida, a la que considera como indeseable.
 ¡Suba Señor Markes! Y no se preocupe por su pelo, que esa escasez ya no tiene remedio.
  El Sr Markes, es fabricante de disfraces. Uniformes  de distinta presentación,  que  venden imagen de todo tipo. También se dedica al dudoso arte de orientar y maquillar ademanes de disimulado fingimiento, capaces de aparentar valores sin contenido. Este personaje tiene tantas farsas identidades que nunca puede reconocerse, por lo que siempre se inventa a sí mismo--.
   Dando por terminadas las llamadas; un poco perdido en mis desordenados papeles, me dispongo a informar al distraído público, del protocolo a seguir.
--Como han podido oír, he nombrado a los que se cree que son, los que principalmente deben componer esta asamblea; esto no quita que si alguno de los de ahí abajo, tiene algo que objetar sobre el tema que se esté tocando; pidiendo respetuosamente permiso con su alzada mano; será anotado por este moderador, que le avisará cuando corresponda, para que pueda participar sin extenderse--.
  La mesa estaba suficientemente ocupada, incluyendo al Sr Cartesio, cuya silla se había auto asignado en un estratégico extremo, desde donde pudiera remediar las anomalías que seguramente él advertiría.
--Siguiendo el orden del día me dispongo a que haga uso de su mando al Sr Hubris, ¡Señor presidente! Tiene usted la palabra para dirigir y darle apertura al acontecimiento que nos reúne--.
  El Sr Hubris, levantándose de su presidencial silla se dispone a intervenir.
 --Reconocido auditorio, a sabiendas de que soy el más idóneo para este cargo, optaré por destituirme, poniendo a vuestra disposición mi presidencia, la que sin duda recobraré,  al final de esta asamblea en la que volveré a convenceros de mi merecido puesto. Así que desde ahora, paso mi mando eventualmente a mi subordinado secretario Sr Pencil.
--¡Gracias Señor ex-presidente! Es por tanto que usando mi circunstancial mando en funciones, ahora me dispongo a dar apertura al esperado evento.   Así que humildemente sugiero que comencemos por discutir acerca de varios temas, tales como: “los  valores que deben priorizar en nuestra comunidad”, “el mejor sentido de vida  para nuestra plural existencia”, “el credo que queremos que mayormente nos identifique”, “y sobre todo, la elección del nuevo presidente de nuestra corporativa entidad”.
  Sobre todas estas cuestiones y muchas más, pueden ustedes pleitear, con el orden de intervención y de materia que prefieran; aunque recomiendo que no se atropellen en sus comedidas intervenciones. Así que tienen todos los aposentados en este escenario, la palabra--.
  Seguidamente, solo se sintió un inentendible murmullo, sin que nadie se atreviera a destacarse en voz alta; por lo que al prolongarse demasiado dicha incertidumbre, no me quedó más remedio que estimular el atascado comienzo, para lo cual elegí a uno de los tertulianos para que comenzara.
--A ver, Sr. Hubris! ¿Qué opina Ud. del valor principal para nuestra Corporación?—
  Entonces, con mirada desafiante, el Sr. Hubris, estiró su postura dispuesto a soltar su elocuente parrafada.
--Pues miren Ustedes, no queriendo yo ser el primero por mi natural prudencia, a sabiendas de que me lo merezco; quiero decirles que el principal valor, sin lugar a duda, es “la grandeza”, en todos los aspectos. Por eso nuestra digna corporación debe de centrarse, por encima de todo, en que sea vista como la mejor, no permitiendo que nadie nos haga críticas negativas, porque lo más importante es tener amor propio y el orgullo de creer en sí mismo, defendiendo siempre la personal identidad y a la que pertenecemos, hasta el punto de ser envidiados por todo lo ajeno a nosotros. Para eso debemos de manifestar siempre nuestras numerosas  virtudes--.
  En este momento fue interrumpido por el Sr. Angélico.
--Perdone Sr. Hubris, la verdad es que yo no estoy muy de acuerdo con su forma de valorarse a sí mismo, ya que a mi parecer, lo más importante en esta vida es el sacrificio a favor de los demás. A esto se le llama “amor”, y  ese es el principal valor para mi humilde opinión. Basados en él, debemos creer y evolucionar hacia un elevado estado de desapego de nuestro ego, hasta alcanzar la  liberación  de nuestro lastre físico,  para que  sea   nuestra  alma la que verdaderamente le dé entidad a nuestra verdadera existencia espiritual.
--¡Venga ya, san memo!—Contestó con desprecio el Sr. Hubris, prosiguiendo.
--Tú lo que eres es, un tonto, cobarde, que no tienes reaños para enfrentarte a tus enemigos, y pretendes dignificar tu despreciable postura con esa memez de la santurronería, y ya no te digo más, porque me estás sacando de quicio--.
  Pasado un breve y mascullado tiempo, observé que el Sr. Narciso se disponía a intervenir.
--Permítanme Uds. que les corrija a los dos. No hay que ser ni tan soberbio ni tan humilde, sino hacerse valer a través de méritos. Para eso yo, podría serviros de guía en ese gran valor que naturalmente tengo, y que les voy a proponer. Pues yo opino que “el triunfo” es el valor que nos separa de la  mediocridad y nos hace ser: seres predilectos, importantes y admirados.
--¡Pero a dónde vas tú, a orientarnos en nada, si eres un batato en eso de triunfar!—Interpeló con altivez el Sr. Hidalgo, prosiguiendo con su espontanea intervención.
--Lo mejor que puedes hacer es rendirte a encontrar en esta vulgar comunidad, la capacidad suficiente  para hacer algo digno de fama o  triunfo, y dejar que los demás propongamos un valor más popular y practico; por ejemplo el de “la justicia”. Pues yo animo a esta aunada colectividad a que persevere en luchar por la igualdad, los derechos humanos y la justicia social. Para eso, sobretodo, habrá que tomar conciencia de las penalidades de ese gran pueblo obrero del mundo, y en consecuencia, participar en las manifestaciones que contengan estos fines; así como, denunciar las injusticias cometidas por los poderosos explotadores que no tienen escrúpulos para enriquecerse a costa de la miseria de los pobres.
--¡No se exalte Ud. Sr. Hidalgo!—Le dije, intentando frenar su acalorada critica.  Más  procurando  seguidamente  forzar  el relevo, hallé entre los participantes, la pasiva y escondida postura del Sr. Victimes, al que decidí increparle para que interviniera.
--¡A ver, Sr. Victimes! ¿Y Vd. que nos dice?
--¡Yo! Yo mejor no diría nada, ya que he venido sin querer, desde mi cómodo inconsciente, a esta patraña que considero una pérdida de tiempo, intercambiando verborreas mentales que no llevan a ningún sitio. Porque la mayor culpable de todo, es esta puta vida, que no sé con qué directriz asigna las caprichosas diferencias entre los seres de este mundo, que dan lugar a que unos, irremediablemente, dominen y abusen de los otros. Aparente injusticia que no tiene remedio, porque la maldad egoísta está arraigada en toda existencia, de forma que el arreglo de este desarreglo solo, a lo mejor se  conseguirá después de que todo se destruya, en la paz de la inexistencia. Por eso el único valor que propongo es el de “la pasividad”; procurando llevar nuestra vida lo más apartada posible de cualquier altercado; e intentando practicar, siempre que se pueda, algún ejercicio de relajación que haga que nos despreocupemos de todo lo exterior a nuestra indiferente comodidad.
--¡Hala! Sigue durmiendo tío, que eso es lo tuyo—contestó el Sr. Agustín, que prosiguió su intervención.
--No se dan Uds. Cuenta que a esta vida se viene a disfrutar todo lo que se pueda. Que sí, que hay muchos problemas e injusticias, ante las cuales apenas se puede hacer nada; tan solo aprovechar los buenos momentos y saborearlos. Pues si nos fijamos tan solo en lo bueno que nos pasa, siempre podremos gozar de las pequeñas cosas, que seguramente abundan. No tengan duda, el valor más importante es el “optimismo”; esa postura que hay que tomar hasta en los peores momentos, sobre todo en los propios, porque a los problemas ajenos, que le vamos a hacer, que cada uno aguante su vela; porque seguramente cada uno tiene mucha culpa de lo que le pasa. Hasta se dice que muchos están penando las culpas que cometieron en otras vidas. Por eso no hay que ser demasiado malo, vallamos a que después nos reencarnemos en una sufriente existencia, o peor todavía, que sea verdad eso del infierno. Así que, a querernos a nosotros mismos, que eso es amor propio, y lo demás, es impropio--.
  Mi espera a la siguiente intervención, ahora se alargó demasiado, dándome tiempo a observar el ambiente general de la silenciosa congregación. Los arriba  seleccionados para encabezar la polémica cavilación, se veían claramente adormilados, mientras que en el patio inferior, tan solo quedaban salteadas presencias, igualmente a punto de caer en la insensibilidad. Por lo que observando tal escenario, decidí aplazar dicha reunión, hasta una próxima ocasión propicia, que sería anunciada a cualquier intempestiva hora, con un iluminado letrero de llamada.
  Algún indeterminado espacio de tiempo más tarde, mi adormilada percepción, fue despertada por algún sonido, ajeno al habitual silencio nocturno; el ruido en cuestión era un mortecino rumor, que pronto percibí que venía de mi exterior. Miré la hora y extrañado observé que solo eran las cuatro de la madrugada, por lo que adoptando mi típica indumentaria, fui al encuentro del sonoro parloteo. Y sí, allí estaban, moviéndose como estrellitas en la oscuridad; un grueso grupo de componentes de nuestro existencial edificio con sus lucecitas frontales encendidas, esperaban a la entrada del “salón de usos múltiples”, intercambiando por bajines sus azoradas opiniones.
--¿Qué os pasa?—pregunté al llegar, un poco incómodo, esperando que solo uno fuera el que me diera razón de aquel colectivo incordio.
--Perdone Sr. Pencil, soy yo: el Sr. Hipólito, el culpable de esto; ya que como se sabe, padezco mucho de insomnio, el que hoy he tenido por culpa de la luna llena, ya que su vivo resplandor se filtra por las abundantes rendijas que padece mi averiada techumbre. Así que sin poder dejar de darle vueltas a los temas de nuestra pasada reunión, empecé a constatar con unos y con otros hasta acabar en este lugar, esperando que alguien nos abriera para poder seguir discutiendo de esos temas en su apropiado lugar.
--Bueno, ya que casi todos estamos levantados, nuestro aquí presente Sr. Cartesio, se encargará de abrirnos y de acondicionar nuestra sala de reuniones con la luz y sonido apropiados--.
 El Sr. Cartesio,  con su habitual nerviosismo se dispuso a realizar sus conocidas tareas, aunque no con demasiada rapidez, ya que la iluminación no acababa de alcanzar la luminosidad deseada.
--¡No importa!—le aconsejé con atenuada autoridad. —Nos apañaremos con esta agradable penumbra, en la que podremos mejor esconder nuestros adormilados rostros.--
  Una vez aposentados en sus respectivos puestos, me dispuse a dar la palabra a uno de los tertulianos.
--A ver Sr. Hipolito, ya que Vd. Ha sido el promotor de este madrugón, si quiere, puede empezar con el tema que no lo dejaba dormir.
--¡Gracias, Sr. Pencil! Pues sí, empezaré con mucho gusto comunicándoles mi elevada visión. Como casi todos Vds. saben, por mi posible extraviada ubicación, intermedia entre dos dimensiones, seguramente soy el más despistado, aunque a la vez, idóneo para valorar las dos opuestas formas de mirar la vida. Dos visiones que una siempre desenfocaría a la otra:” la positiva y la negativa”. Pues si la miramos con una visión positiva y abierta; la que mira con fe, con admiración, comprensión y amor; veremos una hermosa existencia a nuestro alrededor, que a pesar de todos los pesares, siempre lucha por conseguir un mundo mejor. Igualmente veremos que todos sus habitantes son con diferencia mucho más buenos que malos; y sobre todo que el mal es producto, del error o de la falta de evolución; defectos que siempre tendrían arreglo con una educación y una cultura, sobre todo orientadas a ampliar conciencia social y afectiva. Sin duda esta visión, nos daría; paz, justicia, bienestar y felicidad, En cambio, si miramos con visión estrecha y negativa, todo lo veremos a través del odio y el desprecio; nuestro miedo nos generará, desconfianza y violencia; creeremos que todo lo que no nos beneficia es malo y merece ser destruido; seremos infelices y haremos infelices a los demás, hasta el punto que nuestra torpe visión acarreará guerras y abusos sociales y ecológicos capaces de acabar con el que creemos, inhóspito mundo. De todos modos, tiene su ventaja la bipolaridad de ver de dos maneras diferentes; pues además de poder cuestionarlo todo; no hay mejor forma de ver la luz que desde la oscuridad. Por eso me gusta tanto ver las estrellas desde la oscura noche, y la luminosa verdad desde mi triste torpeza. Por todo esto, yo propongo el valor de “la búsqueda”; esa fantástica actitud que utópicamente se empeña en ver más allá de nuestra humana apertura de ojos--.
  Después de la prolongada disertación del Sr. Hipólito, el silencio pareció crecer en pastosidad, hasta el punto que no tuve más remedio que romperlo con mi sonora intervención.
--¡Hable Vd. Sr. Miralles, que no ha dicho nada todavía!
--Hablaré porque Vd. Me lo pide, aunque lo mío es principalmente la observación. No puedo remediarlo, siempre estoy pendiente de las pequeñas cosas que me rodean. No me importaría no tener presencia física, para ser tan solo; sentidos capaces de captarlo todo. Pues yo veo la vida como un bello paisaje repleto de formas, colores, sonidos y olores, que siempre esperan ser admirados. Desde que recuerdo, una gran parte de mi percepción, casi siempre estuvo ajena a mi rutinaria actividad, estando mi  atención  mayormente ensimismada en los detalles paisajísticos que me rodeaban. Nunca pude remediarlo. Aunque creo que mi observación siempre tuvo filtros, a través de los cuales  he visto en la tosca realidad, otra creada por mí. Una fantasía llena de color y de animada naturaleza, en la que plenamente me he sentido identificado. 
  ¡Bueno!, sin querer extender, por lo que veo, mi aburrida exposición, paso a decirles que mi valor favorito es el de “la observación”, que deberá ser crecientemente refinada en respeto y admiración hacia lo observado; siendo muy importante para el uso de dicho valor, la capacidad de alcanzar un estado de concentrado silencio--.
  De pronto, el Sr. Hubris. Se levantó y protestó enérgicamente.
--¡Si lo llego a saber, no vengo! Para oír a tanto papanatas diciendo memeces, cuando lo importante es lo que yo he dicho; destacar sobre los demás, todo lo que se pueda, imponiendo nuestra categoría a través de una altiva postura y un don de convencimiento como el que tengo yo. Por eso he estado tanto tiempo dirigiendo esta aborregada comunidad, a la que pretendo seguir conduciendo.
--Si, si, Sr. Hubris, ya sabemos sobradamente su forma de ser y de actuar, por lo que ahora, preferentemente, nos interesa saber lo que piensan los demás, por eso, yo, como moderador de esta asamblea, prefiero darle la palabra al Sr. Markes, que es el único que no ha dicho ni pio.
--¡Hola a todos! Sí, yo soy el Sr. Markes. Como veréis, mi atuendo es elegante y de calidad, ya que yo siempre cuido mi apariencia. Es muy importante que los demás nos vean como personas dignas; para eso debemos intentar disimular todos nuestros defectos, mostrarnos con educada postura, hablando con correcto lenguaje, y en fin, haciendo creer a los demás que somos mejor de lo que somos.—Entonces, el grito del Sr. Hidalgo interrumpió el hasta ahora elegante discurso.
--¡Embustero! Sí, Sr. Markes, lo que está diciendo es que es un embustero.
--Si y no, Sr. Hidalgo. Lo que yo digo realmente es que la verdad no sirve para nada. En esta vida todo debe de ser mentira. Por ejemplo: a quien le gustaría que le dijeran sus defectos corporales sin disimulo, y al contrario, a quien no le gusta recibir alabanzas sobre su aspecto físico, aunque no sean del todo ciertas. Y es que esta vida funciona a través del teatro. En ella todo son ceremonias; en los saludos, en las relaciones sociales y afectuosas; y sobretodo en las relaciones políticas y comerciales. Por eso yo propongo el valor de “la actuación”; que se aprende con la educación cívica. Aunque también se aprende mucho en las religiones, donde se adoptan santurronas posturas, bastante diferentes a la verdad interior del supuesto creyente. De todas formas, con la verdad no se va a ningún lado, porque la verdad solo lleva; al fracaso, al rechazo, al castigo, y en muchos extremos, a la muerte.
--Después de haber oído la verdad, bueno lo que sea, del Sr. Markez, creo dar por terminada esta confrontada tertulia…¡Pero, silencio! ¿Qué pasa ahí abajo, con tanto ruido.
--Perdone Vd. Sr Pencil—dijo una voz, con una clara tonalidad femenina.
--Somos un pequeño grupo de mujeres que nos sentimos marginadas en este edificio generalmente masculino, y que revindicamos nuestra  especial opinión.
--¡Lo que faltaba, que hablaran las mujeres!—protestó el Sr. Hebris, aunque pensándolo bien opté por darle permiso a la portavoz del grupo.
--Suba, suba, señora, y exprese aquí arriba sus opiniones.
--¡Buenas! Me llamo Sensila. Como verán, este edificio de perfil machista también tiene sus mujeres, ya que nosotras somos las encargadas de especiales sentimientos, como el de la sensibilidad, la ternura o la comprensión; también nos encargamos del sentimiento del perdón y la empatía; aportamos una gran dosis de intuición, de astucia y sobretodo de bondad. Claro está que no somos como Vds.; ya que nuestros valores son muy diferentes, aunque sensiblemente necesarios para que este viejo edificio siga medio funcionando. A pesar de todo, ninguna de nosotras quiere dirigir nada; tan solo queremos que se nos tenga en cuenta, principalmente para que aprendáis de nosotras. Pues somos la estirpe que con cariñoso poder, irá dominando y salvando un mundo que en vuestras manos acabaría ineludiblemente destruido--.
  Al fin iba a dar por terminada la reunión, cuando observé en las gradas a alguien que al parecer movía su brazo pidiendo intervenir.
--A ver, levántese Vd. y dígame lo que quiere.
--¡Perdone, estoy levantado, es que soy de baja estatura—dijo el que al mirarlo mejor, me di cuenta realmente lo que era.
--Tú lo que eres es un niño, y los niños no deben de estar en estos debates. Además ¿de dónde has salido? que yo apenas te recuerdo--.
  La menuda persona, vestida con prendas inapropiadas para su aparente edad, sin pedir permiso, se dispuso a subir a nuestra distinguida tribuna.
--¡Muy buenas, querida peña! Yo tengo muchos nombres, como: Paidí, Puer, Buki, Chavo, etc. aunque en esta comunidad casi todos me conocen por el apelativo con el que me ha señalado el Sr. Pencil: “El Niño”: Y no es por mi corta edad, ya que soy el más antiguo de este Edificio, en el que, en los primeros años, solo fui yo su único habitante.
  Siempre correteo, de abajo a arriba y de arriba abajo, compartiendo con todos; actitudes y conocimientos, aportándoles mi natural curiosidad e ilusión, que seguramente reconocerán que les ha servido como indispensable y renovadora energía, necesaria para sus actividades vitales. En estas correrías mayormente me detengo a jugar en la terraza, junto al palomar de mi gran amigo, el Sr. Hipólito, con él, comento lecturas de su amplia biblioteca en la que destacan  esos libros que tanto me gustan, como: Corazón, El Principito, Ámi, Momo, y muchos más que siempre acaban en un esperanzado final.
  Mi ideología aunque es adaptable y variada, debo de reconocer que tiene sus especiales preferencias y discrepancias; pues no me siento atado a ningún bando político ni religioso, por mi particular opinión de que en todo lugar hay personas buenas y menos buenas; destacando esa típica frase de que, “el hábito no hace al monje”, y que no se pude poner la mano en el fuego por ninguna apariencia. No obstante, junto a mi otro amigo, Miralles, hemos descubierto, que si se mira bien, se pueden distinguir a las buenas  personas, por la agradable mueca feliz que manifiesta en ellas, un gran contenido de infancia.
  Al hilo del tema que les estoy comentando, no hace mucho, mi amigo Hidalgo y yo, nos pusimos de acuerdo en destacar, que las mejores personas de este mundo eran esas de humilde postura que después de haber padecido; duros trabajos, pobrezas o enfermedades, sonríen agradecidas al amor y a la vida; y que de mutua opinión, las identificamos con las plantas naturales, las que después de pasar, lluvias ,fríos y pedriscos, conseguían abrir sus flores, claramente agradecidas a sus satisfechas existencias.
  Casi todos los aquí presentes, si juzgan con sinceridad, podrán reconocer que mí disimulada presencia,  siempre ha sido el fondo de sus actuaciones, porque yo soy el que les he dado: ilusión, fuerza, ganas, curiosidad, fantasía, y sobre todo corazón. Porque eso es lo que realmente soy; el corazón de este Edificio, sin el cual, todos Vds. solo serían, ahuecados cacareos vaciados de contenido.
--¡A ver, Niño! Tú no deberías estar aquí, porque nosotros ya somos mayores y no necesitamos de ninguna ingenua inmadurez.
--¡Perdone Sr. Hubris! Ya sé que nosotros nunca hemos tenido demasiado feeling, y que su mala dirección ha llevado a esta comunidad a convertirla en un agrietado edificio, rancio y áspero, que desde hace mucho tiempo anda manifestándose con huidiza desconfianza y bronco rechazo a casi todo. Aunque mire lo que le voy a decir: Vd. no es un desperdicio total, ya que si aceptara mi dirección, podría servirnos para decir “noes”. Para decir no a los credos egoístas que solo prometen salvaciones excluyentes; no a los símbolos vacíos de humanidad, que intencionadamente sirven para sustituir a personas y verdades por engañosos estandartes que solo representan al poder que los maneja; no a los complejos generados por las necias opiniones que pretenden auto valorarse rebajando lo ajeno; no a la manipulación de todos esos poderes que con subliminar técnica, intentan y consiguen, conducir las mentes, como a domesticados rebaños, a través de miserables pastos de fiesta, folclore, tradición, distracción y pachanguera creatividad, que con su disimulado careo,  procuran  anquilosar  las cervicales de un pueblo, que como ganado de cerda, no pueda  levantar cabeza.
  Además, Sr. Hubris, Vd. podría servirnos, para que con serena  prudencia, defendiera la autoestima de nuestro humilde aunque digna Comunidad humana.
  Ya sé que parece que presumo demasiado de mi persona, aunque mi verdad es la de sentirme vinculado íntimamente a cada uno de mis inseparables vecinos;  por eso solicito  humildemente  al Sr. Pencil, que pregunte a todos los presentes, si reconocen que mi influencia en ellos, siempre ha sido de vital existencia--.
  Al parecer, nuestro pequeño personaje, había terminado su larga y  convencedora exposición, por lo que reconociendo que aquel extenso debate, por mi cansancio, pedía su fin, e influenciado por la última intervención; opté por pedir la votación recomendada.
--¡Querida asamblea! Después de que todos habéis podido intervenir, opinando de forma tan libre y variada; orientado por la última intervención, les pido que con la misma sinceridad, voten con sus manos alzadas, los que crean que es cierto lo que afirma nuestro nuevo aspirante a líder; el Excmo. Niño, siendo esta votación a la vez valedera para elegirlo como nuevo presidente de este deteriorado Edificio, que seguro necesita una renovadora consistencia--.
  Al terminar mi parsimoniosa pregunta, poco a poco, se fueron levantando las manos de los múltiples asistentes, tanto de los situados en el patio inferior como de los cercanos a mi destacado nivel; comprendiendo sin tener que contarlas que pertenecían a una destacada mayoría, por lo que respetando la opinión de los que no estaban de acuerdo con aquella votación, nuevamente dirigí mi cansada voz al tumulto comunitario, que ahora manifestaba con mayor volumen sus encontradas opiniones.
--¡Silencio, silencio; señores! Que ya todos queremos acabar. Para eso les pido voto, ahora para los que estén a favor de que siga en su antiguo puesto de presidente, el respetado Sr. Hubris--.
  Las salteadas manos levantadas abajo, se podían contar sin que su número pasara a necesitar de dos cifras, y entre los arriba congregados, tan solo había cuatro: el Sr. Markes, el Sr. Victimes, el Sr. Cartesio y el Sr. Hubris, al que me costó convencer de que no podía votarse a sí mismo. Además de interesarme, tan solo por curiosidad, el motivo de los votos de los Sres.: Markes, Victimes y Cartesio, a lo que por orden de cita, fueron contestando.
--Pues yo he votado al Sr. Hubris porque como saben, valoro las formas por encima de los fondos, y el prestigio sobre la sincera humildad. Preferencias en las que sin duda, el Sr. Hubris, supera con creces a nuestro reaparecido Niño.
--¿Y Vd., Sr. Victimes?
--Yo lo he tenido muy claro, porque no me gustan los cambios, casi siempre provocadores de novedosos problemas que a mí me dan miedo, y porque siempre se ha dicho “que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
--A ver, Sr.Cartesio ¿y Vd. que me dice?
--Yo nunca digo nada porque lo mío es trabajar, aunque debo decir que me gusta la rutina de quehaceres que conozco y jefes a los que me acostumbro, como el Sr. Hubris, con el que llevo casi toda mi existencia, obedeciendo sus imposiciones, las que acato con gusto porque valoro su don de mando; en cambio ahora, no  sé de  quién  recibiré  precisas  instrucciones--.
 Al fin ya todo estaba claro, nuestro nuevo presidente sería el Niño; esa fresca presencia que con el tiempo la creíamos olvidada, ya que dirigidos por la torpe altivez del Sr. Hubris; nuestro ya maduro edificio, ha ido deteriorándose en todos los aspectos. Siendo acometido por la agrietada aspereza que acarrea el miedo y la desconfianza. También fue negada, con argumentos de innecesaria existencia, la restitución de nuestra destruida veleta, la cual nos marcaba el ilusionado sentido de nuestra vida.
 Todo se nos fue degenerando con esa mal conducida visión, que solo se fijó en el desencanto de las malas experiencias, hasta el punto de que nuestra vida fuera casi insoportable. Menos mal que nuestro olvidado Niño todavía estaba ahí; en los escondidos adentros de nuestras bajas gradas, y que poco a poco podremos dejarnos llevar por él: por su curioso entusiasmo, por su capacidad de soñar y de ilusionarse por las pequeñas cosas, y por todas esas cualidades exclusivas de la infancia, tan necesarias para sentir la verdadera felicidad.
 Por eso, intentando que mi voz fuera oída en todo el graderío, pronuncié el veredicto elegido.
--¡Estimada comunidad de sensoriales vecinos! Debo de comunicarles con sobrada alegría por mi parte, que ha sido elegido por la mayoría de los presentes, para que lleve el digno cargo, de presidente de esta aunada Comunidad: el Excmo. Sr. Niño, y que tal decisión será anotada en acta, la cual será reafirmada por todos los que así lo quieran--.
  Después de mi pregonada sentencia, la abundante concurrencia demostró efusivamente su gran alegría. Más entre el pequeño grupo de las mujeres, con gran sorpresa, pude distinguir la inconfundible figura de la Dueña de nuestro Edificio, por lo que rápidamente me vi obligado a intervenir.
--¡A ver! ¡Un momento de silencio, por favor! ¡Perdón! ¡Excma. Dueña de nuestro edificio, perdone Vd. por no darme cuenta de su presencia! Sabiendo sobradamente que Vd. debe de tener la última palabra—.
  Entonces su segura voz sonó con enérgica serenidad, sin que necesitara de ser amplificada por ningún deformador artificio.
--¡No se preocupe Sr. Pencil! Que yo ya estoy bastante satisfecha con la elección que acaba de pregonar. Porque desde que  tomé posesión de este Edificio; ese inadvertido Niño y Yo, hemos tenido una afectuosa relación en la que no han faltado por mi parte, los maternales consejos que su infantil comportamiento necesitaba, y que casi siempre han sido aceptados de buen grado.  Por eso Sr. Pencil y demás convecinos; no tengan duda de que con la rica aportación de los renovadores  valores de su juventud  y mi sabia influencia para guiarlo, siempre respetada por él. Esta desvencijada Comunidad  tomará un nuevo rumbo, en el que se abolirá el machismo, la falsedad y el egoísmo, en favor de una positiva visión en la que: la ilusión, la sensibilidad, la comprensión, la tolerancia, la empatía, la generosidad, la simpatía y el amor; serán los principales pilares reforzadores de este viejo,  “Edificio”, que deberá renovarse o morir.