LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

sábado, 21 de diciembre de 2019

Memorias de piel


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Memorias de piel

Tengo en mi piel, memoria de aquél sol,
de cuando aquellas calientes cercanías,
aceleraban un ya, febril ardor,
en encendidas hogueras obsesivas.

Y de aquella primavera, siempre en flor,
desojada sobre arenas escondidas,
cuando abierta, rezumaba aquel fulgor
que embriagaba mis hormonas sensitivas.

Era de nácar, el candor de su color
como una diosa, sobre la playa esculpida,
era una concha, regazo de mi amor,
donde bebí, elixires de ambrosia.

Busqué veneros, para entrar en su interior,
porque quería fundirme con su vida,
en un crescendo baile, invocador,
de una fusión de cuerpos, explosiva.

Era un volcán, que trepidaba sin control,
con erupciones de magma, incontenida
que evaporaba, de un mar observador,
algunas olas que llegaban atrevidas.

Son mis recuerdos de un ya, lejano sol,
que calentaba, aquellas playas tan furtivas
aunque quedaron los arrullos del amor,
y algunas brasas de pasiones encendidas.


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                          UN CUENTO DE NAVIDAD

                                      

La amplificada voz del anciano sacerdote, amenazaba con rotunda afirmación en su navideña homilía.

--¡Amadísimos hermanos! Tengo que recriminaros por la falta de fe que veo en vuestra profanadora forma de celebrar la Santísima Navidad, confundiéndola con una lúdica fiesta, llena de folclórico paganismo. Por lo que os advierto que todo el que no cumpla los dogmas instituidos por la Santa Madre Iglesia, será aniquilado por la severa ira divina, en la muy próxima, segunda venida de Cristo, llamada: "Parusía"; (San Pablo 1tes 4,13-18); dónde habrá un penoso rechinar de dientes--.

Mientras que aquella severa voz pronosticaba su autoritaria reprimenda, los pequeños ojos de Gabriel, parpadeaban asustados ante el amenazante futuro.   Aunque Gabriel no estaba solo, porque su atenta madre, apretaba con tierna firmeza la temblorosa mano del asustado niño.
Menos mal que después de algunos rutinarios rituales, una liberadora bendición les dio licencia para abandonar, entre empujones, la atiborrada iglesia.
Ya en la calle, el pequeño Gabriel aferrado a la mano de su madre, miraba casi sin ver, las frías calles, iluminadas por unas pequeñas luces que parpadeaban con la misma incertidumbre que pestañeaban sus confusos ojos. Todo lo veía pálido y descolorido. La gente deambulaba como sonámbula y pérdida, buscando una alegría que no pasaba de ser un forzado teatro de farsas muecas de felicitación.

--¿Por qué estás tan nervioso?--pregunto su madre.--¿Acaso estás preocupado por lo que ha dicho el cura? No te preocupes ángel mío, que seguramente por ser tan mayor, no tiene humor para ver la vida en positivo; después, ya te contaré otro evangelio que quizás te guste más--.

Al llegar a su humilde casa; una vez acomodados bajo las cálidas enaguas de una mesa camilla, la cariñosa madre sacó un pequeño y rozado libro del Nuevo testamento, en el que rápidamente encontró lo que buscaba: (Juan-3, Jesús y Nicodermus)
--¡Mira, Gabriel! aquí dice que un hombre de reconocida sabiduría llamado Nicodemus, quiso hablar con Cristo en secreto, para preguntarle por la verdad y el reino de Dios; y que Cristo le dijo que tenía que volver a nacer, y parirse a sí mismo, porque sólo de esa forma podría encontrar lo que buscaba. Así que, olvídate de todo y búscate dentro, una verdad que nazca en ti--.

En pocos años, el pequeño Gabriel fue creciendo en estatura, aunque sobre todo en capacidad de abrir sus espabilados sentidos, hasta que la divina semilla de la verdad, fue germinando en su interior; dejándolo embarazado de un deseo incontenible de encontrar toda la verdad que se deseaba.
Así fue engordando en su interior una expansiva conciencia, que obligó al exaltado Gabriel, a buscarse en intimidades de silencio y soledad.

Tan solo un pequeño hatillo era su equipaje.

--¿A dónde vas?—le preguntó su madre, desesperada.--¿Acaso te has enterado de que yo te encontré abandonado, y quieres encontrar a tus verdaderos padres?
--No te preocupes querida madre, porque tú me has engendrado toda la espiritualidad que me siento; aunque mi verdadera madre yo sé que es, la Vida, a la que le debo toda mi existencia y dedicación--.

Después de una cálida y húmeda despedida, el joven Gabriel, partió primeramente eligiendo rutas de montaña, familiarizándose con toda la fauna y la vegetación que encontraba a su paso. Su principal alimento era el procedente del sol, además de  pequeños frutos silvestres. De todas formas no necesitaba demasiado, ya que su liviano cuerpo se fue acostumbrando a una austeridad casi milagrosa.
En sus silenciosas caminatas y profundas meditaciones, fue percibiendo mensajes de toda naturaleza, destacando con mayor fuerza los sentidos en su interior, desde el que, una incontenible necesidad de emanación de su rebosante contenido, lo obligó a frecuentar lugares habitados.

En adelante, el asceta Gabriel, se dedicó preferentemente a divulgar el mensaje de luz, que se percibía. Siempre que tenía ocasión, hablaba y hablaba, de un nuevo mundo habitado por una nueva humanidad, que pronto estaba por llegar. Un novedoso cambio de valores que darían lugar a la venida de una sagrada verdad que a todos contaminaría.
Había algunos que entendían algo de lo que decía; aunque la mayoría, influenciados por su desarrapada presencia y el poco marketing que le daba a su mensaje; se reían de él, y de todo lo que decía. No obstante, su persistencia insistía en divulgar su buena nueva. Aunque su endeble cuerpo apenas le acompañaba en su divina labor, pues solo se alimentaba y se vestía con lo que alguna mano caritativa le ofrecía,

Aquel día, su rozado abrigo, no era suficiente para remediar el frio que su casi etéreo cuerpo sentía. Él pensó que su frio era de alma y de impotencia,--aunque no podía rendirse--se dijo, y andando sin rumbo, buscando el ánimo que necesitaba; al pasar a la altura de una conocida iglesia, sintió unas nostálgicas ganas de entrar. En su fondo pudo ver un hermoso belén, repleto de luces y figuritas, atractivas para los ojos de cualquier niño. Por lo que su cansancio, de alma y de cuerpo, lo invitó a sentarse en un cercano banco.

En sus lagrimosos ojos, fluía una mezclada imagen de pasado, presente y futuro. Sintiendo que a través de ellos, podía entrar y salir de sí mismo, visualizando recuerdos y adivinando futuros, como si todo en su conjunto careciera de tiempo. Lloraba y reía a la vez, por una existencia semejante a un hermoso rosal repleto de rosas y espinas, hasta que su desbordante emoción le hizo pensar que su alma había roto aguas.

En su sonámbulo estado de estupor, comenzó a hablar en voz alta, predicando sus iluminadas visiones de una nueva venida de Cristo en cada persona, el cual traería verdad, justicia y amor, asegurando que él lo sabía porque era su anunciador.
Mientras tanto, muchas personas se habían acercado; unos atraídos y otros malhumorados por sus palabras, hasta que un asotanado joven, le comunicó a la exaltada concurrencia, que no se preocuparan, que ya había llamado a la policía.
--¡Mirad, ahí están! ¡Gracias a Dios que habéis venido! Os he llamado porque este hombre, está espantando a mis devotos feligreses; seguro que es un loco, un revolucionario, o peor; un anticristo. Y quiero que os lo llevéis.
--¡Perdone Vd. señor cura! Lo de llevárnoslo es cosa nuestra, si no hay denuncia--.
Seguidamente, una autoritaria voz surgió de entre la excitada multitud.
--¡A ver señores guardias! Yo soy el presidente de la asociación de vecinos de este barrio, y tengo claro que tenéis que llevaros a este hombre; primero porque está alterando el orden público y segundo, porque está como un cencerro, ya que insiste en decir que es el Arcángel San Gabriel--.

Aquella Noche Buena, en una sencilla habitación "del hotel de los sueños rotos", el sublime Gabriel, tuvo ocasión de sentir la Navidad de una nueva era para la vida. Pues sintió, que al igual que el “efecto mariposa”, su mensaje había llegado a todas las personas del mundo, y que como epidemia, habían sido contaminados y embarazados de verdad. Y vio como una maravillosa luz apareció a través de una explosión de ojos abiertos. Una luz de verdad, de justicia y amor, que se hizo dueña de una nueva vida en la Tierra; la que después de aquel feliz acontecimiento, pasó a ser: “un luminoso Reino de los Cielos”.

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Es propio de gente facha
de irracionales valores,
el sentimiento de castas
que solo ve posiciones,
admirando clases altas,
y despreciando inferiores.

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