LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

sábado, 27 de noviembre de 2021

Paisaje vivo

  

 

No quiero bajar,

no quiero abandonar este paisaje vivo, repleto de armoniosos mensajes que ahondan en el silencio que me siento.

Porque atento, yo oigo la dulce melodía del cantarin arroyuelo, acompañado, quizás a coro, por suaves trinos y susurros de hojas bailarinas.

Musical nana despertadora de almas,
que me abre a sentir la caricia del aire y el olor de una tierra, delicadamente perfumada con verdes aromas de salvia y mejorana.

No quiero bajar de este alto mirar que sobrevuela sobre un ancho valle, salpicado de blanqueadas moradas de cotidianos problemas,
que tan pequeños llegan hasta mí.

No quisiera bajar de este elevado silencio,
desde el que puedo sentir un paisaje tan pacíficamente vivo,
a no ser que se rinda mi espera,
a la que siempre me espera.

 

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CLARA Y SUS PRÍNCIPES

 

En un cercano lugar vivía una hermosa joven llamada Blanca, portadora de unas formas que eran a la vez armoniosas y deportivas. Su elegante y altiva figura que destacaba sobre su mediocre entorno, le daban una digna categoría de princesa.

Muy cercana a ella también estaba su bella y majestuosa madre, la cual desde el nacimiento de su protegida descendiente, le había trasmitido el venerable hechizo de que nunca se sintiera por debajo de nadie.
Por eso la joven alteza creció sintiéndose cada vez más segura de sí misma y de sus posibles aptitudes para hacerse una madura mujer tan sabia como su madre.
Para ello a través de distintas fuentes y experiencias, consiguió una extensa cultura que le dio una altura de visión por encima de lo corriente.
Muy satisfecha estaba la excelentísima joven en todas las facetas del conocimiento, aunque no tanto con lo relacionado con su vida amorosa, ya que todos los varones con categoría cultural de príncipes, cuando se acercaban al elevado rango de la princesa, debido a sus inferiores estaturas, se sentían vergonzosamente como enanos.
Así pasó un tiempo salpicado de frustrantes experiencias, las cuales llegaron a hacerle creer que nunca conseguiría una relación estable e intensa, como ella deseaba.
Aquella hermosa y simpática joven siempre disimulaba sus íntimas preocupaciones aunque a su sabia madre no la podía engañar.
-¿Qué te pasa, querida hija? Te veo diferente, -le dijo su madre cierto día.
-Ya sabes que todos tus problemas son también míos, y que puedes contármelos con la confianza de que yo te los voy a comprender, y quizás pueda darte alguna solución, aprendida a lo largo de mis experimentados años.
Pocos minutos pasaron de un espacio temporal que parecía prolongarse como la fatigosa apnea que quiere salir de profundidades submarinas, hasta que la reservada Blanca consiguió exteriorizar sus íntimos sentimientos.
-¡Querida madre! No me pasa nada importante, tan solo que no encuentro amor a mi medida, seguramente por culpa de que soy muy exigente con mis pretendientes, y ellos pronto se rinden a llegar a la altura que yo espero de ellos.
-No te preocupes mi bella princesa, es natural que a tu edad tengas dudas sobre tu vida amorosa.
Así le hablaba su sabia madre a la vez que acariciaba con ternura las suaves manos de la joven que ahora necesitaban algo de calor. Mientras tanto desde un cercano cajón sacó un bello espejo, adornado con delicadas filigranas y coloreadas incrustaciones de piedras semipreciosas, el cual con especial delicadeza se lo ofreció a su sorprendida hija.
-¡Toma querida Blanca! Ya sé que no conocías la existencia de este mágico espejo, que fue hecho a mano por alguna de mis ascendientes y que a través de generaciones ha sido pasado como yo ahora lo estoy haciendo contigo, pues te diré que tiene el poder de conceder deseos, sobretodo relacionados con la perfección y la sabiduría personal. Por eso quiero que tú lo uses ahora, porque estoy segura de que serás más bella, más sabia y seguramente más feliz que yo. Aunque mientras que tú por ti misma vas descubriendo las verdades de tu vida, con mucho respecto a tus sagradas decisiones querría darte algunos consejos.
-En principio te diría que te desprendas de todos tus tacones, de todas las alzas que ridiculicen a tus pequeños príncipes. También te aconsejaría que salieras de tu círculo, que cambiaras de mundo; ese en el que cada uno vive a través de su forma de mirar. No esperes nada del futuro, tan solo vive el presente, porque la vida es buena si no la forzamos, y casi siempre nos sorprende con hermosos regalos. De aquí en adelante guíate por ti misma y libérate de mí, porque tu futuro sobretodo es tuyo.
Después de aquella magna lección, la bella Blanca veía su vida con nuevos colores. Ahora sin prisas degustaba sus experiencias sin apegos ni desprecios, tomándolo todo por bueno. Tan solo encontró una pequeña pega a la que no le daba demasiada importancia, que era la rara casualidad de que todos los príncipes que encontraba, los hallaba dormidos, porque aunque se movían y hablaban, ella sabía perfectamente que andaban como zombis, sumidos siempre en sus egoístas y particulares sueños. De todas formas con el tiempo se fue acostumbrando a aquella habitual anomalía, hasta que un día que paseaba buscando la soledad y el silencio, por una paradisíaca playa en la que la vegetación casi llegaba a la orilla del mar; sobre la verde hierba de un elevado montículo observó a un hermoso varón, profundamente dormido, al cual a primera vista no se le reconocían rasgos de príncipe. -¡Qué bello durmiente más varonil!- Se dijo ella, conforme se aproximaba cada vez más a aquella armoniosa figura en la que destacaban unos largos y robustos miembros, capaces de envolver sobradamente con poderoso abrazo, a la esbelta aunque ahora encogida joven. Y no pudo remediarlo; el atractivo de aquel joven parecía que tenía imán para ella, hasta el punto de que casi llegaba a tocarlo. Así pasó largo rato mirándolo y admirándolo sin poder contener que salieran de su boca entrecortadas frases poéticas que sonaron como mágicos conjuros liberadores de encantamientos, pues conforme ella recitaba, los grandes ojos del hermoso joven se iban abriendo cada vez más, sobre todo al ver la deslumbrante imagen que con igual admiración a él lo miraba.
-¿Quién eres?-le preguntó el joven un poco confuso, aunque seguidamente afirmó, -Ya sé quién eres, tú eres la mujer de mis sueños, la que al parecer ahora has venido a despertarme de ellos, para poder disfrutar de tu realidad, aunque ahora que te tengo delante, tengo que decirte que eres mucho más hermosa que la borrosa imagen que yo siempre he soñado.
Poco después sobre un resplandeciente fondo dorado, las dos esbeltas imágenes caminaban muy cerca una de otra, contándose mutuamente sus sinceras intimidades, hasta que sus proximidades se fundieron en abrazo.
-Este encuentro tenemos que festejarlo -dijo ella. -Sí, sí,-dijo él. -Este amor tenemos que festejarlo todos los días de nuestras vidas, juntos, para siempre.

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Seguramente que de soledad,

se murió,

mi sueño avandonado.

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