Me he quitado el mando

Me he quitado el mando.
Este ya no soy yo,
soy el suplente, el otro:
el que no imagina ni sueña ni juega, ni ríe ni llora,
ni se deja llevar por tonterías.
Un nuevo tirón de riendas, limitará el movimiento de mi cabeza,
para que el niño que fui ayer, no tenga ocasión de serlo hoy.
No puedo relajarme a vivir despreocupado de mi comportamiento.
Dejaré de ser el yo, que por naturaleza debiera ser, y se ocupará de mi,
el adulto control, inexperto técnico en apariencias,
que no me permita divagar en niñerías.
Ya está bien de sufrir correcciones a causa de mi tonta sinceridad,
de mi confiada verdad, que no sabe de lo poco que a nadie interesa.
Ahora seré: un poco más callado, más neutral, más prudente  y serio.
Si es que se puede añadir seriedad a mi anquilosada mueca.
Ya que mi sonrisa se me quedó olvidada en mi primera infancia,
de la que debo de estar cada vez más lejos.
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Si me gusta el humor negro, es porque es serio y  disimulado;
porque me lo siento, no en la cara, si no en la raíz de la sonrisa:
entre pecho y estomago.
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No hay duda,
tanto en lo físico como en lo mental,
donde duele,
ahí está el mal.
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Empacho de odio, empacho de mal.
El mundo está empachado,  indigesto de malas noticias,
envenenado de malas opiniones, que superan con creces a la realidad.
Todo es un equívoco maleado por intereses manipuladores de la verdad,
que ganan con la mentira, con el miedo y la maldad.
Somos mucho menos malos de lo que creemos.
Todo es producto de esa mala óptica que nos tienen metida.
Nuestra forma de mirar, nuestros prejuicios,
son los que nos hacen más malos de lo que somos.
Sufrimos de una atiborrada dosis de tóxicos mentales, a través de tantos medios
que deforman la confianza, el entendimiento y la comprensión
que entre los humanos debiera haber.
Estos tóxicos mediáticos, distorsionan las visiones y enloquecen los sentimientos,
 a partir de tempranas edades, hasta el punto de que, la locura,
en este mundo, es el peor mal.
Siempre tiene que haber malos; en las series televisivas, películas, noticias,
religiones o políticas mundiales.
Siempre tiene que haber un malo malísimo, al que debemos odiar,
y muchos problemas, violencias, guerras y terrorismos, a los que debemos temer.
Muchos de ellos parecen que estén fabricados,  porque no nos pueden faltar motivos,
para no tener paz,  ni cordura que nos guie hacia un mundo mejor y más justo
Seguramente porque a alguien le interesa que su injusta ventaja no cambie de postura,
y siga este mundo envenenado de odio e in cordura inconsciente
que confunda ciegamente, reconocer, el verdadero señalamiento de la maldad,
concentrada tan solo en unos pocos, adinerados, que todo lo dirigen.
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Vivo en ascensor

Vivo en ascensor
que sube y que baja
y vuelve a subir;
distintos niveles
tiene mi sentir.

Me asomo a terrazas
repletas de luz
desde donde veo
perfecta visión:
un mundo que avanza
en su construcción.

Más tarde desciendo
a estancias más bajas,
desde donde juzgo
algunas ventajas
de una vida llena
de muchos problemas
en los que tropieza
mi falta de ganas;
que me van bajando
hacia negros sótanos
que me desesperan,
porque no hay ventanas
que den hacia fuera;
y entonces me encierro
en mi pobre mente,
existencialista,
que no ve salida
que no sea la muerte.

Menos mal que subo
cuando miro arriba
y levanto el vuelo
hacia mis alturas
que pueden ver cielo.

Así bajo y subo
y vuelvo a bajar,
y sueño y me hundo;
y en este vagar,
desde mis niveles
veo distinto el mundo.

Aunque mi ascensor
ya viejo y cansado
no coge altitud,
me tiene parado
en bajos sin luz
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Lo que verdaderamente avanza y evoluciona, es el rodillo humano,
a través de su cultura y conciencia experimental.
Un rodillo que se encuentra con muchos enemigos e inconvenientes,
que debe superar, y que al superarlos, aprende. Mientras que los lideres,
se montan en ese rodillo humano, aparentando situarse a su cabeza.
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La caridad ocupa,
lo que la justicia abandona.
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Ante todo somos “Existencia”:
la que “todo es”, eternamente.
Reproduciéndose: sembrándose, brotando, floreciendo y granando.
Cada vez más perfecta, más exquisita, y pura.
La existencia se hace a sí misma, se evoluciona a sí misma, y se ama a sí misma.
La existencia lo es todo. De mil colores, de mil formas; desde los más sutiles sueños a las más consistentes rocas, todo es existencia, que se complementa y completa, sin dejar ni un solo hueco, ni un vacio;completa siempre, por realidades, o por sueños o deseos, tan reales en sus condensadas verdades, que no habrá ni uno solo, que a lo largo de su evolucionada existencia, deje de cumplirse. Porque todos los sueños y deseos, a primera vista, ingenuos, encierran significados profundos de reconocer.
La existencia no es una herramienta ni una creación que necesita ser usada por alguien ajeno a ella; no necesita patrón ni constructor ni director, porque es ella su máxima autoridad. Toda ella es deidad, en sí misma; infinitamente ancha en dimensiones y manifestaciones; vibrando en infinitas frecuencias; tan elástica en su grandeza, que puede empequeñecerse, hasta desaparecer, y todavía está ahí, toda entera e infinita.
De ella somos y somos ella, ocupando cada uno su propio hueco, asignado, dinámico y vivo; que no será el mismo más allá de una ínfima dimensión de espacio-tiempo.
Todos somos Existencia, grandiosa, sublime y bella.
“Alegrémonos de existir”
“Somos hermanos de las estrellas”
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