LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

viernes, 6 de octubre de 2017

En el camino de Santiago




                     EN EL CAMINO DE SANTIAGO



En el interior del albergue, un creciente murmullo comenzó a desperezarse, intentando disimular su incordiante deshora. Mientras tanto, Marcial, un atlético joven de mediana estatura procedente de Andalucía, miró por segunda vez la hora en su deportivo rolex.

-Las seis y cuarto,--se dijo para sí, saltando ágilmente desde la cama superior de la litera que ocupaba, para pasar inmediatamente a zangarrear con bastos modales a su amigo Pedro, el cual dormía hasta ahora en la cama inferior.

-¡Vamos Pedro que hay que salir temprano que hoy la etapa es larga!
-¡Déjame ya, cojones! ¿Para qué tanto madrugar?
 
A Pedro, no le quedó más remedio que levantarse para evitar los reincidentes empujones de su pesado amigo Marcial.
 Así que usando las pequeñas linternas frontales, se fueron cambiando, aseando y preparando sus mochilas para su inminente  caminata.
 Marcial, aunque más joven que Pedro, le dedicaba más tiempo a su aseo personal, ya que cuidaba mucho su ondulado pelo y su siempre apurado afeitado, en cambio Pedro, acababa pronto, tan solo amarrarse un poco su enmarañado pelo en forma de cola y echarse una aguilla por lo más preciso.

-¡Vamos Marcial, tanta prisa y termino yo antes que tú!

 Al salir fuera del caldeado albergue, sobre todo por la calor humana, una fría llovizna pareció abofetearles las caras a los adormilados peregrinos.

-Quien nos manda venir a hacer el camino en el mes de Abril,--murmuró indignadamente el delgado Pedro, que encapotado en su amplio impermeable, caminaba torpemente girando todo su cuerpo cuando quería mirar lateralmente para orientarse.
 Al principio se vieron acompañados por una habitual multitud, que como ellos  preferían salir a primera hora, y que poco después se fue disgregando en distintos niveles de intención y fuerza en la andadura.
 El camino que empezó suave; poco a poco fue tomando un alto nivel de dificultad, distanciando aun más a los caminantes, hasta el punto de que los amigos Marcial y Pedro iban caminando bastante rato en soledad.
 Apenas hablaban, tan solo a veces, Pedro decía: “que frio hace” a lo que Marcial respondía: “es que eres un quejica”. Así caminaron un buen rato sin apenas acontecimientos que comentar, a la vista de Marcial; ya que Pedro llevaba un buen rato observando, como de vez en cuando, a lo lejos, sobre las colinas del camino próximas a alcanzar, aparecía una esbelta figura, vista a contraluz, de lo que seguro era un peregrino vestido a la antigua usanza, con hábito y sombrero de ala ancha. Aunque lo más extraño era que siempre al voltear dichas colinas, el extraño caminante desaparecía sin saber por qué.
 De todas formas, Pedro, no quería darle demasiado crédito a sus sonámbulas visiones, casi seguro producidas por aquella lluviosa neblina que destemplaba tan fríamente su cuerpo.
  Al sobrepasar unos destartalados caserones de piedra acompañados de un característico olor a vacuno, pudieron ver  escrito a mano, el anuncio de un bar cercano al camino.

-Había que parar y tomar algo,--dijo con cierta autoridad, Marcial.
-Vale, como tú quieras,--contestó deseándolo, Pedro.

 En el interior, repleto de mochilas y sudorosos peregrinos que anhelaban refugiarse del constante chirimiri, apenas se veía sitio para pretender desayunar.

-¡Madre mía!¡ Con razón no hay nadie en el camino, si están todos aquí!--Dijo Pedro con su habitual socarronería.
 
Cuando pensaban marcharse, desde una esquina alguien los llamó.

-¡Amigos! Aquí en esta mesa se van unos pocos, podéis sentaros conmigo.

 A regañadientes, Marcial aceptó la invitación, ya que notó cierto deje en aquella voz que no le hacía mucha gracia.
  Mientras desayunaban, entre ellos se cruzaron las características preguntas que se hacían entre peregrinos.

-¿Cómo os llamáis y de dónde sois?  Yo me llamo Jordi y soy de Terrassa, ya sabéis, de Cataluña.
-¡Vaya!--Susurró para sí, Marcial.
-Sí, yo me llamo Pedro y aquí mi amigo, Marcial. Nosotros venimos desde el otro extremo del mapa, de Andalucía, bueno de Graná  ¿Y tú Jordi caminas solo?
-Hasta ahora sí, aunque ya echo en falta compañía, es un poco aburrido no tener con quien hablar.
-Pues nada, vente con nosotros,--dijo Pedro, deseoso de tener un interlocutor más ameno con el que poder compartir ideas.
 
 Cuando estaban cogiendo sus apartadas mochilas, Marcial le increpó a Pedro con un leve empujón diciéndole:

-No sabes que a mí no me gustan los catalanes.
-No pasa nada, Marcial, se ve un chaval muy majo.
 
 A Jordi se le veía que era un muchacho corpulento y organizado en sus movimientos, que seguramente ya había pasado los cuarenta.
  Seguidamente prosiguieron su andadura los tres juntos aunque al principio, el mayor protagonista entre ellos fue el silencio, hasta que Pedro, incómodo con el machacante sonido de los pasos, intentó abordar el primer tema de conversación que se le vino a la cabeza.

-A ver Jordi ¿Y tú qué opinas del tema ese tan candente de la independencia de Cataluña?
-Bueno yo creo que ese tema no es muy apropiado para este camino, pero ya que lo preguntas, te voy a dar mi opinión. Yo respeto y me gustan mucho todas las regiones de España pero me siento muy catalán, hasta el punto de que no me importaría de que Cataluña fuera algún día un país independiente, ya que así gestionaríamos mejor nuestra economía y no tendríamos que depender del gobierno español para mantener y potenciar nuestra lengua y costumbres.

 Marcial que no podía soportar aquella verborrea separatista, saltó como resorte.

-Perdona Jorge o Jordi, o como sea. Cataluña para cualquier cosa incluida su independencia tiene que contar primero con España que es a  quien pertenece.
-¡No! Entiendo yo que nadie es propiedad de nadie, y que la libertad y la democracia son los primeros valores que hay que respetar. Además, no sé vosotros, pero la mayoría de los españoles no nos tienen gran estima, por lo que cada vez más convencidos estamos de nuestro deseo de independencia. la que, ya puestos así, la conseguiremos por las buenas o por las malas.

 Marcial se estaba acalorando demasiado, por lo que contestó casi violento a las incordiantes palabras de su indeseado acompañante.

-Eso lo veremos, si hace falta meteremos al ejército, porque vosotros no vais a dividir una España que con tanto sacrificio fue unida por los dignísimos Reyes Católicos.
-¡Tranquilos! No os enfadéis, que hablando se entiende la gente. Yo soy el menos indicado en hablar de esto porque me considero ciudadano del mundo, y no creo mucho en las fronteras, ya que opino que no debían de existir, aunque también creo que las autonomías en todo el mundo debieran de ser lo suficientemente pequeñas para que no surjan en ellas deseos de división. De todas formas en cualquier confrontación humana lo primero que tiene que primar es el dialogo, respetuoso y comprensivo, regido siempre por esa esencial regla llamada democracia.
-Mira tú, Pedro, déjate de tonterías porque en este mundo están los que ganan y los que pierden, y los que pierden tienen que rendirse ¡y ya está!
-Pues yo no me rindo ni me rendiré nunca.--Respondió con firmeza el tranquilo Jordi.
-Ya lo veremos.- Respondió Marcial con una fría mueca parecida a una sonrisa, sin dejar de mirar a Pedro, al cual le siguió interpelando.
-Además, tú que no eres catalán, para que te pones a defenderlos, tienes que definirte porque si no estás conmigo, estás contra mí.
-Bueno, yo quisiera estar con los dos pero me parece que lo mejor es no estar con ninguno, pues curiosamente os veo parecidos y enfrentados, y me parece a mí que siempre en la historia de este mundo ha habido intolerantes bandos, enfrentados y culpables de tantas guerras en las que han muerto muchos inocentes (de sentirse de parte de ninguno).
 
 Nuevamente el silencio se hizo dueño de aquel camino que de momento había perdido todo su sentido.
 Pedro que reconoció su torpeza por intentar cambiar el monótono sonido de los pasos por la alterada estridencia de las palabras malsonantes, optó por distraer su mente en la observación del paisaje; este trascurría pesadamente lento, apenas se movían los homogéneos verdes de los cultivos colindantes, aunque al levantar la mirada hacia adelante quedó mágicamente sorprendido ya que otra vez divisó la extraña figura sobre la siguiente elevación del terreno, e igualmente cuando llegó a la pequeña cima, solo encontró un zigzagueante y solitario camino.

-¿Habéis visto a ese peregrino que llevábamos delante y que después ha desaparecido?
-¡Ya estás con las tonterías de tus visiones! ¡Que vamos a ver!—Contestó de malagana, Marcial, que no dejaba de pensar en la desagradable compañía que se les había pegado, y con la que no estaba de acuerdo en continuar.
 
 Los tres “amigos” se fueron distanciando unos de otros, Marcial y Jordi, porque no querían seguir discutiendo y Pedro, sin darse cuenta, ensimismado en sus cavilaciones quedó bastante atrasado.

-Qué raro, estaré tarumba.--Se decía.-¿Quién será ese extraño caminante que me ha parecido ver varias veces?
 
 Poco después, al sentir unos pasos a su espalda, giró curiosamente la cabeza y un escalofrío de sorpresa invadió todo su cuerpo, se trataba de aquella estirada figura, elementalmente vestida y de barba mal cuidada, a la que escasamente se le podía ver la cara ya que su ancho sombrero la dejaba oscuramente a cubierto.

-¡Buen camino!--Dijo Pedro cuando el lúgubre caminante llegó a su altura.
-¡Buen camino, hermano!-Contestó amablemente el noble peregrino.
 
 Pedro, disimuladamente lo observó, apreciando su raído hábito de color indefinido, y sus desgastadas sandalias que parecían estar echas de la misma piel de sus pies, grandes y curtidos por el frio y el polvo del mil caminos.

-Perdone señor mi indiscreción pero me gustaría saber algo de usted. Mire, yo me llamo Pedro y creo que llevo viéndolo varias veces a lo largo de este camino, aunque  después  siempre lo pierdo de vista sin saber por qué. Estoy interesado en saber: ¿Cómo se llama, de dónde viene y por qué viste así?
-Te lo diré a ti, Pedro. A mí me llaman Santiago y estoy enganchado a este camino desde que le pusieron mi nombre. En mis constantes andanzas siempre aprendo algo más. Hablo con todos los caminantes que me quieran escuchar, y con los que sobre todo crean que este camino está vivo, repleto de vivencias de los sentimientos de los millones y millones de peregrinos que han pasado y pisado sobre las piedras de esta mágica ruta. Pero Pedro, me parece que tus amigos se ha perdido ya de vista, a ver si los pierdes.
-No se preocupe que seguro nos encontraremos al final de la etapa, además que discutan sin mí, que yo no aguanto desavenencias y se han empeñado en llevar la razón, uno en contra del otro por culpa de sus nacionalismos, en los que yo no creo ni me importan, en cambio prefiero escuchar sus sabias opiniones, que seguro tendrán respuesta para el problema que divide a mis compañeros y a tantas otras personas que como ellos, tienen ideas encontradas.
-Mira Pedro, de mí dicen que participé en muchas batallas, y yo te digo que es una burda mentira, seguramente se mató a mucha gente en mi nombre, pero nunca en base a mis pacificas convicciones, recibidas directamente del mensajero de una buena nueva cuyo contenido exclusivo era “el Amor”.
 En aquellos tiempos, la mayoría de los reyes se empeñaban obsesivamente en conquistar pueblos y reinos ajenos para someterlos y servirse de ellos, usando las arcas propias y saqueadas para financiar sus constantes guerras, sin preocuparse de una humilde población a la que sangraban con abusivos impuestos; sin embargo, muchas de aquellas gentes primitivas, aclamaban fanáticamente a su rey y ofrecían sus vidas por unas victorias que ellos creían que ganaban. Por eso, que ningún habitante de ningún reino o país, crea que su nación le pertenece, porque los verdaderos propietarios son los que tienen propiedades y riquezas que explotan, sirviéndose habitualmente de la miseria y la ignorancia de un pueblo trabajador al que se le engaña fácilmente con banderas.
-¿Y tú dices que eres, Santiago? Bueno, no importa de que seas real o fruto de mi imaginación, porque yo te creo, y estoy íntimamente de acuerdo contigo. Que sigas teniendo siempre un “buen camino”, y cuéntale a todos los que te escuchen esas sabias respuestas que tanto bien hacen. “Adiós”
“Hasta siempre”.

 Cuando Pedro se separó de su esporádico acompañante, aceleró presuroso su paso a ver si alcanzaba a sus amigos, a los que no vio hasta llegar al único albergue que tenía la pequeña población que figuraba como final de etapa.
 Al llegar buscó aposento y cama, después usó la ducha con relajada parsimonia, intentando limpiar su espíritu de todas las impurezas que pudiera contener su cuerpo. Después con cierta tranquilidad, ya cambiado de ropa, decidió  pasar al salón comedor, donde los peregrinos comían, casi siempre compartiendo sus viandas.
 Sí, allí estaban los dos, aunque separados. Saludó desde lejos con la mano a Jordi que respondió mecánicamente con el mismo movimiento, pasando después a sentarse junto a Marcial.

-Perdona Marcial, me he quedado atrás porque me entretuve hablado con aquel extraño peregrino que os dije, y me ha dicho que es Santiago. No sé si será verdad pero habla muy bien y sabe muchas cosas, deberíais de haberlo escuchado vosotros también. Dice que si nos liberáramos de muchos errores  de los que inconscientemente padecemos, otro mundo mejor sería posible.
-A mí déjame de tonterías porque tú lo que eres es un loco idealista e imbécil que padece de visiones creyentes en un mundo imposible en el que no haya desavenencias ni conflictos; un utópico aburrimiento en el que solo podrían ser felices los simples como tú. Y no quiero hablar más contigo, así que cada uno por su lado.
 
 Al día siguiente, Pedro no madrugó. Cuando salió al camino lo hizo despacio y en solitario, saludaba a los caminantes que lo adelantaban mientras que admiraba la paz del paisaje. Poco tardó en aparecérsele la conocida silueta de su nuevo amigo que al parecer lo esperaba sobre la próxima elevación del camino.

-¡Hola amigo Pedro! Veo que vas solo.
-Sí, nos hemos separado, ellos llevan otra marcha.
-No, Pedro, ellos no están haciendo el camino, sintiéndolo; tan solo andan, porque este camino es como una frontera de paz y unión en este mundo, para todas las personas que al margen de sus razas y nacionalidades se quieran sentir verdaderamente iguales.

 De ahí en adelante Pedro caminó unas veces solo y otras  acompañado, aunque siempre procuró ir con gente que como él, sintieran el verdadero “Camino de Santiago”.

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