¡Por favor! Debo de tener fe.

¡Por favor! Debo de tener fe:

en que siempre hay una puerta que se abre,

en que siempre hay una salida para cualquier cerrada situación,

en que toda vida es un sagrado camino que nunca pierde su continuidad.

Porque seguro que hasta la muerte, en su oscura visión,

tiene salida hacia una luz, que nuestros ojos de este lado,

todavía no ven.

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¿Será posible que esta puta vida no me deje vivirla antes de morir?

Parece que fuera hembra rebelde que no deja ser poseída. Siempre insinuante y provocadora. Aunque nunca me dejó paz para sentirla; para poder disfrutar de sus bellezas.

A lo peor está vetada para mí, y me la tienen prohibida, estos cabrones custodios, adinerados, acaparadores que todo lo quieren poseer. Que ni viven ni dejan vivir. Incapaces de amarla. Envidiosos de todo lo que ellos no pueden sentir.

Seguro que la tienen secuestrada. Presa de sus bastedades. Pretendiendo hacerla suya por la fuerza.

Y a lo mejor no es culpa de ella, y sí, de la injusticia que sufre su libertad: La que le mueve a ser amante de todos, y no, de esos pocos que creen que no hay vida de sobra para todos, si la supiéramos compartir.

Por eso vivo mi amor platónico. Intentando siempre hacer de mis pasivas realidades; elevadas fantasías. Cuando lo mejor sería hacer de mis fantasías; palpables y fecundas realidades.

Pues quizás sea culpa mía, por no saber que la verdadera vida, no tiene porque ser la que busca mi cómodo egoísmo: dulce, pacifica e infantilmente hermosa, como princesa de cuento. Sino como la que debe de buscar mi amor: una cenicienta, sufridora de tanta injusticia, deteriorada y necesitada de mí y de mi lucha, ilusionada siempre en que mi creer en ella, no dejará ni descansará en querer que su plena hermosura, infinitamente creciente, nunca deje de ser sentida, valorada, y amada.

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El primer derecho de la vida es vivir,

aunque no es el segundo poder morir.

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Descubriéndome  torpezas

y viendo que poco valgo

con poca esperanza espero

que sirva yo para algo.

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A veces padecemos posturas de cegada inconsciencia

en las que solamente desde fuera

nos pueden hacer ver.

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Nos reencarnamos mientras vivimos; en cada perdida, en cada herida, en cada roce, en cada fracaso, en cada sacrificio, en cada servicio, en cada obra, en cada acto, en cada amor. En lo que damos y en lo que la vida nos quita. Hasta que vaciado de alma, el cuerpo, muere.

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Al que no se hace muchas preguntas

no le hacen falta muchas respuestas.

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Somos como puntos capaces de expandirnos, como big-banes aspirantes a universos, que todo lo comprendan y lo amen. Abriéndose los unos a los otros. Mezclando sus espacios hasta conformar una unidad que todo lo acoja… Entonces, cada uno de nosotros será el todo, de cada uno de nosotros.

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Solo los que luchan por lo que aman,

más allá de sus limitados tiempos,

gozarán de la trascendencia que en ellos se pone en marcha.

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El día que con urgencia tenga que abandonar mi cuerpo,

quisiera llevarme no más de lo esencial:

Quizás su capacidad de  ver la belleza, de oír el sonido que armoniza,

y de oler nostalgias de otoños y primaveras.

O quizás tan solo, pudiera apañarme con una sola valía,

la de sentir la poesía.

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Hay épocas de fiesta, en la que vestidos de elegante moral, parece que fuéramos  mejores. Después, en época de crisis, ya con ropa de faena, parece que hubiéramos retrocedido. Cuando la verdad es que somos los mismos, aunque con menos disfraz.

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Compuertas de la alegría que no la dejan mojarme,

dependencias que pendientes no me dejan liberarme,

e insomnios madrugadores no dejan de preguntarme

¿Si se debe ser feliz a pesar de los pesares?

¿Si  no nos debe rendir el problema cotidiano?

Y mirando:

Que después de la tormenta casi siempre sale el sol,

y que si dura la pena, nuestro cuerpo no soporta mucho tiempo el mal humor.

Que el que lucha sin pereza, siempre encuentra recompensa de felicidad a su acción.

Que el que cree en positivo que la vida es ocasión de vivir intensamente circunstancias de emoción, tendrá su vida ocupada con tareas que aunque luchadas, le darán satisfacción.

Que el que ama y agradece, tiene plena garantía de que con esos valores no habrá dolores ni mal que le quiten la alegría.

Y que el que no pone empeño por pereza o no saber, que la felicidad no se nos da por nacer, que no es regalo sino premio, y que no tendrá ni dará felicidad, porque querer es poder.

Pues por todo lo descrito es de obligado saber

que la felicidad, no es solo necesidad,

sino también un deber.

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Al paso del tiempo nos vamos secando.

Esa capa húmeda de la juventud

se nos va perdiendo,

hasta que al final sale a nuestra piel

esa imagen fiel que llevamos dentro.

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Me pusiste a andar

y me sigues poniendo,

Tu articulas mi desanimo,

el que no se movería

si no fuera, porque vivo por ti.

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En verano, el día,

por la mañana va que vuela,

por la tarde se echa la siesta.

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A la luz de la sombra,

la soledad, muestra su claridad.

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Paz sin valentía,

no dura ni un día

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Acabará:

La violencia con la violencia,

la religión con la religión,

el capital con el capital.

Pues será la autodestrucción

la que acabe con todo mal.