LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

sábado, 2 de noviembre de 2019

El sueño extraviado



                                  EL SUEÑO EXTRAVIADO

 Mientras que la tarta llegaba a la mesa; la canturreada felicitación de: "Cumple años feliz" era coreada por la escasa concurrencia familiar.
El rutinario acto parecía normal, a no ser por los extrañados ojos del agasajado; que no dejaban de mirar las encendidas velitas con formas de números: "un siete y un cero".--No puede ser-- se dijo sin palabras.
 Al acabar aquella cantinela, una  blanca voz, gritó con dulzura:--¡abuelo, sopla y pide un deseo!--.
Entonces, el obediente abuelo, sopló repetidamente, hasta apagar las persistentes llamitas. Aunque el deseo, por más que buscó en su desgastada ilusión, no consiguió encontrárselo.
 De todas formas, alguien comentó:
--¡no lo digas, que no se cumple!
Seguidamente, al ruidoso festejo, le pasó inadvertido el doloroso tropel, que él, comenzó a sentir en su cabeza.
 Menos mal que pronto se dieron cuenta de que el abuelo no se encontraba bien, decidiendo que debían dejarlo descansar.
 Aquella noche, su insomne desvelo prometía ser largo, por culpa de su impactada desmemoria.
--Setenta años y sin deseos, ¿Cómo he llegado hasta aquí?--Se preguntaba con insistencia, intentando forzarse la respuesta.
--Pero si parece que fue ayer, cuando saltaba las paratas, con los bracitos abiertos, esperando levantar vuelo.
 ¿Dónde están aquellos sueños, y el niño que los soñaba?
 Parece que el acelerado tiempo de mi convulsa vida se hubiera plegado sobre sí mismo, hasta quedarse reducido a la nada.
 De mala manera recuerdo, como siempre fui empujado a vivir a la carrera. Tomando decisiones y luchando por una existencia, que nunca pude sentírmela verdadera.
 No hay duda, todo está perdido para mí. Tan solo me queda la paz de mi ausencia.   Dormir eternamente--.
 Pasadas unas inmedibles unidades de silencio, el cansado anciano, sintió que poco a poco entraba en una espesa niebla, que transfigurando su rendida actitud, lo llevó a una despejada estancia, suavemente iluminada.
 En ella, unos brillantes pasillos, invitaban a ser recorridos, prometiendo recompensas de tesoros escondidos.
Así, que avanzó jubiloso, con una agilidad casi olvidada, buscando algo que no sabía, pero necesitaba encontrar.
 De pronto, al fondo, creyó reconocer una pequeña silueta, hacia la cual se fue acercando. Era un niño de familiar apariencia.
--¿Qué haces aquí?--le preguntó el recién llegado.
--¡Perdona! ¿No me conoces? ¡Mírate bien! Yo solo soy tu reflejo; porque tú, en esta dimensión, siempre serás un niño. Un eterno niño, repleto de ilusiones y deseos, imprescindibles para que exista la vida.
 Parece ser, que con el tropel de tu otra paralela dimensión, olvidaste que tu polarizada vida, siempre fue una inconsciente alternancia entré dos sintonías de distinta frecuencia.
 El forzado tiempo de tu sintética existencia, aquí; baila armoniosamente al ritmo de la paz que lo saborea, además de poder ser trasformado a un intemporal tiempo, sin tiempo.
Así que no te preocupes por nada, porque tú, sobre tu ajada apariencia material, eres: la ilusión, el entusiasmo, la energía, el deseo y el amor, que el universo necesita para estar en continua evolución--.
 La mañana amaneció, como si su luz estuviera recién estrenada.
 La brillante mirada del abuelo, revoloteando, se fue posando, agradecida, en las múltiples bellezas de un nuevo mundo por descubrir.
 Ahora ya sabía fácilmente como pasar a la otra dimensión, qué ya nunca perdería de vista. Pues solo a través del silencio interior, debía ralentizar su ritmo vital, hasta sintonizar con esa musical frecuencia, en la que su verdadera existencia siempre sería, la de un eterno niño, habitante de la dimensión de los sueños.

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