LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

domingo, 10 de noviembre de 2019

El viaje interexterior




  Errante y monótona la nave deambula en un espacio incierto y elíptico. La luz plomiza que atraviesa la transparente placa frontal, despierta levemente su  indiferencia. A su alrededor puede ver por enésima vez los múltiples relojes y pantallas de la íntima computadora que controla el vehículo inter-realidad en el que habita.

  Apenas el archivo de su amnésica memoria alcanza a recordar cuando, otras naves acompañaban su olvidado rumbo; no es que supieran a donde se dirigían, pero alegremente y sin prejuicios, se dejaban guiar por las nodrizas que siempre controlaban y orientaban su continuo viaje.
  Las pequeñas embarcaciones se dedicaban solo a jugar alocadamente con los mandos, para competir en inconscientes y arriesgadas piruetas. Eran tiempos felices.

 Todo cambió cuando, imprudentemente, en un absurdo arrebato de prepotencia, bajo la influencia de su inmadura osadía, el viajero intentó explorar por sí mismo una nueva ruta, alejándose demasiado de su nativo grupo. Cuando se dio cuenta de su solitaria y perdida situación, desesperadamente intentó encontrar su antiguo estado, pero ya era imposible, pues debido a la velocidad, se había producido una deformación en el espacio-tiempo; regeneración para la que su pequeña nave carecía de poder.

 Todo esto lo sabe porque está grabado en la memoria de su pequeña encéfalo-computadora, a través de la que apenas conoce: su designada identidad, algunos recuerdos y costumbres rutinarias y una gran variedad de anquilosantes esquemas y resentimientos; sin embargo desconoce: ¿De dónde viene, a dónde va y qué significa este viaje? Para ninguna de estas preguntas tiene su programación respuesta. No obstante, no le interesa demasiado conocerla, ya que conforma su existencia en una sistematizada y monótona sucesión de tareas de entretenimiento y supervivencia, que no le dejan tiempo para preocuparse de nada más.

  Perezosamente pulsa un botón, y un acompasado ritmo se pone en marcha, que aunque cansino, acompaña su soledad y evita su silencio.
  La machacona música va imprimiendo en su aletargado pecho un acelerado golpeteo, imprescindible para ponerle en movimiento. Por lo que aprovechando este irreflexivo impulso, se dedica seguidamente a realizar las primeras tareas personales de su desganada vida. Así que realiza la elemental higiene íntima y engulle la habitual dosis alimenticia que necesita su organismo para medio funcionar.
  Seguidamente, el automático  mecanismo de auto limpieza interior, se dispone a realizar su tarea cotidiana, por lo que el viajero procede a utilizar una mampara de protección.
  Poco a poco, un intenso olor a biozotal va atorando sus vías respiratorias. Antes le era insoportable, pero con el tiempo  se fue acostumbrado, al atrofiarse  su sensibilidad; ahora  casi  le agrada  su  pestilencia.
  Después de saneado el habitáculo, con un maquinal ánimo se dispone a matar el tiempo con sus distracciones habituales: juegos informáticos, vídeos virtuales usados hasta la saciedad, ya que en esta reducida realidad en la que se encuentra, desconoce otras formas de pasar la vida.
  Busca afanosamente en sus opciones virtuales porque necesita algo fuerte; algún video violento que estimule sus pulsaciones y le saque de este tedio que le fosiliza.

  De pronto, absorto en sus rutinas, un zumbido repetido y estridente conmueve su indeseada tranquilidad; un letrero rojo de alarma se enciende intermitentemente en la segunda pantalla.
  La luz que entra por la trasparente apertura frontal va perdiendo su natural brillo hasta hacerse casi nula y percibe el familiar peligro que se aproxima; otra nube de asteroides amenaza con su fatídica contrariedad. Adopta rápidamente la posición de seguridad en un rígido sillón donde se inmoviliza. Al momento, los fuertes impactos hacen que la nave se tambalee una y otra vez con brusquedad, produciendo en su endeble integridad, zozobrantes desfallecimientos de miedo y angustia.
  El creía haberlo superado, pero por el contrario parece haberle producido ese temor  que  le  acobarda;  una  herida  en su interior, que  en cada  experiencia
se le agranda.
  La espesa nube de polvo producida por el choque de los asteroides le impide la visión exterior, por lo que desconfiado del paso del peligro, permanece así, inmóvil en su posición de seguridad, bloqueado por la impotencia que siente su inexperiencia.
  Progresivamente sin percibir como, se va aclarando algo su tenebroso estado que va descubriendo con turbación la infinidad de anomalías que van debilitando su superficial entidad. No sabe cuántas dificultades será capaz de aguantar ésta deteriorada nave que le lleva.

  Cansadamente, como perro que lame sus heridas, va intentando con torpeza arreglar lo irreparable. Porque acostumbrada está su impúbera actitud al automatismo de ciertos mecanismos de mantenimiento que en tiempos anteriores con su sola intervención, solucionaban los desperfectos; aunque en sus pasadas refriegas se fue deteriorando la efectividad de su socorrido cuidado.
  Ahora tan solo cuenta con la inexperta y poco consciente pericia de su ser. Así que arregla lo que puede, no con demasiada ilusión, ya que últimamente no sabe si merece la pena mantener esta desesperante existencia que le agita, entre el más vacío aburrimiento y la extrema desconcertante  tenebrosidad. Sin embargo  todavía  cuenta con su nave que a malas penas  le sostiene, y que  no  quiere pensar que sería  de él, sin ella.
  
  Con convulsivo temblor en los miembros, manipula torpemente los mandos del ordenador,  buscando alguna suave melodía que pueda relajar su ansiedad. Y en un intento de regresión, atropelladamente elije cierto sonido archivado en el olvido.
  Apenas surge la candidez de las primeras notas, va apareciendo la nostalgia de una familiar esencia que presiona en su interior con suave dolor, buscando una salida a su auténtica naturaleza, y que al no encontrarla, riega  con agua  y sal sus ojos, para  que así pueda  encontrarla  él.
  La húmeda congoja ha hecho que caiga en un profundo letargo, desde el que solo es consciente de sus tormentosos sueños.
  Las imágenes mezcladas, entre dulces recuerdos de la infancia, y bruscos cambios a horrendas pesadillas, produce en su excitado descanso, taquicardias sudorosas con sobresaltos que confunden su percepción, ignorando si vive pesadillas o delira realidades.
  En una extrema  angustia, su alterado sueño siente un estrepitoso impacto que le hace despertar a un mayor espanto. Pues desde su incómoda y golpeada posición, la tétrica visión que le rodea le hace predecir un desconcertante final; comprendiendo que la nave, posiblemente ha sido golpeada por un gran asteroide mientras dormía; ya que a través de una espesa humareda, observa en un completo desorden, que todos los mecanismos han dejado de funcionar. A consecuencia prevé que destruido totalmente el control de la nave, esta vagará a rumbo perdido, a merced de alguna gravitatoria fuerza que atraiga su indiferente masa.

  No sabe qué inmedible tiempo pasa en una espera sin esperanza, pero intenta, cerrando los ojos y deseando perdidas de conciencia para no pensar en el irremediable paso postrero que sin duda llegará.
  Ahora desde su forzada ausencia cree estar soñando, pues un desagradable sonido que se repite molestamente, incide en sus oídos. Aguanta  con su forzada opción indiferente, pero el  machacón  zumbido  despereza su  falsa  inconsciencia y ve con sorpresa que el piloto rojo de alarma, deslumbra con destellos intermitentes, sus irritadas retinas,
  En la segunda pantalla un texto se repite incansablemente: “Atención, zona gravitatoria, inminente peligro de colisión. Activar mecanismo de evacuación automática”.
  Sus debilitados reflejos mentales comprenden con rendida indiferencia que el mecanismo del sistema de autoprotección todavía funciona. Es lo único que queda de su caótica nave.
  En un instintivo impulso se dedica a situarse en la postura adecuada de salvamento. Después maquinalmente, pulsa el mando automático de evacuación.
  En la segunda pantalla van apareciendo progresivamente de mayor a menor unas cifras que indican la proximidad variable que la nave va teniendo con un posible extraño planeta. El tiempo se deforma elásticamente en su debilitada percepción y una agónica desesperación disminuye su aliento con asfixiantes obturaciones del sistema ventilador.
  Convulsivo y agudo, un silbido provoca en su aparato locomotor, un doloroso agarrotamiento. Inmediatamente después, con un estruendoso ruido, desaparece por completo la cubierta y es lanzado con su equipo personal de salvamento al exterior.

  Poco después, desnudo de su protectora nave, en una insoportable y creciente soledad, va cayendo hacia un vertiginoso abismo, sin poder agarrarse a la realidad que habían construido para él, y de la que se ha precipitado sin remedio.
  Desde su irreal situación, observa poco después, como lejanamente, entre el vacío paisaje, su familiar e íntima embarcación se autodestruye con su última luminosa despedida.
  La inerte caída libre va cambiando continuamente sus referencias en dislocados giros que le provocan una difuminada noción de la realidad, desmoronándose en su interior hasta el más básico concepto. Ahora todo lo percibe en una progresión que tiende hacia la nada, desde su vacío interior y exterior.
  A la distancia programada, el automático e instintivo equipo de aterrizaje personal abre su paracaídas, por lo que la velocidad de caída disminuye sensiblemente, pero su exhausta persona, rendida ante tal precipitación, opta por entregarse a la dimensión del sueño. Hasta que un poco después, sin saber si duerme o está despierto, siente que su aéreo cuerpo se golpea con la baja realidad.

  Pasado un indefinible tiempo muerto, un arenoso y reseco olor asfixiante despierta sus atoradas fosas nasales con fatigosas respiraciones que absorben y expulsan homogénea materia. Progresivamente el resto de sus sentidos van asomando a un árido paisaje que se extiende infinitamente en todas direcciones con el mismo monótono color. Apenas tiene fuerzas para incorporar su incomoda postura, aunque alentado por alguna fuerza desconocida decide débilmente ampliar su radio de observación; para lo que haciendo gala de un alto esfuerzo de equilibrio, consigue sostenerse tan solo por sus miembros inferiores.
  Desde esta pequeña diferencia de altura no se advierte cambio ni detalle que acompañe su absoluta soledad, Ya que inexplicablemente se encuentra en el centro de un interminable circulo plano que en sus indefinibles bordes, se une a una cúpula celeste sólo ocupada por una gran estrella que con su radiante calor, intenta fundirlo con la ardiente arena que pisa.
  Su golpeada memoria rebusca explicaciones de presente; pero rendida a la nada que habita en su interior, compone una primitiva realidad sin concepciones de recuerdo. Pues no sabe quién es ni de dónde viene; ni siquiera que le ha traído a la situación en la que se encuentra.
   
  A continuación, muy torpemente, consigue despojarse de su pesado equipo de aterrizaje, y partiendo de su eventual punto cero se dispone con sorteada decisión a descubrir éste planeta tan desconocido para él.
   A los pocos pasos de su doliente andadura, percibe con novedosa extrañeza como de su delicada piel comienzan a fluir unas gotitas de refrescante humedad que parecen protegerle del penetrante calor que lo amenaza. Sus miembros inferiores proponen constantemente la rendición, pero siente en su pecho un irrefrenable deseo de seguir. Aunque al mirar hacia atrás, todavía no tan lejos, puede ver su pequeño hato abandonado. Por lo que sufre su impotencia por el descompasado esfuerzo realizado y el corto camino recorrido.
   En su estupor, advierte con extrañeza que el gran astro que aplastaba su movimiento se había desplazado hacia el extremo que une este desolado desierto con la antes celeste bóveda, que por momentos se va tornando a un asombroso dorado, cuya belleza le hace olvidar todo dolor.
   Prendado de tal grandiosidad, no se da cuenta de que un intenso frio lo va sumergiendo en un profundo desamparo de oscura y tenebrosa soledad, por lo que su inconsistente existencia entrega su tembloroso y replegado ser, a una reciente estrenada alternativa de defensa. Viviendo sucesivos momentos de sensaciones soñadas que intentan complacer con figuradas experiencias el desequilibrio de su aflicción. Pero poco ha durado el inusitado consuelo, ya que se ha disuelto la mágica neblina que cubría la lúgubre noche, dejando a la intemperie su fría y real oscuridad, en la que su torpe visión no puede otra cosa que estar en insomne espera.
   
  En la indescriptible lejanía va asomando una leve claridad que crece progresivamente en esplendor, la cual produce en su interior un despertar ilusionado que le renueva una irracional esperanza a proseguir, porque su desconcertada orientación ahora tiene un rumbo fijo; el que le propone caminar hacia ese recién descubierto amanecer, buscando esa luz de la mañana que produce en su pecho: taquicardias con sonidos de aleteos de esencias interiores, que desean eternas convivencias en cariñosas ternuras con la infancia de los días.
  Una larga y zigzagueante senda de torpes pisadas quedan a sus espaldas, aunque iluminada su frente no quiere resignarse a un convencido fracaso, por lo que rebuscando, entre dolorosos esfuerzos y flaquezas de noción, percibe que un desconocido  impulso interior le obliga a seguir avanzando.
  A cada paso va sintiendo un sufrimiento que profundamente va purgando sus adentros, hasta que entre el obligado ayuno y la insoportable lucha, acaban por desvanecer su lánguida naturaleza.
  Desplomado de bruces sobre la estéril materia, con una borrosa y confusa voluntad, decide intentos frustrados de recuperar la posición de marcha, y así, en ese sonámbulo estado, trascurren interminables espacios de desesperanza.
  De pronto, un refrescante y húmedo olor a vida, alivia milagrosamente su irremediable fin, el que al despertarlo, percibe que golpea torrencialmente sobre su cansado cuerpo. Un tormentoso vendaval de maravilloso líquido elemento, que no desperdicia su abrasada boca, abierta y receptiva a la vital absorción del hidratante alimento.
  Terminada la lluvia, con la mirada perdida en el infinito espacio superior, momentáneamente se encuentra sorprendido por la novedosa imagen de un ser volador que planea con suavidad sobre su cabeza. Su mensajera presencia le hace comprender que puede tener fundadas esperanzas de que en este desconocido planeta haya vida.
  Muy agradecido por el providencial fenómeno, reanuda animoso su gran deseo de descubrir.
  Más tarde, a lo lejos, como un persistente espejismo, paso a paso se va acercando, cada vez más nítido, un destacado cambio de color, que conforme se acorta entre su emocionado ser y la velada realidad que presiente, se van aclarando una gran diversidad de tonalidades y formas que embriagan su anhelo con borrosas nostalgias, que su maltratada memoria achaca su aparente familiaridad, al recuerdo de alguna soñada fantasía.
  Alocadamente ilusionado, acelera estrepitosamente el paso en jubiloso e infantil encuentro con una posible vivificante novedad.
  Algunas palpitaciones más tarde, la refrescante y húmeda frondosidad, llena el ambiente de un placentero y aromático olor, desconocido para él, que provoca en su interior incontrolados impulsos a aspirarlo. El cristalino líquido que anteriormente sació su sed con la lluvia, aquí trascurre por hermosos torrentes y cascadas, hasta detenerse en un bello lago, en el que se refleja claramente todo el colorido que le rodea.
  Con delicada y sensible ternura va tocando y oliendo todo aquello que ve, para examinar con penetrante intensidad los matices de cada especie que entusiasmado va encontrando.
  La instintiva necesidad de su famélico organismo dirige su atención hacia unos carnosos frutos que cuelgan a poca altura de unas desvencijadas ramas que apenas soportaban su peso. Cogiendo uno de aquellos desconocidos frutos, lo muerde con desconfianza, aunque seguidamente su agradable sabor embelesa su apetito en un pausado pero abundante atracón.
  Más tranquilo ahora se dispone al descanso. Sentado sobre un inclinado tronco, apoya sus fatigadas espaldas. El suave trinar de las casi invisibles aves, el murmullo asonante del arroyo, y el sonido que provoca un ligero movimiento en la masa boscosa, le hacen caer en una asombrosa observación, en la que percibe una dimensión totalmente desconocida.
  Los colores y las formas que antes había visto con reconocida realidad, de pronto, las siente con una desbordante impresión mágica. No sabe con qué parte de su cuerpo percibe esta intangible verdad que le sobrecoge. La diversa y natural tonalidad ha adquirido una alucinante intensidad de brillo y color. La variedad de contornos dibujan con sus danzantes movimientos, blandos y maravillosos  seres animados que comunicándole la energía de sus  bellezas, le trasladan a una viva y sobrenatural entidad en la que se siente totalmente integrado.
  Inmensamente feliz por la agradabilísima experiencia, reconoce su gran satisfacción por encontrarse en este misterioso planeta. Su serena e insaciable ansia de conocer no quiere perderse ningún detalle, por lo que aunque las policromadas siluetas han perdido suavemente su nitidez en la tierna noche que avanza, no cede en admirar en cada momento su especial y sorprendente hermosura.
  Ahora, en una replegada atención a su indiferente cuerpo, extraña la rara sensación de no sentir el contacto de su piel con las superficies en las que se apoya, ni tampoco puede adivinar la posición de sus miembros. Se siente como flotando, con una apacible comodidad en la que parece que los sentidos, solo sintieran lo agradable, lo bueno. Levanta la vista sobre su cabeza y una mágica visión le hace rectificar la postura a una más cómoda visión horizontal, desde la que ver mejor su reciente descubrimiento. La, momentos antes, vacía bóveda azul, ahora aparece totalmente poblada de puntos luminosos que destellan con palpitante brillo en un fondo oscuro en el que destaca una gran estela plateada. Sus diferentes tamaños e intensidades de luz, y las formas que componen algunos indeformables grupos, distraen su extasiada atención durante un tiempo impreciso de valorar por su alucinado estaxis.
  Más en algún indefinido instante de la noche, tuvo que pasar desde su adorado y elevado insomnio, al entregado y profundo descanso, ausente de toda percepción. Pues desde su posterior lozano despertar, por el fresco resplandor de la bulliciosa madrugada, no pudo recordar el espacio temporal en el que había vivido ausencias del, “yo”.
  Agradeciendo a día su amanecer, se dispone a seguir explorando su recién estimado planeta, fijando su atención en la gran variedad de animales y plantas que habitan este viviente oasis.
  El maravilloso color de innumerables y diferentes flores atrae con delicada ternura su observación, produciéndole extrañeza su abierta exposición a quien las mira; como si solo existieran para ser admiradas. Y se pregunta: ¿Que ilusión interior les hace acumular tanta belleza para solo ofrecerla a unos ojos que sepan valorarla en sus cortas existencias? Y cuando no hay nadie que las mire ¿Para quién se abren?
  También seducen su curiosidad otras flores voladoras, que han conseguido con alguna mágica evolución, enseñar su hermosura revoloteando por todas partes. Casi siempre parece que van en parejas, luciendo su amoroso colorido.
  En el cielo, multitud de diferentes aves danzan acrobacias de misteriosos y angelicales compases, y entre las ramas bulle una algarabía cantora que impregna el espacio de una dulce sinfonía.
  Fascinado por la fantástica función festiva, participa en ella con una explosión infantil de encantados correteos y cabriolas, repleto de alegría por la gran energía positiva que todo desprende. Nunca antes su anulada memoria recuerda haber sentido tal sensación.

  El tiempo pasa sin darse cuenta. La dorada estrella que ilumina y calienta este planeta, ya ha salido y desaparecido muchas veces desde que habita en su encontrado paraíso. Solo a veces le afecta una desconocida añoranza de poder transmitir y compartir, esta entrañable experiencia con alguien que lo entienda y sienta lo mismo que él.
  En su más recóndita interioridad sabe que le queda mucho por descubrir, así que sigue buscando, analizando con sus sentidos todo lo que a su paso encuentra, sintiéndole a todo una dimensión, más allá de los colores, los olores, los sonidos y los sabores, que aunque no sepa explicársela, la va percibiendo en todo. Una esencia sentida con un desconocido sentido con el que cree captar el divino soplo que todo lo impregna.

  Durante muchas noches, hundido en su obligada soledad, se debate su decisión, entre quedarse para siempre en este incompleto pero paradisiaco oasis o arriesgándose a perderlo, seguir buscando inseguras pero necesarias vivencias que extrañamente su interior necesita.
  Con desganada ilusión emprende un indeciso movimiento hacia su fijado rumbo de la luz. Aventurándose por angostas y difíciles rutas, en las que tiene a veces que apartar con dificultad la maraña boscosa que se interpone en su camino. Porque quiere descubrir nuevos parajes que puedan aportarle alguna orientadora pista que dé certeza a su desconcertada búsqueda.
  A su paso, observa un poco indiferente, la maravillosa y salvaje belleza que envuelve su soledad. Distraídamente, con un instinto que ignora su función, va marcando señales en los troncos, amontonando toscas piedras, una sobre otra hasta el máximo de su estabilidad; o gritando incongruentes llamadas que solo obtienen como respuesta, el eco devuelto por ahuecadas paredes naturales.
  Desde su sonámbulo deambular, se extraña progresivamente su atención al observar en el remanso de un torrente, una ingeniosa alineación de robustas piedras que soportan con eficacia la corriente del vital líquido, creando una balsa donde la estrepitosa espuma se torna en serena y trasparente mansedumbre. Un somero y sorprendido análisis de este singular vestigio, le hacen sospechar de la misteriosa existencia de algún habitante con el que pueda compartir su sensibilidad.

  Varios días y noches ha pasado acampado en este lugar. La larga y estresante espera va labrando en su interior un fracasado sentimiento de rendición, del que resultan monótonos periodos de superficiales distracciones.
  Pues sentado en la orilla de la  trasparente  serenidad, se hace conjeturas de duda y deseo sobre su posible y desconfiado encuentro. Su torpe razonamiento le hace recordar que habita un desconocido planeta, en el que si existe alguna especie inteligente, esta será muy diferente a él.
  Para evitar el adormecimiento de su inactivo cuerpo, se dedica con automática indiferencia a lanzar  piedrecitas sobre la reluciente planicie, en la cual, a partir de cada impacto aparecen unas ondas circulares que van creciendo hasta ocupar todo el embalse. Un poco ensimismado y curioso por tal efecto, no  deja  de  observar  fijamente  el fenómeno  de su expansión. ¡Pero de pronto! Sobre el reflejo de la rizada superficie, la fugaz impresión de una borrosa imagen, aparece y desaparece con rapidez. Por lo que dándole algún crédito a su posible alucinación, vuelve la mirada hacia sus espaldas, buscando la figura real, hallando tan solo, el murmullo cimbreante de una vegetación que se atropella.
  Corre inmediatamente después, para proteger su cobarde integridad, a refugiarse en alguna oquedad que rápidamente encuentra.
  Desde esta camuflada posición, atisba nervioso el paisaje, buscando algún extraño movimiento que denuncie la presencia de un, dudosamente deseado, nativo.
  Su honda y doliente escucha, solo percibe los excitantes quejidos de las ramas que se dejan ligeramente bandear por la incesante caricia del viento.
  Como no ve una posible confianza de mutua aproximación, decide tomar este escondite como camuflado punto de expiación. Así que en protegida y silenciosa postura, espera paciente alguna emotiva novedad.
  Entrada la noche, un habitual aunque desconocido satélite alumbra con su plagiada luz el nebuloso escenario, mientras que sus exaltados ojos siguen acechando incansables, recorriendo palmo a palmo el espacio que desde su escondrijo puede abarcar. Al momento, algo se mueve. Una indescriptible figura se desplaza, encogida y desconfiada, alrededor del pequeño remanso, pareciendo examinar todo lo que le rodea con minuciosa atención, aunque con prevenida postura dispuesta a reaccionar rápidamente contra un posible ataque. Poco después desaparece en la oscuridad de las sombras.

  El día, amanece tan reluciente y vivo que parece su luz, estrenase por primera vez. Desde su taciturna vivencia, el inquieto buscador, hace un pequeño análisis de su situación con cierta incomodidad por su reciente descubierto vecino, ya que llevan lago tiempo conviviendo en huidiza y desconfiada actitud, moviéndose los dos en el mismo lugar sin encontrarse. Él sabe que se vigilan mutuamente, pero nunca coinciden sus miradas, pues siempre se acechan desde la cautelosa oscuridad de un escondite.
  La insoportable situación de este estresante desvelo ha rendido su contradictoria lucha interior. La incomprensible ansia de conocer y el traumatizante miedo, se han declarado la paz por cansancio, por lo que en una desesperada exposición a vivir, el desesperado viajero, se decide a salir de su protectora guarida, despreocupándose de la posición de su compañero, aunque sin perder su cautelosa vigilia. Así que con dominado nerviosismo y caminando con insonoros pasos, consigue llegar a un conocido árbol en el que se dispone a degustar sus alimenticios frutos. Aunque permitiéndose caprichosamente una falsa tranquilidad, gira sobre su entorno buscando el fruto más hermoso. De pronto, el sorprendente descubrimiento de una penetrante mirada, deja bloqueados agarrotadamente sus músculos.
  En total quietud, el buscador, adivina que con unánime identidad, los dos se están analizando mutuamente, con impulsos silenciosos y profundos de ataque y huida.
  Ensimismado y casi ausente, va estudiando con detalle su gallarda figura: estirado sobre sus miembros inferiores parece querer aprovechar al máximo la posibilidad se su limitada estatura; la ternura de su suave piel y la sutil sensibilidad que se le percibe, le hacen reconocer que está especialmente evolucionado para la caricia y la habilidad manual, y aunque su conformación muscular no denotan una gran fuerza, en sus brillantes ojos hay una trasparente profundidad, en la que la agudeza de su examen descubre un  infinito poder. También le admira su refinada belleza, muy por encima de la bastedad que le rodea, pues sus suaves y armoniosas formas le comunican a su sensibilidad, que se encuentra frente a una desbordante concentración de esa mágica dimensión que antes, levemente, le había percibido al resto de la naturaleza.
  La valoración positiva de sus cualidades, le están haciendo creer que su relación puede llegar a ser posible, por lo que en una consciente y decidida reacción, toma la jugosa fruta y tímidamente se la ofrece, a lo que su extrañado compañero, variando su intermitente atención entre la extendida mano y la expresión del  rostro contiguo a ella, finalmente con tembloroso esfuerzo, decide tomar el contenido alimenticio que se le ofrece. Aunque de momento no se dispone a comérselo, sino que acariciándolo con reconocida satisfacción, lo guarda entre un pliegue del escaso y sedoso tejido que lo cubre.
  Seguidamente, después de  cruzar entre ellos relajantes muecas de aprobación, entiende el novato explorador en la mirada de su recién estrenado amigo, una clara invitación a que lo siga, por lo que con telepático acuerdo se ponen los dos en marcha.
  Después de una silenciosa andadura se adentran por un amplio pasadizo, en la que su aún débil entereza, siente escalofríos de oscuridad. Pero ese sentimiento dura poco, porque desde su asombrosa expectación, observa la iluminada y hermosa estancia en la que han entrado.
  La diáfana luz natural parece provenir de una disimulada apertura superior, la que ilumina  un elevado techo del que sobresalen bellas y relucientes columnas cónicas que apuntan a otras correspondientes protuberancias que se elevan desde el suelo, y en el lateral, una cristalina fuente alimenta a un pequeño lago interior de colores plateados.
  Mientras que su entusiasmada admiración no para de observar tan majestuosa belleza, su atento acompañante, con hábil diligencia, junto a su claramente cómodo aposento, le ha fabricado un blando y acogedor lecho, y en su mano lleva un cuenco rebosante de espeso líquido que  él toma agradecido y degusta su  sabor alimenticio  de  madre  mezclado con esencias  nectarinas  de flores. Y piensa  que ahora  por fin  su soledad  ha  encontrado  una autentica compañía.

  Los días han pasado totalmente dedicados a conocerse, comunicándose con detalladas atenciones y comprensibles ademanes, han aprendido  uno de otro, toda clase de tareas y vivencias cotidianas. El nativo le ha enseñado a tejer fibras de variada procedencia, a obtener leche de mansas hembras y miel con primoroso respeto de naturales panales. En su compañía ha conocido todas las especies vegetales y animales que pueblan estos parajes. Él, con exteriorizada fascinación, le ha ido indicado, la rojiza panorámica del  ocaso, pretendiendo que capte su elevada hermosura. También en las claras noches ha procurado atraer su atención hacia el estrellado espacio superior, deseando que como él, sienta su mágica grandeza.
  Cada vez más, él va sintiendo la gran cantidad de parecidos que los une, aunque también, las evidentes  diferencias que los complementan. Ya que lo importante es su relación, su amistad. Porque su compañía es una necesidad para él, pues desea descubrir en el otro, la profunda grandiosidad que le adivina.
 
  Desde que convive con el apreciado habitante de este planeta, le  ha ido descubriendo,  poco a poco, el gran tesoro de su exclusiva naturaleza, observando en ella una variada gama de valores, como:
--La elevada capacidad de evolución consciente con la que puede cambiar una torpe y primitiva aptitud, todavía arraigada en su animal naturaleza, con tan solo un silencioso ejercicio de superación, pasando después a una superior postura de avanzada sabiduría.
  La tierna sensibilidad con la que es capaz de percibir con sutileza lo mismo el dolor o el placer, el sufrimiento o la alegría, el miedo o la valentía, el desprecio o el amor.
--La gran libertad de su voluntad que le da el poder de anular todo lo negativo del vacío que siente, para elegir positivamente la verdad que le hace vivir.
--La interminable capacidad interior para almacenar esencias de luz, que le dan la reluciente capacidad de estrella, en la que su clara comprensión sirve de brillante guía.
--La incansable  creatividad  que  le hace estar siempre en activa  predisposición al invento.
--La gran capacidad de sacrificio para conseguir la ilusionada realidad de su deseo.
--Y sobre todo, la necesidad de comprender y de ser comprendido, valorado, sentido y amado.

  Muchas noches han pasado, y aunque sus cómodos insomnios le han servido para ordenar en su concepción,  la abundante riqueza que ha encontrado en su compañero;  en todas ellas ha pasado después a buscar en el silencio mental, descansados estados de inconciencia, siempre sosegados.
  Aunque en esta noche, ya casi pasada, no pueda conciliar su deseada paz mental; pues poco después, sumergido en la mescolanza almacenada en su subconsciente, parece que con accidental erupción, este le lleva a una confusa pesadilla.
  La visión de un gran e inacabado puzle, hace llegar hasta él, imágenes de pasado y presente. La fugaz presencia de lejanas piezas de recuerdo, entorpecen su ignorante capacidad de colocación, pues traen a su dormida memoria la dulzura de un cariñoso ser, que con delicados cantos y tiernas mecidas, acaricia protectoramente su dependiente persona.
  Amnésico y desesperado por la impotencia de no poder recomponer su personal existencia; sudoroso y convulsivo, despierta a una confusa huida de sí mismo, caminando torpemente por el accidentado suelo; por lo que a poca distancia, tropieza y cae de bruces.
  En su golpeada cabeza hay lejanos impulsos de querer levantarse, lo que consigue lentamente y con gran esfuerzo, porque desde su dolorido desorden sabe que necesita salir a la luz y refrescar el despertar de su memoria; por eso corre desaforadamente hacia fuera y con certera decisión se dirige a la socorrida agua del remanso, e inclinándose desde su irregular orilla para atrapar con sus manos el preciado líquido, por su incontrolado equilibrio, cae zambulléndose en su leve profundidad.

  La limpiadora frescura que lo baña  parece que penetra en su interior, creando en él un nuevo ser; a la vez que se van extinguiendo los impedimentos de sus dudas.
  Iluminado y relajado, con una nueva forma de mirar, sale lentamente hacia la orilla y sentándose en ella; en un suave y placentero encuentro con su situación, fija su vista en el trasparente fondo donde el aparecido reflejo de su alegría parece hablarle con angelical ternura. Reflexiva comunicación en la que va descubriendo con encajado y maravilloso acierto: que este, hasta ahora desconocido planeta, es “la Tierra”, y que su estudiado y admirado nativo, es un “ser humano”, como él.
  Ahora sabe, que hace mucho tiempo, en el comienzo del uso de su razón, partió a un extraño y aéreo viaje, sin tocar suelo, buscándose a sí mismo; y que aterrizando, “se ha encontrado en el otro”. En su auténtica y exclusiva realidad, pues siente claramente que el ser humano es el necesario lazo creador entre la nada y el todo, porque solamente él, puede llorar de impotencia y sentir la grandeza de la plenitud.
  También le ve que no tiene que  ser: más fuerte que un elefante ni volar mejor que un pájaro ni nadar mejor que un pez ni tener dientes de perlas ni cabellos de oro, que le hagan extrañamente ser un superhombre. Porque por su auténtica naturaleza humana que va: --desde la máxima debilidad al superior poder; desde la más negativa torpeza a la más constructora sabiduría; desde la más desolada desconfianza a la más fortificante fe; desde el vacío de la tierra que lo contiene al esplendor del espíritu que le da ser--. Hay en él un magnifico espectro multicolor de heterogénea e incomparable hermosura.
  Por eso no puede encontrar en su interior un más alto deseo que el de ser humano, porque su auténtica humanidad le lleva a sentirse legitimo descendiente  de lo divino, ya que el humano en sí mismo es el camino entre su propia pequeñez y su infinita grandeza.

 Así que a partir de ahora, sabiendo que  en todos hay una infinita dimensión por encontrar, caminan juntos hacia una elevada montaña, ayudándose mutuamente  por la empinada  pendiente;  pues a veces uno de ellos desfallece o el otro se rinde, aunque fraternalmente unidos consiguen llegar a su alto observatorio.
  Desde allí, una inmensa extensión de valles y montañas se extiende a la vista, viendo que una búsqueda interminable les queda por recorrer. Aunque ahora, una adorable visión les fortalece el ánimo; porque allí, a lo lejos, muy a lo lejos, en la mágica conexión del horizonte; una inequívoca línea azul les indica la regocijante presencia del mar.
 
  Después de analizar la multiplicidad de las posibles rutas, su hasta ahora inseparable amigo, elige un camino diferente al suyo, por lo que respetando sus mutuas libertades, después de una cariñosa despedida, deseándose próximos encuentros en sus marcados y libres destinos; caminan, el uno por la zigzagueante ruta del rio; el otro, de cima en cima, renovando en cada una, la divina y azul referencia.

  Porque el destino es un camino trazado en cada vida, aunque se tenga la libertad de seguirlo o de perderse.

 Nuevamente, el que busca, está haciendo su camino en soledad. Por el momento le acompaña su recién renovada ilusión, pero sabe que pronto no podrá soportar la profunda necesidad de su humano instinto de hermandad.


 --Por eso yo, “el que busca” ¡A ti te digo! ¡A quien lee! ¡Sí, a ti; maravilloso y paciente ser humano! ¡No te extrañes! Pues quiero invitarte a que me acompañes, a que compartamos aunque sea un poco de nuestros caminos. Pero no yerres al buscarme, no equivoques tu elección; pues yo soy la voz del que tienes a tu lado, y que seguramente, te necesita.



                                       
 Esta obra está basada totalmente en la realidad,
 pero si alguien se siente un poco identificado
 es por pura y causal humanidad.

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