Errante y monótona la nave deambula en un espacio
incierto y elíptico. La luz plomiza que atraviesa la transparente placa frontal,
despierta levemente su indiferencia. A
su alrededor puede ver por enésima vez los múltiples relojes y pantallas de la
íntima computadora que controla el vehículo inter-realidad en el que habita.
Apenas el archivo
de su amnésica memoria alcanza a recordar cuando, otras naves acompañaban su
olvidado rumbo; no es que supieran a donde se dirigían, pero alegremente y sin
prejuicios, se dejaban guiar por las nodrizas que siempre controlaban y
orientaban su continuo viaje.
Las pequeñas
embarcaciones se dedicaban solo a jugar alocadamente con los mandos, para
competir en inconscientes y arriesgadas piruetas. Eran tiempos felices.
Todo cambió
cuando, imprudentemente, en un absurdo arrebato de prepotencia, bajo la
influencia de su inmadura osadía, el viajero intentó explorar por sí mismo una
nueva ruta, alejándose demasiado de su nativo grupo. Cuando se dio cuenta de su
solitaria y perdida situación, desesperadamente intentó encontrar su antiguo
estado, pero ya era imposible, pues debido a la velocidad, se había producido
una deformación en el espacio-tiempo; regeneración para la que su pequeña nave
carecía de poder.
Todo esto lo sabe
porque está grabado en la memoria de su pequeña encéfalo-computadora, a través
de la que apenas conoce: su designada identidad, algunos recuerdos y costumbres
rutinarias y una gran variedad de anquilosantes esquemas y resentimientos; sin
embargo desconoce: ¿De dónde viene, a dónde va y qué significa este viaje? Para
ninguna de estas preguntas tiene su programación respuesta. No obstante, no le
interesa demasiado conocerla, ya que conforma su existencia en una
sistematizada y monótona sucesión de tareas de entretenimiento y supervivencia,
que no le dejan tiempo para preocuparse de nada más.
Perezosamente
pulsa un botón, y un acompasado ritmo se pone en marcha, que aunque cansino,
acompaña su soledad y evita su silencio.
La machacona
música va imprimiendo en su aletargado pecho un acelerado golpeteo,
imprescindible para ponerle en movimiento. Por lo que aprovechando este
irreflexivo impulso, se dedica seguidamente a realizar las primeras tareas
personales de su desganada vida. Así que realiza la elemental higiene íntima y
engulle la habitual dosis alimenticia que necesita su organismo para medio
funcionar.
Seguidamente, el automático mecanismo de auto limpieza interior, se
dispone a realizar su tarea cotidiana, por lo que el viajero procede a utilizar
una mampara de protección.
Poco a poco, un
intenso olor a biozotal va atorando sus vías respiratorias. Antes le era insoportable,
pero con el tiempo se fue acostumbrado,
al atrofiarse su sensibilidad; ahora casi le
agrada su pestilencia.
Después de saneado el habitáculo, con un
maquinal ánimo se dispone a matar el tiempo con sus distracciones habituales:
juegos informáticos, vídeos virtuales usados hasta la saciedad, ya que en esta
reducida realidad en la que se encuentra, desconoce otras formas de pasar la
vida.
Busca
afanosamente en sus opciones virtuales porque necesita algo fuerte; algún video
violento que estimule sus pulsaciones y le saque de este tedio que le fosiliza.
De pronto, absorto en sus rutinas, un zumbido
repetido y estridente conmueve su indeseada tranquilidad; un letrero rojo de
alarma se enciende intermitentemente en la segunda pantalla.
La luz
que entra por la trasparente apertura frontal va perdiendo su natural brillo hasta
hacerse casi nula y percibe el familiar peligro que se aproxima; otra nube de
asteroides amenaza con su fatídica contrariedad. Adopta rápidamente la posición
de seguridad en un rígido sillón donde se inmoviliza. Al momento, los fuertes
impactos hacen que la nave se tambalee una y otra vez con brusquedad,
produciendo en su endeble integridad, zozobrantes desfallecimientos de miedo y
angustia.
El creía haberlo
superado, pero por el contrario parece haberle producido ese temor que le acobarda; una herida en su interior, que en cada
experiencia
se le agranda.
La
espesa nube de polvo producida por el choque de los asteroides le impide la
visión exterior, por lo que desconfiado del paso del peligro, permanece así,
inmóvil en su posición de seguridad, bloqueado por la impotencia que siente su
inexperiencia.
Progresivamente
sin percibir como, se va aclarando algo su tenebroso estado que va descubriendo
con turbación la infinidad de anomalías que van debilitando su superficial
entidad. No sabe cuántas dificultades será capaz de aguantar ésta deteriorada
nave que le lleva.
Cansadamente,
como perro que lame sus heridas, va intentando con torpeza arreglar lo irreparable.
Porque acostumbrada está su impúbera actitud al automatismo de ciertos
mecanismos de mantenimiento que en tiempos anteriores con su sola intervención,
solucionaban los desperfectos; aunque en sus pasadas refriegas se fue
deteriorando la efectividad de su socorrido cuidado.
Ahora tan solo
cuenta con la inexperta y poco consciente pericia de su ser. Así que arregla lo
que puede, no con demasiada ilusión, ya que últimamente no sabe si merece la
pena mantener esta desesperante existencia que le agita, entre el más vacío
aburrimiento y la extrema desconcertante
tenebrosidad. Sin embargo todavía
cuenta con su nave que a malas penas le sostiene, y que no quiere pensar que sería de él, sin ella.
Con convulsivo temblor
en los miembros, manipula torpemente los mandos del ordenador, buscando alguna suave melodía que pueda
relajar su ansiedad. Y en un intento de regresión, atropelladamente elije
cierto sonido archivado en el olvido.
Apenas
surge la candidez de las primeras notas, va apareciendo la nostalgia de una familiar
esencia que presiona en su interior con suave dolor, buscando una salida a su
auténtica naturaleza, y que al no encontrarla, riega con agua y sal sus ojos, para que así pueda encontrarla él.
La
húmeda congoja ha hecho que caiga en un profundo letargo, desde el que solo es
consciente de sus tormentosos sueños.
Las
imágenes mezcladas, entre dulces recuerdos de la infancia, y bruscos cambios a
horrendas pesadillas, produce en su excitado descanso, taquicardias sudorosas con
sobresaltos que confunden su percepción, ignorando si vive pesadillas o delira
realidades.
En una extrema angustia, su alterado sueño siente un estrepitoso
impacto que le hace despertar a un mayor espanto. Pues desde su incómoda y
golpeada posición, la tétrica visión que le rodea le hace predecir un
desconcertante final; comprendiendo que la nave, posiblemente ha sido golpeada
por un gran asteroide mientras dormía; ya que a través de una espesa humareda,
observa en un completo desorden, que todos los mecanismos han dejado de
funcionar. A consecuencia prevé que destruido totalmente el control de la nave,
esta vagará a rumbo perdido, a merced de alguna gravitatoria fuerza que atraiga
su indiferente masa.
No sabe qué inmedible tiempo pasa en una espera
sin esperanza, pero intenta, cerrando los ojos y deseando perdidas de conciencia
para no pensar en el irremediable paso postrero que sin duda llegará.
Ahora desde su forzada ausencia cree estar
soñando, pues un desagradable sonido que se repite molestamente, incide en sus
oídos. Aguanta con su forzada opción
indiferente, pero el machacón zumbido despereza su falsa inconsciencia y ve con sorpresa que el piloto
rojo de alarma, deslumbra con destellos intermitentes, sus irritadas retinas,
En la
segunda pantalla un texto se repite incansablemente: “Atención, zona gravitatoria,
inminente peligro de colisión. Activar mecanismo de evacuación automática”.
Sus debilitados
reflejos mentales comprenden con rendida indiferencia que el mecanismo del
sistema de autoprotección todavía funciona. Es lo único que queda de su caótica
nave.
En un
instintivo impulso se dedica a situarse en la postura adecuada de salvamento.
Después maquinalmente, pulsa el mando automático de evacuación.
En la
segunda pantalla van apareciendo progresivamente de mayor a menor unas cifras
que indican la proximidad variable que la nave va teniendo con un posible
extraño planeta. El tiempo se deforma elásticamente en su debilitada percepción
y una agónica desesperación disminuye su aliento con asfixiantes obturaciones
del sistema ventilador.
Convulsivo
y agudo, un silbido provoca en su aparato locomotor, un doloroso
agarrotamiento. Inmediatamente después, con un estruendoso ruido, desaparece
por completo la cubierta y es lanzado con su equipo personal de salvamento al
exterior.
Poco después,
desnudo de su protectora nave, en una insoportable y creciente soledad, va
cayendo hacia un vertiginoso abismo, sin poder agarrarse a la realidad que
habían construido para él, y de la que se ha precipitado sin remedio.
Desde
su irreal situación, observa poco después, como lejanamente, entre el vacío
paisaje, su familiar e íntima embarcación se autodestruye con su última
luminosa despedida.
La inerte caída libre va cambiando
continuamente sus referencias en dislocados giros que le provocan una
difuminada noción de la realidad, desmoronándose en su interior hasta el más
básico concepto. Ahora todo lo percibe en una progresión que tiende hacia la
nada, desde su vacío interior y exterior.
A la distancia
programada, el automático e instintivo equipo de aterrizaje personal abre su
paracaídas, por lo que la velocidad de caída disminuye sensiblemente, pero su
exhausta persona, rendida ante tal precipitación, opta por entregarse a la
dimensión del sueño. Hasta que un poco después, sin saber si duerme o está
despierto, siente que su aéreo cuerpo se golpea con la baja realidad.
Pasado un indefinible tiempo muerto, un
arenoso y reseco olor asfixiante despierta sus atoradas fosas nasales con
fatigosas respiraciones que absorben y expulsan homogénea materia.
Progresivamente el resto de sus sentidos van asomando a un árido paisaje que se
extiende infinitamente en todas direcciones con el mismo monótono color. Apenas
tiene fuerzas para incorporar su incomoda postura, aunque alentado por alguna
fuerza desconocida decide débilmente ampliar su radio de observación; para lo
que haciendo gala de un alto esfuerzo de equilibrio, consigue sostenerse tan
solo por sus miembros inferiores.
Desde esta pequeña diferencia de altura no se
advierte cambio ni detalle que acompañe su absoluta soledad, Ya que
inexplicablemente se encuentra en el centro de un interminable circulo plano
que en sus indefinibles bordes, se une a una cúpula celeste sólo ocupada por
una gran estrella que con su radiante calor, intenta fundirlo con la ardiente
arena que pisa.
Su golpeada
memoria rebusca explicaciones de presente; pero rendida a la nada que habita en
su interior, compone una primitiva realidad sin concepciones de recuerdo. Pues
no sabe quién es ni de dónde viene; ni siquiera que le ha traído a la situación
en la que se encuentra.
A continuación,
muy torpemente, consigue despojarse de su pesado equipo de aterrizaje, y partiendo
de su eventual punto cero se dispone con sorteada decisión a descubrir éste
planeta tan desconocido para él.
A los
pocos pasos de su doliente andadura, percibe con novedosa extrañeza como de su
delicada piel comienzan a fluir unas gotitas de refrescante humedad que parecen
protegerle del penetrante calor que lo amenaza. Sus miembros inferiores
proponen constantemente la rendición, pero siente en su pecho un irrefrenable
deseo de seguir. Aunque al mirar hacia atrás, todavía no tan lejos, puede ver
su pequeño hato abandonado. Por lo que sufre su impotencia por el descompasado
esfuerzo realizado y el corto camino recorrido.
En su estupor, advierte con extrañeza que el
gran astro que aplastaba su movimiento se había desplazado hacia el extremo que
une este desolado desierto con la antes celeste bóveda, que por momentos se va
tornando a un asombroso dorado, cuya belleza le hace olvidar todo dolor.
Prendado de tal grandiosidad, no se da cuenta
de que un intenso frio lo va sumergiendo en un profundo desamparo de oscura y
tenebrosa soledad, por lo que su inconsistente existencia entrega su tembloroso
y replegado ser, a una reciente estrenada alternativa de defensa. Viviendo
sucesivos momentos de sensaciones soñadas que intentan complacer con figuradas
experiencias el desequilibrio de su aflicción. Pero poco ha durado el inusitado
consuelo, ya que se ha disuelto la mágica neblina que cubría la lúgubre noche,
dejando a la intemperie su fría y real oscuridad, en la que su torpe visión no
puede otra cosa que estar en insomne espera.
En la
indescriptible lejanía va asomando una leve claridad que crece progresivamente
en esplendor, la cual produce en su interior un despertar ilusionado que le
renueva una irracional esperanza a proseguir, porque su desconcertada
orientación ahora tiene un rumbo fijo; el que le propone caminar hacia ese
recién descubierto amanecer, buscando esa luz de la mañana que produce en su
pecho: taquicardias con sonidos de aleteos de esencias interiores, que desean
eternas convivencias en cariñosas ternuras con la infancia de los días.
Una larga y
zigzagueante senda de torpes pisadas quedan a sus espaldas, aunque iluminada su
frente no quiere resignarse a un convencido fracaso, por lo que rebuscando,
entre dolorosos esfuerzos y flaquezas de noción, percibe que un
desconocido impulso interior le obliga a
seguir avanzando.
A cada paso va
sintiendo un sufrimiento que profundamente va purgando sus adentros, hasta que
entre el obligado ayuno y la insoportable lucha, acaban por desvanecer su
lánguida naturaleza.
Desplomado de
bruces sobre la estéril materia, con una borrosa y confusa voluntad, decide
intentos frustrados de recuperar la posición de marcha, y así, en ese sonámbulo
estado, trascurren interminables espacios de desesperanza.
De pronto, un refrescante
y húmedo olor a vida, alivia milagrosamente su irremediable fin, el que al
despertarlo, percibe que golpea torrencialmente sobre su cansado cuerpo. Un
tormentoso vendaval de maravilloso líquido elemento, que no desperdicia su
abrasada boca, abierta y receptiva a la vital absorción del hidratante
alimento.
Terminada la
lluvia, con la mirada perdida en el infinito espacio superior, momentáneamente
se encuentra sorprendido por la novedosa imagen de un ser volador que planea
con suavidad sobre su cabeza. Su mensajera presencia le hace comprender que
puede tener fundadas esperanzas de que en este desconocido planeta haya vida.
Muy agradecido
por el providencial fenómeno, reanuda animoso su gran deseo de descubrir.
Más tarde, a lo
lejos, como un persistente espejismo, paso a paso se va acercando, cada vez más
nítido, un destacado cambio de color, que conforme se acorta entre su
emocionado ser y la velada realidad que presiente, se van aclarando una gran
diversidad de tonalidades y formas que embriagan su anhelo con borrosas
nostalgias, que su maltratada memoria achaca su aparente familiaridad, al
recuerdo de alguna soñada fantasía.
Alocadamente
ilusionado, acelera estrepitosamente el paso en jubiloso e infantil encuentro
con una posible vivificante novedad.
Algunas
palpitaciones más tarde, la refrescante y húmeda frondosidad, llena el ambiente
de un placentero y aromático olor, desconocido para él, que provoca en su
interior incontrolados impulsos a aspirarlo. El cristalino líquido que
anteriormente sació su sed con la lluvia, aquí trascurre por hermosos torrentes
y cascadas, hasta detenerse en un bello lago, en el que se refleja claramente
todo el colorido que le rodea.
Con delicada y
sensible ternura va tocando y oliendo todo aquello que ve, para examinar con
penetrante intensidad los matices de cada especie que entusiasmado va
encontrando.
La instintiva
necesidad de su famélico organismo dirige su atención hacia unos carnosos
frutos que cuelgan a poca altura de unas desvencijadas ramas que apenas
soportaban su peso. Cogiendo uno de aquellos desconocidos frutos, lo muerde con
desconfianza, aunque seguidamente su agradable sabor embelesa su apetito en un
pausado pero abundante atracón.
Más tranquilo
ahora se dispone al descanso. Sentado sobre un inclinado tronco, apoya sus
fatigadas espaldas. El suave trinar de las casi invisibles aves, el murmullo
asonante del arroyo, y el sonido que provoca un ligero movimiento en la masa
boscosa, le hacen caer en una asombrosa observación, en la que percibe una
dimensión totalmente desconocida.
Los colores y las
formas que antes había visto con reconocida realidad, de pronto, las siente con
una desbordante impresión mágica. No sabe con qué parte de su cuerpo percibe
esta intangible verdad que le sobrecoge. La diversa y natural tonalidad ha
adquirido una alucinante intensidad de brillo y color. La variedad de contornos
dibujan con sus danzantes movimientos, blandos y maravillosos seres animados que comunicándole la energía
de sus bellezas, le trasladan a una viva
y sobrenatural entidad en la que se siente totalmente integrado.
Inmensamente
feliz por la agradabilísima experiencia, reconoce su gran satisfacción por
encontrarse en este misterioso planeta. Su serena e insaciable ansia de conocer
no quiere perderse ningún detalle, por lo que aunque las policromadas siluetas
han perdido suavemente su nitidez en la tierna noche que avanza, no cede en
admirar en cada momento su especial y sorprendente hermosura.
Ahora, en una
replegada atención a su indiferente cuerpo, extraña la rara sensación de no
sentir el contacto de su piel con las superficies en las que se apoya, ni
tampoco puede adivinar la posición de sus miembros. Se siente como flotando,
con una apacible comodidad en la que parece que los sentidos, solo sintieran lo
agradable, lo bueno. Levanta la vista sobre su cabeza y una mágica visión le
hace rectificar la postura a una más cómoda visión horizontal, desde la que ver
mejor su reciente descubrimiento. La, momentos antes, vacía bóveda azul, ahora
aparece totalmente poblada de puntos luminosos que destellan con palpitante
brillo en un fondo oscuro en el que destaca una gran estela plateada. Sus
diferentes tamaños e intensidades de luz, y las formas que componen algunos
indeformables grupos, distraen su extasiada atención durante un tiempo impreciso
de valorar por su alucinado estaxis.
Más en algún
indefinido instante de la noche, tuvo que pasar desde su adorado y elevado insomnio,
al entregado y profundo descanso, ausente de toda percepción. Pues desde su
posterior lozano despertar, por el fresco resplandor de la bulliciosa madrugada,
no pudo recordar el espacio temporal en el que había vivido ausencias del,
“yo”.
Agradeciendo a
día su amanecer, se dispone a seguir explorando su recién estimado planeta,
fijando su atención en la gran variedad de animales y plantas que habitan este
viviente oasis.
El maravilloso
color de innumerables y diferentes flores atrae con delicada ternura su
observación, produciéndole extrañeza su abierta exposición a quien las mira;
como si solo existieran para ser admiradas. Y se pregunta: ¿Que ilusión interior
les hace acumular tanta belleza para solo ofrecerla a unos ojos que sepan
valorarla en sus cortas existencias? Y cuando no hay nadie que las mire ¿Para
quién se abren?
También seducen
su curiosidad otras flores voladoras, que han conseguido con alguna mágica
evolución, enseñar su hermosura revoloteando por todas partes. Casi siempre
parece que van en parejas, luciendo su amoroso colorido.
En el cielo,
multitud de diferentes aves danzan acrobacias de misteriosos y angelicales
compases, y entre las ramas bulle una algarabía cantora que impregna el espacio
de una dulce sinfonía.
Fascinado por la
fantástica función festiva, participa en ella con una explosión infantil de
encantados correteos y cabriolas, repleto de alegría por la gran energía
positiva que todo desprende. Nunca antes su anulada memoria recuerda haber
sentido tal sensación.
El tiempo pasa
sin darse cuenta. La dorada estrella que ilumina y calienta este planeta, ya ha
salido y desaparecido muchas veces desde que habita en su encontrado paraíso.
Solo a veces le afecta una desconocida añoranza de poder transmitir y compartir,
esta entrañable experiencia con alguien que lo entienda y sienta lo mismo que
él.
En su más
recóndita interioridad sabe que le queda mucho por descubrir, así que sigue
buscando, analizando con sus sentidos todo lo que a su paso encuentra,
sintiéndole a todo una dimensión, más allá de los colores, los olores, los
sonidos y los sabores, que aunque no sepa explicársela, la va percibiendo en
todo. Una esencia sentida con un desconocido sentido con el que cree captar el
divino soplo que todo lo impregna.
Durante muchas
noches, hundido en su obligada soledad, se debate su decisión, entre quedarse
para siempre en este incompleto pero paradisiaco oasis o arriesgándose a
perderlo, seguir buscando inseguras pero necesarias vivencias que extrañamente
su interior necesita.
Con desganada
ilusión emprende un indeciso movimiento hacia su fijado rumbo de la luz.
Aventurándose por angostas y difíciles rutas, en las que tiene a veces que
apartar con dificultad la maraña boscosa que se interpone en su camino. Porque
quiere descubrir nuevos parajes que puedan aportarle alguna orientadora pista
que dé certeza a su desconcertada búsqueda.
A su paso,
observa un poco indiferente, la maravillosa y salvaje belleza que envuelve su
soledad. Distraídamente, con un instinto que ignora su función, va marcando
señales en los troncos, amontonando toscas piedras, una sobre otra hasta el
máximo de su estabilidad; o gritando incongruentes llamadas que solo obtienen
como respuesta, el eco devuelto por ahuecadas paredes naturales.
Desde su
sonámbulo deambular, se extraña progresivamente su atención al observar en el
remanso de un torrente, una ingeniosa alineación de robustas piedras que
soportan con eficacia la corriente del vital líquido, creando una balsa donde
la estrepitosa espuma se torna en serena y trasparente mansedumbre. Un somero y
sorprendido análisis de este singular vestigio, le hacen sospechar de la
misteriosa existencia de algún habitante con el que pueda compartir su
sensibilidad.
Varios días y
noches ha pasado acampado en este lugar. La larga y estresante espera va
labrando en su interior un fracasado sentimiento de rendición, del que resultan
monótonos periodos de superficiales distracciones.
Pues sentado en
la orilla de la trasparente serenidad, se hace conjeturas de duda y deseo
sobre su posible y desconfiado encuentro. Su torpe razonamiento le hace
recordar que habita un desconocido planeta, en el que si existe alguna especie
inteligente, esta será muy diferente a él.
Para evitar el
adormecimiento de su inactivo cuerpo, se dedica con automática indiferencia a
lanzar piedrecitas sobre la reluciente
planicie, en la cual, a partir de cada impacto aparecen unas ondas circulares
que van creciendo hasta ocupar todo el embalse. Un poco ensimismado y curioso
por tal efecto, no deja de observar fijamente
el fenómeno de su expansión. ¡Pero
de pronto! Sobre el reflejo de la rizada superficie, la fugaz impresión de una
borrosa imagen, aparece y desaparece con rapidez. Por lo que dándole algún
crédito a su posible alucinación, vuelve la mirada hacia sus espaldas, buscando
la figura real, hallando tan solo, el murmullo cimbreante de una vegetación que
se atropella.
Corre
inmediatamente después, para proteger su cobarde integridad, a refugiarse en
alguna oquedad que rápidamente encuentra.
Desde esta
camuflada posición, atisba nervioso el paisaje, buscando algún extraño
movimiento que denuncie la presencia de un, dudosamente deseado, nativo.
Su honda y
doliente escucha, solo percibe los excitantes quejidos de las ramas que se
dejan ligeramente bandear por la incesante caricia del viento.
Como no ve una
posible confianza de mutua aproximación, decide tomar este escondite como
camuflado punto de expiación. Así que en protegida y silenciosa postura, espera
paciente alguna emotiva novedad.
Entrada la noche,
un habitual aunque desconocido satélite alumbra con su plagiada luz el nebuloso
escenario, mientras que sus exaltados ojos siguen acechando incansables,
recorriendo palmo a palmo el espacio que desde su escondrijo puede abarcar. Al
momento, algo se mueve. Una indescriptible figura se desplaza, encogida y
desconfiada, alrededor del pequeño remanso, pareciendo examinar todo lo que le
rodea con minuciosa atención, aunque con prevenida postura dispuesta a
reaccionar rápidamente contra un posible ataque. Poco después desaparece en la
oscuridad de las sombras.
El día, amanece
tan reluciente y vivo que parece su luz, estrenase por primera vez. Desde su
taciturna vivencia, el inquieto buscador, hace un pequeño análisis de su
situación con cierta incomodidad por su reciente descubierto vecino, ya que
llevan lago tiempo conviviendo en huidiza y desconfiada actitud, moviéndose los
dos en el mismo lugar sin encontrarse. Él sabe que se vigilan mutuamente, pero
nunca coinciden sus miradas, pues siempre se acechan desde la cautelosa
oscuridad de un escondite.
La insoportable
situación de este estresante desvelo ha rendido su contradictoria lucha
interior. La incomprensible ansia de conocer y el traumatizante miedo, se han
declarado la paz por cansancio, por lo que en una desesperada exposición a
vivir, el desesperado viajero, se decide a salir de su protectora guarida, despreocupándose
de la posición de su compañero, aunque sin perder su cautelosa vigilia. Así que
con dominado nerviosismo y caminando con insonoros pasos, consigue llegar a un
conocido árbol en el que se dispone a degustar sus alimenticios frutos. Aunque
permitiéndose caprichosamente una falsa tranquilidad, gira sobre su entorno
buscando el fruto más hermoso. De pronto, el sorprendente descubrimiento de una
penetrante mirada, deja bloqueados agarrotadamente sus músculos.
En total quietud,
el buscador, adivina que con unánime identidad, los dos se están analizando
mutuamente, con impulsos silenciosos y profundos de ataque y huida.
Ensimismado y
casi ausente, va estudiando con detalle su gallarda figura: estirado sobre sus
miembros inferiores parece querer aprovechar al máximo la posibilidad se su
limitada estatura; la ternura de su suave piel y la sutil sensibilidad que se
le percibe, le hacen reconocer que está especialmente evolucionado para la
caricia y la habilidad manual, y aunque su conformación muscular no denotan una
gran fuerza, en sus brillantes ojos hay una trasparente profundidad, en la que
la agudeza de su examen descubre un
infinito poder. También le admira su refinada belleza, muy por encima de
la bastedad que le rodea, pues sus suaves y armoniosas formas le comunican a su
sensibilidad, que se encuentra frente a una desbordante concentración de esa
mágica dimensión que antes, levemente, le había percibido al resto de la
naturaleza.
La valoración
positiva de sus cualidades, le están haciendo creer que su relación puede
llegar a ser posible, por lo que en una consciente y decidida reacción, toma la
jugosa fruta y tímidamente se la ofrece, a lo que su extrañado compañero,
variando su intermitente atención entre la extendida mano y la expresión del rostro contiguo a ella, finalmente con
tembloroso esfuerzo, decide tomar el contenido alimenticio que se le ofrece.
Aunque de momento no se dispone a comérselo, sino que acariciándolo con
reconocida satisfacción, lo guarda entre un pliegue del escaso y sedoso tejido
que lo cubre.
Seguidamente,
después de cruzar entre ellos relajantes
muecas de aprobación, entiende el novato explorador en la mirada de su recién
estrenado amigo, una clara invitación a que lo siga, por lo que con telepático
acuerdo se ponen los dos en marcha.
Después de una
silenciosa andadura se adentran por un amplio pasadizo, en la que su aún débil entereza,
siente escalofríos de oscuridad. Pero ese sentimiento dura poco, porque desde
su asombrosa expectación, observa la iluminada y hermosa estancia en la que han
entrado.
La diáfana luz
natural parece provenir de una disimulada apertura superior, la que
ilumina un elevado techo del que
sobresalen bellas y relucientes columnas cónicas que apuntan a otras correspondientes
protuberancias que se elevan desde el suelo, y en el lateral, una cristalina
fuente alimenta a un pequeño lago interior de colores plateados.
Mientras que su
entusiasmada admiración no para de observar tan majestuosa belleza, su atento
acompañante, con hábil diligencia, junto a su claramente cómodo aposento, le ha
fabricado un blando y acogedor lecho, y en su mano lleva un cuenco rebosante de
espeso líquido que él toma agradecido y
degusta su sabor alimenticio de madre
mezclado con esencias
nectarinas de flores. Y
piensa que ahora por fin
su soledad ha encontrado
una autentica compañía.
Los días han
pasado totalmente dedicados a conocerse, comunicándose con detalladas
atenciones y comprensibles ademanes, han aprendido uno de otro, toda clase de tareas y vivencias
cotidianas. El nativo le ha enseñado a tejer fibras de variada procedencia, a
obtener leche de mansas hembras y miel con primoroso respeto de naturales
panales. En su compañía ha conocido todas las especies vegetales y animales que
pueblan estos parajes. Él, con exteriorizada fascinación, le ha ido indicado,
la rojiza panorámica del ocaso,
pretendiendo que capte su elevada hermosura. También en las claras noches ha
procurado atraer su atención hacia el estrellado espacio superior, deseando que
como él, sienta su mágica grandeza.
Cada vez más, él
va sintiendo la gran cantidad de parecidos que los une, aunque también, las
evidentes diferencias que los
complementan. Ya que lo importante es su relación, su amistad. Porque su
compañía es una necesidad para él, pues desea descubrir en el otro, la profunda
grandiosidad que le adivina.
Desde que convive
con el apreciado habitante de este planeta, le
ha ido descubriendo, poco a poco,
el gran tesoro de su exclusiva naturaleza, observando en ella una variada gama
de valores, como:
--La elevada capacidad de evolución consciente con la que
puede cambiar una torpe y primitiva aptitud, todavía arraigada en su animal
naturaleza, con tan solo un silencioso ejercicio de superación, pasando después
a una superior postura de avanzada sabiduría.
La tierna
sensibilidad con la que es capaz de percibir con sutileza lo mismo el dolor o
el placer, el sufrimiento o la alegría, el miedo o la valentía, el desprecio o
el amor.
--La gran libertad de su voluntad que le da el poder de
anular todo lo negativo del vacío que siente, para elegir positivamente la verdad
que le hace vivir.
--La interminable capacidad interior para almacenar
esencias de luz, que le dan la reluciente capacidad de estrella, en la que su
clara comprensión sirve de brillante guía.
--La incansable
creatividad que le hace estar siempre en activa predisposición al invento.
--La gran capacidad de sacrificio para conseguir la
ilusionada realidad de su deseo.
--Y sobre todo, la necesidad de comprender y de ser
comprendido, valorado, sentido y amado.
Muchas noches han
pasado, y aunque sus cómodos insomnios le han servido para ordenar en su
concepción, la abundante riqueza que ha
encontrado en su compañero; en todas
ellas ha pasado después a buscar en el silencio mental, descansados estados de
inconciencia, siempre sosegados.
Aunque en esta
noche, ya casi pasada, no pueda conciliar su deseada paz mental; pues poco
después, sumergido en la mescolanza almacenada en su subconsciente, parece que
con accidental erupción, este le lleva a una confusa pesadilla.
La visión de un
gran e inacabado puzle, hace llegar hasta él, imágenes de pasado y presente. La
fugaz presencia de lejanas piezas de recuerdo, entorpecen su ignorante
capacidad de colocación, pues traen a su dormida memoria la dulzura de un
cariñoso ser, que con delicados cantos y tiernas mecidas, acaricia
protectoramente su dependiente persona.
Amnésico y
desesperado por la impotencia de no poder recomponer su personal existencia;
sudoroso y convulsivo, despierta a una confusa huida de sí mismo, caminando
torpemente por el accidentado suelo; por lo que a poca distancia, tropieza y
cae de bruces.
En su golpeada
cabeza hay lejanos impulsos de querer levantarse, lo que consigue lentamente y
con gran esfuerzo, porque desde su dolorido desorden sabe que necesita salir a
la luz y refrescar el despertar de su memoria; por eso corre desaforadamente
hacia fuera y con certera decisión se dirige a la socorrida agua del remanso, e
inclinándose desde su irregular orilla para atrapar con sus manos el preciado
líquido, por su incontrolado equilibrio, cae zambulléndose en su leve
profundidad.
La limpiadora frescura que lo baña parece que penetra en su interior, creando en
él un nuevo ser; a la vez que se van extinguiendo los impedimentos de sus
dudas.
Iluminado y
relajado, con una nueva forma de mirar, sale lentamente hacia la orilla y sentándose
en ella; en un suave y placentero encuentro con su situación, fija su vista en
el trasparente fondo donde el aparecido reflejo de su alegría parece hablarle
con angelical ternura. Reflexiva comunicación en la que va descubriendo con
encajado y maravilloso acierto: que este, hasta ahora desconocido planeta, es
“la Tierra”, y que su estudiado y admirado nativo, es un “ser humano”, como él.
Ahora sabe, que
hace mucho tiempo, en el comienzo del uso de su razón, partió a un extraño y
aéreo viaje, sin tocar suelo, buscándose a sí mismo; y que aterrizando, “se ha
encontrado en el otro”. En su auténtica y exclusiva realidad, pues siente
claramente que el ser humano es el necesario lazo creador entre la nada y el
todo, porque solamente él, puede llorar de impotencia y sentir la grandeza de
la plenitud.
También le ve que no tiene que ser: más fuerte que un elefante ni volar mejor
que un pájaro ni nadar mejor que un pez ni tener dientes de perlas ni cabellos
de oro, que le hagan extrañamente ser un superhombre. Porque por su auténtica
naturaleza humana que va: --desde la máxima debilidad al superior poder; desde
la más negativa torpeza a la más constructora sabiduría; desde la más desolada
desconfianza a la más fortificante fe; desde el vacío de la tierra que lo
contiene al esplendor del espíritu que le da ser--. Hay en él un magnifico
espectro multicolor de heterogénea e incomparable hermosura.
Por eso no puede
encontrar en su interior un más alto deseo que el de ser humano, porque su
auténtica humanidad le lleva a sentirse legitimo descendiente de lo divino, ya que el humano en sí mismo es
el camino entre su propia pequeñez y su infinita grandeza.
Así que a partir
de ahora, sabiendo que en todos hay una
infinita dimensión por encontrar, caminan juntos hacia una elevada montaña,
ayudándose mutuamente por la empinada pendiente; pues a veces uno de ellos desfallece o el otro
se rinde, aunque fraternalmente unidos consiguen llegar a su alto observatorio.
Desde allí, una
inmensa extensión de valles y montañas se extiende a la vista, viendo que una
búsqueda interminable les queda por recorrer. Aunque ahora, una adorable visión
les fortalece el ánimo; porque allí, a lo lejos, muy a lo lejos, en la mágica
conexión del horizonte; una inequívoca línea azul les indica la regocijante
presencia del mar.
Después de
analizar la multiplicidad de las posibles rutas, su hasta ahora inseparable
amigo, elige un camino diferente al suyo, por lo que respetando sus mutuas
libertades, después de una cariñosa despedida, deseándose próximos encuentros
en sus marcados y libres destinos; caminan, el uno por la zigzagueante ruta del
rio; el otro, de cima en cima, renovando en cada una, la divina y azul
referencia.
Porque el destino es un camino trazado en cada
vida, aunque se tenga la libertad de seguirlo o de perderse.
Nuevamente, el que
busca, está haciendo su camino en soledad. Por el momento le acompaña su recién
renovada ilusión, pero sabe que pronto no podrá soportar la profunda necesidad
de su humano instinto de hermandad.
--Por eso yo, “el
que busca” ¡A ti te digo! ¡A quien lee! ¡Sí, a ti; maravilloso y paciente ser
humano! ¡No te extrañes! Pues quiero invitarte a que me acompañes, a que
compartamos aunque sea un poco de nuestros caminos. Pero no yerres al buscarme,
no equivoques tu elección; pues yo soy la voz del que tienes a tu lado, y que
seguramente, te necesita.
Esta obra está basada totalmente en la
realidad,
pero si alguien se siente un poco identificado
es por pura y causal humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario