LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

jueves, 7 de mayo de 2020

Como juego de ruleta



Como un juego de ruleta
o movimiento trilero,
obtiene el capitalismo
sus usureras ganancias
cuando se mueve el dinero.

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Ha sido el confinamiento
una valiosa lección
contraria al capitalismo,
al descubrir que se tiene
mucha más felicidad,
respirando en libertad
y con menos consumismo.

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Es propio de capitalistas
que no quieren compartir
sus abusivas ganancias,
a costa de explotaciones.
El incentivar creencias
en la pobreza explotada
de que pidan soluciones
a deidades adoradas
con devotas oraciones.

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VEDADOS DE AMOR

Prohibido tocarse,
prohibido abrazarse,
prohibido juntarse,
por seguridad;
que toda persona
esté en soledad.
Parece que quieren
tenernos distantes,
que entre las personas
haya indiferencia,
todos asustados
si alguien se acerca.
Que nadie se hable
ni se comunique
a través del gesto
de imagen directa,
tan solo por medios
que sean virtuales,
siempre controlados
y manipulados,
por esos poderes,
tan subliminales,
que quieren a un pueblo
de seres aislados
que pierdan las ganas
de sentirse hermanos.
Que es la mayor fuerza
de seres humanos,
pues solo la unión
podrá defendernos,
de un mal opresor
que quiere tenernos,
vedados de amor.

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“COLORES”

Aquel año los padres de Lucas, eligieron veranear en la montaña, en una rústica casa rural de un pequeño pueblo, alejado de toda contaminación.

El pequeño Lucas era: un delgado joven de trece años, un poco tímido y pausado en sus movimientos, aunque en sus brillantes ojos había una vibrante búsqueda que parecía querer abarcar, a la vez, toda la atractiva diversidad que su inquietante curiosidad deseaba. El que por fin se atrevió a recorrer aquella pequeña población de empedradas calles y rudimentarias casas, todas ellas fabricadas a base de piedra y barro; extrañado de sentirse habitante de un mundo desconocido para él.
Su nerviosa observación se quedaba prendada de las escasas personas que a su paso lo saludaban, casi todas atareadas en relajadas labores, en las que solo podía entender que tejían vastas fibras o largas varitas, confeccionando cestos y enseres, para usos desconocidos para él.
También observaba, como unas mansas cabras restregaban sus lomos por rugosas paredes, seguramente para rascarse. Descubriendo con agradable sorpresa al risueño joven que al parecer las pastoreaba.
--¡Hola, chaval! ¿Cómo te llamas?--dijo el simpático pastor.
--Me llamo Lucas, ¿Y usted?
--Me llaman Liberto, aunque no me llames de usted, porque a mí no me gustan las palabras que sirvan para distanciar a las personas.
A ver Lucas, por tu abierta mirada creo saber que te gusta este pueblo y todas las cosas que hay en él.
--Sí, es todo muy diferente a la ciudad en la que vivo; aunque me gustaría ver de cerca, esas bellas montañas que parecen no estar muy lejos.
--¡Hombre, Lucas! Para eso no hay problema; solo tienes que pedirles permiso a tus padres y mañana, a temprana hora te vienes conmigo, ya que allí es donde careo a mis cabras, habitualmente--.
A la mañana siguiente, el ilusionado Lucas, como una cabrita más, esperó la llegada del puntual pastor.
--¡Buenos días muchacho, parece que has madrugado bastante!--.

Inmediatamente después, apenas sin tener que conducir al acostumbrado ganado, emprendieron la marcha por pisoteados caminos, olorosamente señalados, por los que transcurriendo un tiempo de andanza casi inadvertida para la ensimismada mirada del pequeño Lucas; llegaron a una elevada y verde ladera en la que el rebaño, sin demora se dedicó a pastar.

Desde aquella agradable altura, el joven observador veía un hermoso conjunto de vaguadas y montañas, repletas de un vivo colorido, en el que predominaba un hermoso verde, salpicado de una punteada multitud de variados colores que aparentaban ser, un divino cuadro impresionista que al admirarlo, le pareció que sus ojos perdían pie.
--¡Qué bonito es esto!-- Dijo con voz entrecortada por la emoción.
--Ya veo que eres un sabio admirador de la belleza y eso me alegra, porque puedo compartir contigo una sensibilidad que seguro tenemos en común. Por eso quiero preguntarte que me des tu opinión sobre ¿Qué es lo que ves aquí de especial y que tanto valoras?--
A lo que el sensitivo niño, después de madurar su profunda respuesta, serenamente contestó.

--A mí me encanta todo, aunque lo que más aprecio es la intensa diversidad de tantos colores a los que mis ojos no están acostumbrados, ya que en mi ciudad, casi todo es de color gris; un blanco y negro, sucio, en el que solo importan las competiciones entre el número de pisos de horrendos edificios o entre comerciales diseños de ostentosas máquinas que también compiten en velocidad--.

 Siendo después de un productivo silencio, cuando el inteligente Liberto se dispuso a compartir con su atento aprendiz, sus valiosos conocimientos.
--Mira estimado Lucas, te voy a explicar un poco esto de los colores. Y es que al parecer los colores no existen en los objetos, pues tan solo son la reflexión de una limitada gama de ondas electromagnéticas pertenecientes a la luz, sobre las receptoras células-conos de los ojos, que en el caso de los humanos, disponemos de tres grupos captadores de los colores primarios: rojo, verde y azul, y que a través de sus combinaciones se consiguen el resto de los que percibimos. En cambio los toros, los caballos, los perros y otros muchos animales; tan solo disponen de dos tipos de conos; los del verde y el azul, pues se ve que no necesitan de más; aunque las mariposas y las abejas disponen de cinco clases de receptores de ondas electromagnéticas, por lo que ven más colores que los humanos.

De todas formas, lo más importante está en el cerebro. Porque es en el “lóbulo occipital” donde se procesan y se fabrican los colores. Ya que sólo es la mente la que le pone los colores a la vida. De forma que puede ser que a muchos seres humanos se les vaya atrofiando, por bajo uso, la capacidad de captarlos.
--Perdona Liberto, no entiendo como tú, un pastor, me hablas tan técnicamente de los colores.
--Mira, Lucas, es que yo estudié biología porque me gustaba la vida natural, aunque poco después, me di cuenta de que, lo que realmente quería era disfrutar de ella y por eso estoy aquí. Porque la mayor felicidad está en dedicarte a lo que te gusta.
--¡Ah, ahora entiendo! Eso quiere decir que la cultura muchas veces sirve para ver mejor--.

 Pasado un tiempo, el adelantado joven recordaba desde su nativa ciudad, aquella maravillosa experiencia que le enseñó a percibir una rica variedad de colores, escondidos.
 Los que veía en las aves que volando saludaban con sus trinos mañaneros, desde un azul olvidado por cervicales viciadas que tan solo miran suelos.
También podía leer en colores de vestidos, el estado emocional de disfrazados modelos que saben que en los colores hay mensajes conocidos.

 Más cuando veía pasar una bella mariposa, vagando por el cemento de su desierta ciudad, él se decía que pronto también levantaría vuelo, hacia los colores de su felicidad.

Aunque después fue pensando que al igual que mariposas, erradas en su volar, hay muchos seres humanos que se les pasa la vida, buscando sin encontrar.

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TODO SE MULTIPLICA

 Producto de una multiplicación de células, nací, indefenso y dependiente,
a una desafinada humanidad que alternaba el amor instintivo, con la desconfiada individualidad.
 Y lloré, pidiendo cercanas caricias y el cálido maná de generosos pechos, a penas nutridos, de una maternidad que sin condiciones me daba su vida.
 Sintiendo en su voz la paz de sus nanas que al son de mecidas, me quitaban miedos a una soledad que no soportaba.

 Y crecí multiplicándose en mí, nutrientes de cuerpo y conciencia,
que fueron abrieron mis ojos, a mirar con alma. Olas en trigales y árboles vivos moviendo sus ramas que yo me creía que me saludaban; todo en movimiento al ritmo de un viento que junto a los pájaros a coro cantaban, al son de una música que tan solo ellos podían oír. La que solo a veces, guardando silencio la creí sentir. En la melodía que emiten partículas en su vibración, de un vivo universo que todo lo orquesta en armonizada, existencial unión.

 Porque no hay gota de agua que se niegue a ser, ni río ni mar;
ni árbol que huya de ser bosque.
 Pues cada individualidad, apenas es nada, porque solo es parte de toda unidad que siempre es conjunto de una variedad que se multiplica en una existencia que crece y se expande en un milagroso y divino big-bang.

Y vi que ninguna persona, puede vivir sola; ni niño ni viejo ni enfermo ni pobre, porque todos somos siempre dependientes, de un mundo que ayude en comunidad.
Y que uno a uno, somos poca cosa, aunque si aportáramos lo que buenamente cada uno pudiera; ocurriría el milagro “de los panes y los peces”, que se multiplicarían a favor de un mundo justo, que tendría lo esencial, que a nadie le faltaría y además le sobraría.
Porque estamos todos, condenados a querernos; compartiendo nuestras vidas, sin fronteras de familia ni de raza o religión; ya que solos, somos nadas, limitadas e incompletas que no tienen solución.

Y al sentir que alguien decía, “creced y multiplicaos”, entendí que crecer era conocer, y multiplicarse era, sentirnos bailarines de un gran baile universal, no sueltos sino pegados; cediéndonos entre todos absurdas intimidades que tan solo eran temores de seres desconfiados.
 Porque tan solo sabiendo que todo en la vida es parte, de una existencia mayor, comprenderíamos mejor que nuestros yos, solitarios, solo serían culpables del desnaturalizado caos, de nuestra autodestrucción.
En cambio si todos juntos, como factores cercanos, bailamos la melodía que multiplica el amor; la vida sería una fiesta, para felices humanos.

Y al creer que solo así, otro mundo mejor, sería posible alcanzarlo,
pensé que lo que había visto, seguro que no era malo.


“Evangelio según Sampedro”  

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