LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Me he quitado el mando




Me he quitado el mando.
Este ya no soy yo,
soy el suplente, el otro:
el que no imagina ni sueña ni juega, ni ríe ni llora,
ni se deja llevar por tonterías.
Un nuevo tirón de riendas, limitará el movimiento de mi cabeza,
para que el niño que fui ayer, no tenga ocasión de serlo hoy.
No puedo relajarme a vivir despreocupado de mi comportamiento.
Dejaré de ser el yo, que por naturaleza debiera ser, y se ocupará de mi,
el adulto control, inexperto técnico en apariencias,
que no me permita divagar en niñerías.
Ya está bien de sufrir correcciones a causa de mi tonta sinceridad,
de mi confiada verdad, que no sabe de lo poco que a nadie interesa.
Ahora seré: un poco más callado, más neutral, más prudente  y serio.
Si es que se puede añadir seriedad a mi anquilosada mueca.
Ya que mi sonrisa se me quedó olvidada en mi primera infancia,
de la que debo de estar cada vez más lejos.
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Si me gusta el humor negro, es porque es serio y  disimulado;
porque me lo siento, no en la cara, si no en la raíz de la sonrisa:
entre pecho y estomago.
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No hay duda,
tanto en lo físico como en lo mental,
donde duele,
ahí está el mal.
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Empacho de odio, empacho de mal.
El mundo está empachado,  indigesto de malas noticias,
envenenado de malas opiniones, que superan con creces a la realidad.
Todo es un equívoco maleado por intereses manipuladores de la verdad,
que ganan con la mentira, con el miedo y la maldad.
Somos mucho menos malos de lo que creemos.
Todo es producto de esa mala óptica que nos tienen metida.
Nuestra forma de mirar, nuestros prejuicios,
son los que nos hacen más malos de lo que somos.
Sufrimos de una atiborrada dosis de tóxicos mentales, a través de tantos medios
que deforman la confianza, el entendimiento y la comprensión
que entre los humanos debiera haber.
Estos tóxicos mediáticos, distorsionan las visiones y enloquecen los sentimientos,
 a partir de tempranas edades, hasta el punto de que, la locura,
en este mundo, es el peor mal.
Siempre tiene que haber malos; en las series televisivas, películas, noticias,
religiones o políticas mundiales.
Siempre tiene que haber un malo malísimo, al que debemos odiar,
y muchos problemas, violencias, guerras y terrorismos, a los que debemos temer.
Muchos de ellos parecen que estén fabricados,  porque no nos pueden faltar motivos,
para no tener paz,  ni cordura que nos guie hacia un mundo mejor y más justo
Seguramente porque a alguien le interesa que su injusta ventaja no cambie de postura,
y siga este mundo envenenado de odio e in cordura inconsciente
que confunda ciegamente, reconocer, el verdadero señalamiento de la maldad,
concentrada tan solo en unos pocos, adinerados, que todo lo dirigen.
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