En un laberinto
de cien mil espejos,
me quiero salir
pero no me dejo.
Yo soy el que busca
y mi propio enredo.
Yo soy el que culpa
y culpable en todo.
Yo soy mi ceguera
y el que tiene ojos.
Yo soy el que peca
y el que me perdono.
Soy mi primavera
y también mi otoño.
Soy paciente espera
y el que no soporto.
No soy nada apenas
y en mí tengo todo.
Yo soy quien me tienta
cuando estoy dudoso.
Yo soy una mierda
y una flor de loto.
Yo soy un infierno
que me eleva en globo.
Yo obtengo mi gloria
de mi purgatorio.
Porque soy un dios
sobre mi demonio.
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Echando pasitos
mi torpe poesía
quizás algún día,
a fuerza de andar,
aprenda a volar.
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Cuando estoy parado,
como una peonza,
el suelo me tira,
mi vida se embota,
Aunque cuando un sueño
conmigo se topa ,
girándome, vuelo,
sobre un bajo suelo
que apenas me toca.
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Religiones y muletas
son apoyos para cojos
que no tienen plenas fuerzas
para sostenerse solos.
Más cuando curan las piernas
y los credos se hacen ojos,
religiones y muletas
solo sirven para estorbos.
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Me dicen el despistado
porque me ausento de mundo,
porque me escapo volando
a un lugar más elevado
que se aleja en lo profundo.
Porque me dejo aparcado
este vehículo inmundo,
en su materia colgado,
con sus barrotes abiertos
y sus sentidos cerrados.
A ralentí dejo el cuerpo
funcionando por inercia
con apariencia despierto
aunque vacio de esencia.
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