LO HE LEIDO, LO HE SOÑADO, LO HE VIVIDO..., YA NO LO RECUERDO, QUE MÁS DA.

viernes, 19 de julio de 2019

Desde mi balcón




Desde mi balcón, puedo ver como asoman los primeros rayos de sol. La calle está casi desierta y una cálida brisa veraniega me hace pensar que es la hora propicia para escribir.
Preparo mi aposento y mi móvil, contador de silabas, dispuestos para crear una poesía de exacta métrica.
-¿Sobre qué tema escribo?- Me pregunto. Y oigo en mi silencio una silenciosa respuesta.
Me propongo algunas opciones: amor, alegría, belleza, melancolía, soledad, tristeza,,,
Aunque al final solo se me queda, el silencio.
Distraídamente levanto la mirada y miro el paisaje.
Arriba la montaña, casi sobrenatural, cuya cúspide entre brumas, parece que quisiera besar el cielo. “Quien pudiera volar, para en un momento poder llegar a su altura”. La siento tan lejos y tan cerca, que parece que pudiera tocarla, con mi obsesivo deseo de identificarme con ella.
Al bajar la vista, los montes bajos repletos de vegetación me hacen pensar en su frondosa vida interior. En ella adivino el diverso sonido de los pájaros, mezclado con la bulliciosa andadura, propia de la pequeña fauna, que seguramente a estas horas tiene su vigoroso despertar. “Casi puedo sentirlos, entre la frescura del aire con olor a pino”.
Aunque a poco, mi mirada va cayendo más abajo; sobre las lejanas casitas, pequeñitas y amontonadas; y todas las miles de viviendas que pueblan el atiborrado panal de la ciudad. Y adivino que en cada una hay una particular historia: de alegría o de dolor, de amor, de maltrato, o de soledad. Pegadas unas a otras, aunque aisladas y cerradas, sin nada que compartir. Cada vivienda, una prisión incomunicada, un mundo cerrado, que imagino que podría estar más abierto y compartido, en el que las alegrías se expandieran, y las penas en común se consolaran, en una convivencia llena de confianza y amable sinceridad.
Más un poco desencantado, mis ojos se bajan ahora a la calle. A las gentes que deambulan por la acera; que se cruzan sin saludarse, casi todos mirando sus móviles, atendiendo a no sé qué maraña de mensajes personales, que solo esperan simples emoticonos de correspondido compromiso que les produzcan sonrisas de satisfacción, por estar adiestrados a su ridículas recompensas; las  que les hacen pensar que no están solos, con sus programados ruidos comerciales, ocupadores de sus robóticas mentes, que no quieren quedarse a solas con sus aterrados pensamientos, enfermos de desamor. Aunque yo, al verlos, a veces me gustaría ofrecerles mi confianza para que liberaran sus estancados pensamientos, a lo que seguramente se negarían, aludiendo que ellos son felices como son, y que soy yo, el raro, el infeliz que paso mi vida haciéndome tontas preguntas. Aunque sé que todos tienen una verdad interior, a pesar de que algunos no lo sepan; una verdad que seguro aflorará si encuentran a alguien que verdaderamente los escuche con amoroso silencio.
Así que un poco rendido me vuelvo a mí, otra vez, fracasado de no poder escribir mi medida poesía, por encontrar en mi interior, una infantil rebeldía, libre y siempre desobediente; desordenada, caprichosa e imprevisible, y que solo asoma a mí adulta pretensión, cuando mi ahuecada rigidez mental, se mantiene en ausente silencio.

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Un amanecer de dudas,  ha forzado hoy mi despertar a unas madrugadoras preguntas, que me han hecho cuestionarme a elegir entre lo verdadero y lo falso, de la “felicidad” y el “amor”. Principales temas sobre los que divago entre la negación y la afirmación, convenciéndome a mí mismo, primeramente, de que no son verdad, “porque los hemos inventado nosotros”, los humanos; aunque después se cambia mi postura de ver, asegurándome, que tanto la “felicidad” como el “amor”, son verdad, “porque los hemos inventado nosotros”. Avanzando mi certeza en la capacidad humana de construir. Pues seguramente que la felicidad y el amor, son inventos que se pueden construir, aumentando sus realidades en grados de verdad; elaborada y perfeccionada. Ya que la felicidad, principalmente depende del bienestar individual y social, que se puede conseguir: cubriendo necesidades, curando dolores y remediando injusticias de convivencia, a través de la solidaridad, la educación y la cultura. Aunque sobretodo la felicidad se puede construir a través del amor, que también se construye en nuestras conciencias, fabricándonos interiores habitáculos, siempre abiertos, tan diversos que sirvan para albergar, comprensiones adaptables a todas las diferentes formas de pensar y de ser; haciéndonos cada vez más tolerantes y aceptadores, pacientes y esperanzados, y sobretodo creyentes en tantas hermosas existencias, exteriores e interiores de nuestra vida, de forma que la felicidad y el amor,  vayan siendo en nosotros y en el mundo, cada vez más verdaderos.

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Conozco yo un superhéroe
con poderes especiales
que puede estar a la vez
en muchísimos lugares.
Usa cuerpos diferentes
aunque su fondo es el mismo
el que ayuda a mucha gente
con heroico altruismo.
Este héroe aunque no vuela,
en todos lados está,
luchando contra injusticias
que sufre la humanidad.
No es conocido ni líder
pues voluntario es su puesto
dispuesto para acudir
donde haya un salvamento.
Este héroe sin leyenda
que nunca usa disfraz
aunque pase inadvertido
es para mí el más real.

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